La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe


Los Ángeles en el Catecismo


325 El Símbolo de los Apóstoles profesa que Dios es «el Creador del cielo y de la tierra», y el Símbolo Niceno-Constantinopolitano explicita: «…de todo lo visible y lo invisible».

326 En la sagrada Escritura, la expresión «cielo y tierra» significa: todo lo que existe, la creación entera. Indica también el vínculo que, en el interior de la creación, a la vez une y distingue cielo y tierra: «La tierra», es el mundo de los hombres (cf Sal 115, 16). «El cielo» o «los cielos» puede designar el firmamento (cf Sal 19, 2), pero también el «lugar» propio de Dios: «nuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5, 16; cf Sal 115, 16), y por consiguiente también el «cielo», que es la gloria escatológica. Finalmente, la palabra «cielo» indica el «lugar» de las criaturas espirituales —los ángeles— que rodean a Dios.

327 La profesión de fe del IV Concilio de Letrán afirma que Dios, «al comienzo del tiempo, creó a la vez de la nada una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana; luego, la criatura humana, que participa de las dos realidades, pues está compuesta de espíritu y de cuerpo» (Concilio de Letrán IV: DS, 800; cf Concilio Vaticano I: ibíd., 3002 y Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 8).

328 La existencia de seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición.

329 San Agustín dice respecto a ellos: Angelus officii nomen est, non naturae. Quaeris nomen huius naturae, spiritus est; quaeris officium, angelus est: ex eo quod est, spiritus est, ex eo quod agit, angelus («El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel») (Enarratio in Psalmum, 103, 1, 15). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan «constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mt 18, 10), son «agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra» (Sal 103, 20).

330 En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales (cf Pío XII, enc. Humani generis: DS 3891) e inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello (cf Dn 10, 9-12)

331 Cristo es el centro del mundo de los ángeles. Los ángeles le pertenecen: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles…» (Mt 25, 31). Le pertenecen porque fueron creados por y para Él: «Porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por Él y para Él» (Col 1, 16). Le pertenecen más aún porque los ha hecho mensajeros de su designio de salvación: «¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?» (Hb 1, 14).

332 Desde la creación (cf Jb 38, 7, donde los ángeles son llamados «hijos de Dios») y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal (cf Gn 3, 24), protegen a Lot (cf Gn 19), salvan a Agar y a su hijo (cf Gn 21, 17), detienen la mano de Abraham (cf Gn 22, 11), la ley es comunicada por su ministerio (cf Hch 7,53), conducen el pueblo de Dios (cf Ex 23, 20-23), anuncian nacimientos (cf Jc 13) y vocaciones (cf Jc 6, 11-24; Is 6, 6), asisten a los profetas (cf 1 R 19, 5), por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el del mismo Jesús (cf Lc 1, 11.26).

333 De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce «a su Primogénito en el mundo, dice: «adórenle todos los ángeles de Dios»» (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: «Gloria a Dios…» (Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús (cf Mt 1, 20; 2, 13.19), le sirven en el desierto (cf Mc 1, 12; Mt 4, 11), lo reconfortan en la agonía (cf Lc 22, 43), cuando Él habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos (cf Mt 26, 53) como en otro tiempo Israel (cf 2 M 10, 29-30; 11,8). Son también los ángeles quienes «evangelizan» (Lc 2, 10) anunciando la Buena Nueva de la Encarnación (cf Lc 2, 8-14), y de la Resurrección (cf Mc 16, 5-7) de Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles (cf Hb 1, 10-11), éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor (cf Mt 13, 41; 25, 31 ; Lc 12, 8-9).

334 De aquí que toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles (cf Hch 5, 18-20; 8, 26-29; 10, 3-8; 12, 6-11; 27, 23-25).

