Cuidado con la vanagloria, con predicar lo que no se practica, con abusar de la autoridad…

Benedicto XVI, Ángelus del 30 de octubre del año 2011


Una llamada a la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. El Papa Emérito Benedicto XVI, recordaba el Evangelio  donde Jesucristo «reprocha a los escribas y fariseos, que ejercían el papel de maestros, que su conducta contraste abiertamente con la enseñanza que proponen a los demás con todo rigor».
«Dicen y no hacen, lían cargas pesadas e insoportables y las cargan sobre las espaldas de los hombres, mas ellos ni con el dedo las quieren mover», leemos en San Mateo, 23, 3-4. De esta forma, lamenta Benedicto XVI, «la buena doctrina es escuchada, pero corre el peligro de ser desmentida por una conducta incoherente».
Son los falsos maestros que piden lo que no cumplen, «maestros que oprimen la libertad de los demás en nombre de su propia autoridad». La conducta de Jesús es «exactamente la opuesta: Él es el primero en practicar el mandamiento del amor, que enseña a todos los demás, y por tanto puede decir que es un peso suave y ligero precisamente porque Él nos ayuda a llevarlo».
Por tanto, no hay más Maestro que Jesús, dijo el Papa reafirmando una verdad que ha querido dejar clara antes y después del acto de Así: «¡Él es nuestro verdadero y único Maestro! Por tanto, somos llamados a seguir al Hijo de Dios, al Verbo encarnado, que expresa la verdad de sus enseñanzas mediante su fidelidad a la voluntad del Padre y mediante el don de Sí mismo». El Papa recurrió a citas de San Buenaventura y  el Beato Antonio Rosmini, sacerdote y filósofo a cuyo pensamiento teológico dedica este domingo L´Osservatore Romano un amplio espacio.
«Jesús condena firmemente la vanagloria», añade: actuar para ser admirado por los demás, como enseña el pasaje evangélico citado, «nos sitúa a merced de la aprobación humana, lo que rompe los valores que fundan la autenticidad de la persona».
El Señor Jesús, por el contrario, «se presentó al mundo como un siervo, despojándose totalmente de sí mismo y rebajándose hasta ofrecer en la cruz la más elocuente lección de humildad y de amor. De su ejemplo surge una propuesta de vida: «El mayor entre vosotros será vuestro servidor» (Mt 23, 11)».
Algo que, concluye, deben meditar «quienes en la comunidad cristiana son llamados al ministerio de la enseñanza, para que puedan siempre atestiguar con sus obras las verdades que transmiten con la palabra».

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