335 En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo (cf Misal Romano, «Sanctus»); invoca su asistencia (así en el «Supplices te rogamus…» [«Te pedimos humildemente…»] del Canon romano o el «In Paradisum deducant te angeli…» [«Al Paraíso te lleven los ángeles…»] de la liturgia de difuntos, o también en el «himno querúbico» de la liturgia bizantina) y celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles (san Miguel, san Gabriel, san Rafael, los ángeles custodios).

336 Desde su comienzo (cf Mt 18, 10) hasta la muerte (cf Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf Sal 34, 8; 91, 10-13) y de su intercesión (cf Jb 33, 23-24; Za 1,12; Tb 12, 12). «Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida» (San Basilio Magno, Adversus Eunomium, 3, 1: PG 29, 656B). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.


a) Los ángeles existen

La existencia de los ángeles se recoge expresamente en las fórmulas de fe o Credos de la Iglesia, a partir del Símbolo Niceno-constantinopolitano (381), en el que confesamos creer «en un solo Dios… Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles» .

Lo mismo se dice en las profesiones de fe católica elaboradas por los concilios de Letrán IV en 1215  , Lyon 11 en 1274 , Florencia en 1441  y Trento en 1564 . El Concilio Vaticano I (1869-70) habla de la criatura angélica como parte de la obra creadora producida por Dios . Los Hechos de los Apóstoles nos informan que los saduceos negaban «la resurrección y la existencia de ángeles y espíritus» .

Numerosos contemporáneos hablan de ángeles, pero los consideran productos de la imaginación literaria, y proyecciones de la conciencia estética del hombre, que se apoya en la idea de esos seres misteriosos para expresar reflexiones y fantasías del espíritu humano. La existencia de ángeles es negada finalmente por algunos autores protestantes, que los consideran un mito bíblico necesitado de nueva interpretación . Y con frecuencia este modo de pensar, busca difundirse, actualmente, en los medios de comunicación. A estas, y parecidas opiniones derivadas de ellas, se refería la Encíclica Humani Generis (1950) al afirmar que «algunos se plantean la cuestión de si los ángeles son criaturas personales» .

El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que «La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición» .

b) Son seres de naturaleza espiritual

El Catecismo de la Iglesia Católica precisa que «En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales  e inmortales ( Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello ( Dn 10, 9-12)» .

c) Fueron creados por Dios

Los ángeles han sido creados por Dios a partir de la nada. Son criaturas. No son aspectos de Dios ni emanaciones del ser divino. Tampoco son seres divinos intermedios entre el Altísimo y el mundo visible. Pertenecen al conjunto de la creación, que es visible e invisible.

Esta doctrina de fe se encuentra afirmada en los Credos y subrayada particularmente por el Concilio IV de Letrán (vide supra).

La Sagrada Escritura no describe la creación de los ángeles «pero al presentarlos como dependiendo completamente de Dios enseña implícitamente esta verdad» . La enseñanza bíblica sobre los seres angélicos se desarrolla por entero en el marco del más estricto monoteísmo.


Funciones de los seres angélicos

 Los ángeles contemplan siempre el rostro de Dios, le adoran y le dan gloria en el cielo. Esta alabanza de Dios constituye la perfección y felicidad de los ángeles. Es precisamente el estado o situación sobrenatural que llamamos cielo, que consiste en ver, amar y adorar a Dios. Puede decirse que la esencia del ser angélico es la adoración.

Los ángeles realizan en este sentido el fin más importante y profundo de la entera creación, que es la gloria de Dios.

«Bendecid a Yahvéh vosotros sus ángeles todos, alabadle todos sus ejércitos»

 El «Sanctus» de la liturgia eucarística no es otra cosa que el eco de lo que, según el profeta Isaías, repiten los ángeles en el cielo.

Dice Isaías: «Había ante El serafines… y los unos y los otros se gritaban y se respondían: Santo, Santo, Santo, Yahvéh de los ejércitos. La tierra está llena de tu gloria». La liturgia de la Iglesia, cuyo primer fin es doxológico o laudatorio, es como un reflejo de la liturgia del cielo, a la que trata de parecerse. En la Carta a los Hebreos leemos: «Vosotros os habéis aproximado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, y a las miríadas de ángeles, a la asamblea y congregación de los primogénitos, que están inscritos en los cielos» .

El Catecismo de la Iglesia Católica recoge esta enseñanza: «S. Agustín dice respecto a ellos: «El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel» .

Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan «constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mt 18, 10), son «agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra» (Sal 103, 20)» . Además, Cristo es el centro del mundo de los ángeles. Los ángeles le pertenecen: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles…» (Mt 35, 31). Le pertenecen porque fueron creados por y para El: «Por que en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él» (Col 1, 16)»

Sin abandonar la contemplación y la alabanza divinas, los ángeles intervienen en la historia de la salvación como mensajeros de Dios en su solicitud hacia los hombres. «Son espíritus servidores, enviados para ayudar a aquellos que han de heredar la salvación». Es tarea de los ángeles, por lo tanto, expresar y llevar a cabo la protección que Dios dispensa a la Creación humana y a cada uno de los que la componen. «El te encomendará a sus ángeles, para que te guarden en todos tus caminos».

«Desde la creación, donde los ángeles son llamados «hijos de Dios» y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal ( Gn 3, 24), protegen a Lot ( Gn 19), salvan a Agar y a su hijo ( Gn 21, 17), detienen la mano de Abraham ( Gn 22, 11), la ley es comunicada por su ministerio ( Hch 7, 53), conducen al pueblo de Dios ( Ex 23, 20-23), anuncian nacimientos  y vocaciones (Is 6, 6), asisten a los profetas (1 R 19, 5), por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el de Jesús (Lc 1, 11.26)»

«De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce «a su Primogénito en el mundo, dice: «adórenle todos los ángeles de Dios» (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: «Gloria a Dios…» (Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús ( Mt 1, 20; 2, 13.19), sirven a Jesús en el desierto ( Mc 1, 12; Mt 4, 11), lo reconfortan en la agonía ( Lc 22, 43), cuando El habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos ( Mt 26, 53) como en otro tiempo Israel ( 2 M 10, 29-30; 11,8). Son también los ángeles quienes «evangelizan» (Lc 2, 10) anunciando la Buena Nueva de la Encarnación ( Lc 2, 8-14), y de la Resurrección ( Mc 16, 5-7) de Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles ( Hb 1, 10-11), éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor ( Mt 13, 41; 25, 31; Lc 12, 8-9)» . «De aquí que toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles ( Hc 5, 18-20; 8, 26-29; 10, 3-8; 6-11; 27, 23-25)».

 «En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo; invoca su asistencia así en el  («Te pedimos humildemente…») del Canon romano .

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que «Desde la infancia (Mt 18, 10) a la muerte ( Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia ( Sal 34,8; 91, 10-13) y de su intercesión   ( Jb 33, 23-24; Za 1, 12; Tb 12, 12).

El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que Cristo «los ha hecho mensajeros de su designio de salvación: «¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?»» (Hb 1, 14)».


Sto. Tomás aclara algunos errores sobre los ángeles en su “Suma teológica”:

1) Los ángeles no tienen los mismos poderes que Dios.

– “Sólo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo son eternos”. “Los ángeles y todo lo que no es Dios, ha sido hecho por Dios” . El ángel “no está en todas partes, ni en muchos lugares, sino solamente en uno”

– “El ángel, al contrario de Dios, “sólo tiene un conocimiento general”. “En la mente de los ángeles están las semejanzas de las criaturas, pero no tomadas de ellas, sino de Dios, que es la causa de las criaturas y en quien primeramente existen las semejanzas de las cosas”

“Lo que es signo propio de la divinidad [como saber el futuro] no les corresponde a los ángeles”. Además, “conocer los pensamientos de los corazones es propio [sólo] de Dios”. “Aun cuando los ángeles bienaventurados contemplan la esencia divina, no por eso la comprenden, y, por lo tanto, no es necesario que sepan todo lo que hay en ella escondido.”

2) Los ángeles no son como los hombres ni pueden convertirse en hombres

– Los ángeles son “criaturas incorpóreas” , que “no tienen cuerpo al que estén unidos por naturaleza , pero que “algunas veces, toman cuerpo”  y “un lugar corpóreo, no como contenido, sino como el que de algún modo lo contiene” . No son limitados por el espacio, sino que su presencia limita el espacio.

– Son “cuerpos sensibles aptos para representar las propiedades inteligibles del ángel”, pero “de ningún modo se puede decir que los ángeles sienten por medio de los órganos corporales que asumen” . “Conocen las cosas sensibles presentes, pero sin ningún proceso discursivo” .

– “Ellos no tienen pasiones de concupiscencia, ni de temor, ni de audacia, que sea necesario moderar con la fortaleza y la templanza. Pero sí se les atribuye templanza en cuanto que hacen su voluntad moderadamente siguiendo lo ordenado por la voluntad divina. También la fortaleza, en cuanto que cumplen con entereza la voluntad divina. Todo esto se hace por la voluntad; no por el apetito irascible o el concupiscible”

3) Los ángeles bienaventurados no pueden pecar ni son promovidos de una jerarquía a otra

“Los ángeles bienaventurados no pueden pecar. El porqué de esto radica en que su bienaventuranza consiste en que ven a Dios por esencia. La esencia de Dios es la esencia de la bondad.”

– “El hecho de que entre los seres haya algunos que son superiores a otros, se debe a que aquéllos están más próximos y son más semejantes al ser primero, Dios”

  • “Así, pues, cada una de las criaturas racionales de tal manera es llevada por Dios a la bienaventuranza, que también es llevada por predestinación divina a un determinado grado de bienaventuranza. Por eso, conseguido aquel grado, no puede pasar a otro más elevado. […] ningún bienaventurado en modo alguno puede merecer, a no ser que sea terreno y eterno, como le sucedió a Cristo, el único que fue terreno y eterno a un tiempo.”

Dios ha encomendado a los arcángeles las misiones más importantes en relación a los hombres. Son guardianes de personas a quién Dios ha confiado grandes misiones, como del Santo Padre, cardenales, obispos. Según las Sagradas Escrituras hay siete arcángeles: “Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que tiene entrada a la gloria del Señor” (Tb 12,15) “Reciban gracia y paz de Aquel que Es, que era y que viene de parte de los Siete Espíritus que están delante de Su Trono” (Ap 1,4). Las Sagradas Escrituras mencionan el nombre de solo tres: Miguel (Ap 12.7-9) El nombre de Miguel significa “quién como Dios”. Es el que arrojó del cielo a Lucifer y a los ángeles que le seguían y quien mantiene la batalla contra Satanás y demás demonios para destruir su poder y ayudar a la Iglesia militante a obtener la victoria final.  Gabriel (Lc 1.11-20; 26-38) Aparece siempre como el mensajero de Yahvé para cumplir misiones especiales y como portador de noticias felices.  Rafael (Tobit 12.6, 15) En hebreo significa “Dios es fuerte”, “fortaleza de Dios”.  Su nombre quiere decir “medicina de Dios. Se le considera patrono de los viajeros por haber guiado a Tobías en sus viajes por tierra y por mar. Es patrono de los médicos (enfermedades de cuerpo y alma) por las curaciones que realizó en Tobit y Sara, el padre y la esposa de Tobías.

Los nombres de los otros cuatro arcángeles (San Uriel, San Barachiel ó Baraquiel, San Jehudiel y san Saeltiel) estos no aparecen en la Biblia, se encuentran en libros apócrifos de Enoc, el cuarto libro de Esdras y en la literatura rabínica, libros judíos antiguos. La Iglesia reconoce solamente los nombres que se encuentran en la Biblia. Los demás nombres pueden tenerse como referencia pero, no son doctrina de la Iglesia ya que provienen de libros que no son parte del canon de la Sagrada Escritura. Por lo mismo debemos tener cuidado con otros nombres dados a los ángeles porque algunos de los cuales son de origen ocultista o de la Nueva Era. Y para muestra algunos para que vean hasta donde puede llegar el sincretismo, (mezclar sin criterio todo tipo de creencias) Estos son los nombres de ángeles, organizados de acuerdo a la fecha de nacimiento de la persona: Vehuiah, Jeliel, Sitael, Elemiah, Mahasiah,  Achaiah, Cahetel, Haziel, Aladiah…Y muchos más.


Los Nueve Coros de ángeles. Jerarquía

Desde el Seudo Dionisio (siglo VI), Padre de la Iglesia, suelen enumerarse tres jerarquías con tres coros cada una, sumando un total de nueve Coros u Ordenes Angélicos.

Primera Jerarquía Serafines, Querubines y Tronos.  (Estos ángeles de la mas alta jerarquía se dedican exclusivamente a glorificar, amar y alabar a Dios en su presencia).

Segunda Jerarquía

Dominaciones, Virtudes y Potestades (gobiernan el espacio y las estrellas. Son los responsables del universo entero).

Tercera Jerarquía

Principados, Arcángeles y Ángeles. Son los que intervienen en todas nuestras necesidades; esto lo vemos también en la Biblia, cuando se nos presenta la intervención de los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael, vemos que directamente intervienen en la vida de los hombres, cada uno con su propia misión dada por el mismo Dios. También se les ha dado la misión de proteger naciones, ciudades e Iglesias. La visión del profeta Daniel es la que confirma esta misión. (Dn 7 y 8) El cuidado de la Iglesias se confirma con el pasaje de Ap. 1:20 cuando se refiere a los Ángeles de las siete Iglesias.

Algunos autores y Místicos, dividen a los ángeles entre asistentes al Trono Divino, y Mensajeros de Dios para cumplir diversas misiones por encargo suyo. Así por ejemplo, el Libro de Tobías tiene como personaje central al Arcángel Rafael, el cual desempeña un oficio protector admirable y nos muestra el Amor de Dios manifestado en el ministerio de los Ángeles: «Yo soy Rafael, uno de los siete Santos Ángeles que presentamos las oraciones de los justos y tiene entrada ante la majestad del Santo» (To. 12,15).


LA CAIDA DE LOS ANGELES

Dios creó a los ángeles como espíritus puros, todos se encontraban en estado de gracia, pero algunos, encabezados por Luzbel, el más bello de los ángeles, por su malicia y soberbia, se negaron a adorar a Jesucristo, por sentirse seres superiores y así rechazaron eternamente a Dios. Luzbel, llamado Lucifer, Diablo o Satán y los ángeles rebeldes que le siguieron, convertidos en demonios, fueron arrojados del Cielo y fueron confinados a un estado eterno de tormento en donde nunca más podrán ver a Dios. No cambiaron su naturaleza, siguen siendo seres espirituales y reales.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

391 Tras la elección desobediente de nuestros primeros padr es se halla una voz seductora, opuesta a Dios (cf. Gn 3,1-5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (cf. Sb 2,24). La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (cf. Jn 8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. «Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali» («El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos») (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 800).

392 La Escritura habla de un pecado de estos ángeles (2 P 2,4). Esta «caída» consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: «Seréis como dioses» (Gn 3,5). El diablo es «pecador desde el principio» (1 Jn 3,8), «padre de la mentira» (Jn 8,44).

393 Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda ser perdonado. «No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte» (S. Juan Damasceno, f.o. 2,4: PG 94, 877C).

394 La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama «homicida desde el principio» (Jn 8,44) y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre (cf. Mt 4,1-11). «El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo» (1 Jn 3,8). La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios.

395 Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños -de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física-en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero «nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» (Rm 8,28)

Satán (Mt 12,26) es una palabra de origen hebreo que significa impedir, oponerse, hostigar. Inicialmente hacía referencia a un enemigo terrestre. La primera vez que en la Biblia se refiere a un ser espiritual demoníaco es en el 1 Crónicas 21,1. El judaísmo tardío lo llama Belial y Beelzebub (Mt 12,27), príncipe de las tinieblas.

El nombre de Lucifer, significa estrella de la mañana, hace referencia a un texto de Isaías sobre la caída del rey de Babilonia, que la tradición cristiana asoció a Satán en conexión con Lucas 10,18:

“¡Cómo caíste desde el cielo, estrella brillante, hijo de la aurora!…has caído en las honduras del abismo” (Is 14,12-15)

 

Diablo (del griego), significa división, una persona que divide es una persona diabólica. La palabra demonio (Mt 12,28) es de origen griego y hace alusión a seres sobrenaturales peligrosos al hombre. En la tradición cristiana Satán o Satanás aparece como un ser espiritual, opuesto a la obra de Dios y como el tentador que intenta desviar al hombre del camino del bien y de la verdad. El satanismo es un conjunto de ritos y creencias que intentan rendirle culto a este ser y a los demonios.

El papa Pablo VI el 15 de Noviembre de 1972 en una audiencia general de la basílica de San Pedro, expresó lo siguiente:

“El mal que existe en el mundo, es el resultado de la intervención en nosotros y en nuestra sociedad de un agente oscuro y enemigo, el demonio. El mal no es ya sólo una deficiencia, sino un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad, misteriosa y pavorosa. El demonio es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. Sabemos que este ser oscuro y perturbador existe realmente y sigue actuando; es el que insidia sofisticamente el equilibrio moral del hombre, el pérfido encantador que sabe insinuarse en nosotros por medio de los sentidos, de la fantasía, de la concupiscencia, de la lógica utópica, o de las confusas relaciones sociales…”

La doctrina del Magisterio respecto a los demonios se encuentra en el Concilio IV de Letrán, año 1215 y se puede reducir a dos afirmaciones:

Aparte de Dios, todo cuanto existe ha sido creado por Dios. La Iglesia enseña que fue un ángel bueno, creado por Dios

Todo lo que en la creación se ha vuelto malo, ha adquirido esa condición por su propia culpa, pues era bueno cuando salió de las manos de Dios.

La victoria de Cristo sobre Satanás es de capital importancia en el Nuevo Testamento. Todo culmina en el destronamiento de todas las potencias del mal por Cristo. El hombre es personal y colectivamente responsable del mal. Sin nuestra perversidad carecerían de fuerza todas las potencias del mal.


Infestación, Opresión, Obsesion y Posesión:

Una forma ordinaria con la cual el demonio nos ataca es a través de la Tentación. Pero también hay cuatros maneras extremas puede influenciar Satanás en las cosas en las personas:

Infestación: Ataque al entorno de la persona (casa, habitación, animales, plantas, objetos, etc)

Obsesión: Acción de Satanás sobre la mente de las personas, pensamientos obsesivos e incontrolables. Pensamientos fijos y perversos, intensos y permanentes que llevan a una persona a alejarse de Dios cayendo innumerables veces en el mismo pecado que se ve como forzado en la voluntad a realizar

Opresión: Ataque psicológico, espiritual e incluso físico (enfermedades raras, golpes, ver cosas extraordinarias, estados de inconsciencia, cambio de carácter, alteración de la personalidad, repulsión por Dios, enfriamiento de la fe, rechazo de lo sagrado

Posesión: Grado máximo de la influencia del Maligno que tiene sometida fisca y psicológicamente a una persona. Sólo los sacerdotes autorizados por obispo, puede realizar un exorcismo, rito liberador de una posesión. La persona humana es poseída en su voluntad, en sus afectos y en su cuerpo, más nunca en su espíritu, (imagen y semejanza de Dios) por el maligno. Esta última presenta las siguientes características y todas tienen que ir juntas, pues aisladas se pueden explicar psiquiátricamente:

aFuerza corporal sobrehumana, agresiva y fuera de lo común, gritos

bDoble personalidad o múltiples personalidades.

cConocimiento de idiomas que no ha aprendido

dRechazo o burla de lo sagrado: rosario, imágenes religiosas, agua bendita, sacerdotes, misas, templos, virgen María

eSemblante obscuro, exceso de saliva y contorsiones corporales que no pueden explicarse por ataques convulsivos.

Todo esto es consecuencia de flirtear con el enemigo en rituales esotéricos y ocultistas, ouija, santería, brujería, espiritismo, metafísica de Cony Méndez, curso de milagros, Control mental Silva, amuletos, contras, adivinación, gnosticismo, rosacrucismo, astrología, o del alejamiento de Dios y de la iglesia que empobrece el sistema inmunológico espiritual de los individuos.


¿Angeles neutrales o dubitativos?

No es parte de nuestra Fe Católica:

Quienes afirman este pensamiento de fundan no en el dato Revelado (Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio), sino que en la Divina Comedia de Dante, que no es fuente de la fe.

En la Divina Commedia , Dante menciona a los perezosos y acidiosos en el Infierno y en el Purgatorio. En el Infierno los descubre en el ‘vestíbulo’, ‘bajo un cielo sin estrellas’, entre una vocinglera turbamulta de la que salían ‘ suspiros, quejas y profundos gemi­dos… Diversas lenguas, horribles blasfemias, palabras de dolor, acentos de ira, voces altas y roncas, acompañadas de palmadas, producían un tumulto que va rodando siempre por aquel espacio eternamente oscuro, como la arena impelida por un torbellino’. El florentino los denomina gl’ignavi , del latino ‘ignavus’: los ignavos, los indolentes, los perezosos; son questi sciaurati, che mai non fur vivi , ‘estos desventurados que nunca estuvieron verdaderamente vivos’ .

Dante supone la existencia de ciertos espíritus caídos distintos de los que siguieron a Lucifer en la rebelión angélica; se pensaba que estos no se plega­ron al pecado luciferino, pero mostraron vileza de ánimo al no osar oponerse al ángel rebelde. Por esta actitud, algunos teólogos medievales, y Dante con ellos, le asignaban como lugar de condena el vestíbulo de los ignavos como ángeles dubitativos e tonto [4] . De ellos comentó Boccaccio: ‘si los cielos recibieran esta clase de ángeles, que es viciosa, profanarían su belleza; por eso, para que esto no suceda, los arrojan y distancian de sí’.

A decir verdad, Dante usa más dureza con ellos que con otros vicios que describirá en los siguientes círculos del Infierno, muchos de los cuales incluso arrancarán lágrimas de conmiseración al Poeta. Para estos, en cambio, afirma que la misericordia y la justicia los desdeñan. La incuria de la pereza ha hecho que sus almas, en vida, no tuviesen consistencia; sólo ca­paces de provocar repulsión tanto en los que son de Dios cuanto en los enemigos de Dios. ‘Nunca vivieron de verdad’; son muertos vivientes que la misericordia del Cielo rechaza y la justicia del Infierno dantesco proscribe de su propio seno. Ellos, que en la tierra no abrazaron empresa alguna, son descritos por Dante como obligados por toda la eternidad a perseguir el giro veloz de una bandera que, por su vertiginosa rapidez, se hace irreconocible; ellos, los sin causa, están obligados a perseguir una causa que desconocen.

El Padre Fortea, exorcista y autor de Suma Demoniaca afirma que esos ángeles existen, pero no es que permanecieran neutrales, si no que se unieron casi in extremis al bando de San Miguel y ahora están en una especie de purgatorio hasta el fin de los tiempos, obedecen las órdenes de Dios y están salvados.


Los Nefilim o Nephilim

No es parte de nuestra Fe Católica:

La Teología Ortodoxa de Etiopía, fundada en el libro apócrifo de Enóc y la literatura protestante con influjo del judaísmo  hablan de los Nefilim producto de la unión sexual entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres fundados por una mala interpretación del  Génesis 6:1-4. Dicha postura no compatible con la antología cristiana, la Teología Católica, y el Magisterio.

Debe además señalarse que la palabra hebrea nephilim, que es traducida como gigantes en 6,4, puede significar «los caídos». Los Padres generalmente lo refieren a los hijos de Set, el linaje escogido. En 1 Sam. 19,9 se dice que un espíritu malo posee a Saúl, aunque es probablemente una expresión metafórica; más explícito es 1 Rey. 22,19-23, en donde se describe a un espíritu en medio del ejército celestial y que se ofrece, por invitación del Señor, para ser un espíritu mentiroso en la boca de los falsos profetas de Ajab.

Eusebio de Cesárea, Justino mártir, Clemente de Alejandría, Orígenes, Tertuliano, Ireneo de Lyon y Atenágoras de Atenas identifican los «hijos de Dios» con ángeles. Sexto Julio Africano (c. 160 – c. 240) condena la opinión de que los «hijos de Dios» eran ángeles, y san Agustín de Hipona, en su libro La ciudad de Dios dio la interpretación que se sigue desde entonces en la Iglesia Católica, que enseña que la expresión «hijos de Dios» en la Biblia debe utilizarse sólo para referirse a los descendientes de Set, llamados así por su amor de Dios, mientras que los que se unieron con los gigantes serían ángeles caídos, es decir, demonios. Julio Africano y Agustín para apoyarse citan a Mateo e interpretan una frase de Jesús que dice que «los Ángeles no se casan”.

Los Nefilim o Nephilim (en hebreo הנּפלים, nefilim, «los caídos») son, en la Biblia y otros escritos religiosos judíos y cristianos apócrifos tempranos, un pueblo llamados «de gigantes o titanes hijos de los «hijos de Dios» (בני האלהים, bnei ha’elohim) y las «hijas del hombre» (banot ha’adam) (Génesis 6:1-4). Según la traducción, el término nefilim se ha traducido variadamente por «gigantes» o «titanes» …

 En la Biblia existe lo que se le conoce como onomatopella, se refiere a la exageración de algunos eventos para dar significatividad a una enseñanza, efectivamente la palabra filisteos viene Ne-filim, y va encaminado al encuentro de David y Goliath, para enseñarnos que no importa cuan grande sea tu problema teniendo Fe en Dios, todo se puede lograr.

“Hay personas que creen que los llamados «Nefilin» son seres raros mezclado de hombres y angeles, el creer de que fueron angeles los que desendieron desde el cielo y se mezclaron con mujeres y luego de esa unión nacieran hibridos conocidos como Gigantes, es contradecir los mismo dichos de Jesús respecto de la naturaleza angelical: San Mateo 22:30 «pues en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo» Tomando en cuenta esto, la teoria de que los nefilin existieron o fueron hijos de angeles con humanas, no tendría mayor fundamento. Por otra parte, muchos estudiosos serios entienden en el texto del Genesis que los llamados «hijos de Dios» NO SON ANGELES sino los hijos de la línea de Set que fue obediente a Dios y por lo tanto «su hijo». Set era el hijo Adan y Eva que Dios dio en reemplazo de Abel. No debemos olvidar que tambien entrego la esperanza del Salvador que vendría del linaje de la mujer (Genesis 3:15), por lo que a satanas le importaba destruir la pureza del linaje de los hijos de Eva en Set, lo que comenzo con Caín induciendolo a matar a Abel, y luego tratando de persuadir a los hijos de Set a que se mezclaran con mujeres que eran paganas de la descendencia de Cain y no temian a Dios. En definitiva, en estos versiculos no vemos la mezcla de angeles con mujeres, sino más bien otro intento del diablo de torcer el santo linaje de nuestro Señor. “ (EWTN)

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