“Placuit Deo”: La salvación no se reduce a una praxis, gnosis o sentimiento

 

De diversas maneras el Santo Padre, Papa Francisco a manifestado su preocupación por 2 fuertes corrientes heréticas que  buscan influir en el pensamiento tradicional cristiano.  Por un lado las doctrinas del monje irlandés Pelagio, criticadas por San Agustín y condenadas por el Concilio de Efeso en 451. Según la herejía pelagiana, el pecado original no habría contaminado verdaderamente la naturaleza humana, por lo que el hombre sería capaz de elegir el bien y no pecar por sí mismo sin la ayuda de la gracia. La vuelta del pelagianismo fue denunciada por algunas voces durante las últimas décadas, en relación con el hecho de que el “hiper-activismo” (la confianza en los planes y en los proyectos humanos, creer que la Iglesia es resultado de la acción humana) termina por vaciar la acción de la gracia y se reduce completamente a las capacidades del hombre.

Fue justamente el entonces cardenal Joseph Ratzinger habló al respecto sobre el «pelagianismo» durante un curso de ejercicios espirituales en 1986 (y publicados en 2009 bajo el título de “Ver a Cristo: ejemplos de fe, esperanza y caridad”), donde afirmó: «La otra cara del mismo vicio es el pelagianismo de los píos. Ellos no quieren tener ningún perdón y, en general, ningún don de Dios. Ellos quieren estar en orden: ningún perdón, sino justa recompensa. Querrían no esperanza, sino seguridad. Con un duro rigorismo de ejercicios religiosos, con oraciones y acciones, ellos quieren procurarse un derecho a la bienaventuranza. Les falta la humildad esencial para cualquier amor, la humildad de recibir dones más allá de nuestras acciones y lo que merecemos. La negación de la esperanza a favor de la seguridad ante la que ahora nos encontramos se funda en la incapacidad de vivir la tensión hacia lo que debe venir y abandonarse a la bondad de Dios. Así, este pelagianismo es una apostasía del amor y de la esperanza, pero, en lo profundo, también de la fe».

¿Por qué el Papa Francisco se ha referido al pelagianismo? Las grandes controversias dogmáticas de los primeros siglos de la Iglesia no son arqueología. En esos tiempos se debatieron cuestiones esenciales sobre la vida del hombre y sobre el valor de la libertad que explican todavía nuestra vida cotidiana. No hace mucho, David Brooks utilizaba en su columna de New York Times la herejía del donatismo para dar claves sobre la actualidad.

¿Qué fue (es) el pelagianismo? «Este es el oculto veneno de vuestro error, que pretendéis que la gracia de Cristo consista en su ejemplo y no en el don de su persona», explica San Agustín. Un cristianismo sin Cristo, sin Resurrección. El hombre con su esfuerzo estaría condenado a seguir a un Jesús que no está presente. En lugar de esa fascinante novedad que supone en la verdadera experiencia cristiana el entretejerse misterioso de gracia y libertad, sólo la voluntad. Como si no se hubiera producido mutación alguna.

En una entrevista de aquel gran semanario italiano que fue Il Sabato, en el año 90, Ratzinger aseguraba que el debate de Agustín con Pelagio se producía en un contexto «en un cierto modo parangonable» al actual. «Vivimos -decía- en un mundo paganizante, racionalista, en el que el Misterio es difícilmente accesible. Es un mundo, el nuestro, que puede aceptar la necesidad de normas morales, pero que no comprende que hay Uno que puede perdonar y reconstruir la plenitud de nuestra vida. Abrir el horizonte del Misterio significa también reconstruir las evidencias humanas perdidas. Esta es la gran misión de la Iglesia hoy, que no se puede llevar a cabo sin un testimonio vivido. Gracias a la vida realizada puede ser visible la dimensión del Misterio, del perdón, de la cristología. Si nos mantenemos en un nivel puramente intelectual, como es la gran tentación en un mundo intelectualizado en el que falta la experiencia de la fe, entonces es normal convertirse en un pelagiano». Pero no, gracias al cielo, no estamos condenados a los manuales de autoyuda. No estamos solos con nuestras solas fuerzas.

Es también muy alarmante la segunda preocupación expresada Francisco y que parece aludir a los pronunciamientos de la Congregación para la Doctrina de la Fe en contra de filosofías y corrientes de pensamiento que acaban «vaciando» el misterio de la encarnación. Se trata «una corriente gnóstica. Estos panteísmos…». El gnosticismo es un movimiento filosófico-religioso, particularmente difundido entre los siglos II y IV, que se encuentra particularmente presente en algunas tendencias como el “New Age”. Tanto el pelagianismo como la gnosis son «corrientes de élite», pero la segunda es «de una elite más formada. Supe de una superiora general que alentaba a las hermanas de su congregación a no rezar en la mañana, sino a darse un baño espiritual en el cosmos, cosas así… ¡Me preocupan porque se saltan la encarnación! Y el Hijo de Dios se hizo carne nuestra, el Verbo se hizo carne, y en América Latina tenemos carne para tirar al techo! Qué pasa con los pobres, los dolores, ésa es nuestra carne…

 

“Placuit Deo”

Fue publicada en la mañana del jueves, 1 de marzo del 2018, la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe, “Placuit Deo”, dirigida a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la salvación cristiana.

“Se espera que con esta Carta se pueda ayudar a los fieles para que tomen mayor conciencia de su dignidad de hijos de Dios. La salvación no puede reducirse simplemente a un mensaje, a una praxis, o a una gnosis ni siquiera a un sentimiento interior”, lo dijo Mons. Luis Francisco Ladaria Ferrer, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la presentación de la Carta de este Dicasterio titulada, “Placuit Deo” y dirigida a los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la salvación cristiana, la mañana de este jueves, 1 de marzo en la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

 

Dos tendencias en el mundo contemporáneo

El Documento, señala el Prefecto, “pretende resaltar, en el surco de la gran tradición de la fe y con particular referencia a la enseñanza del Papa Francisco, algunos aspectos de la salvación cristiana que hoy pueden ser difíciles de comprender debido a las recientes transformaciones culturales”.

Para el hombre de hoy, subraya Mons. Ladaria, la comprensión del anuncio cristiano que proclama a Jesús como el único Salvador de todo el hombre y de toda la humanidad, es percibida con dificultad por dos tendencias en el mundo contemporáneo. Por un lado, el individualismo centrado en el sujeto autónomo tiende a ver al hombre como un ser cuya realización depende únicamente de su fuerza. Por otro lado, se extiende la visión de una salvación meramente interior, la cual tal vez suscite una fuerte convicción personal, o un sentimiento intenso, de estar unidos a Dios, pero no llega a asumir, sanar y renovar nuestras relaciones con los demás y con el mundo creado.

Desde esta perspectiva, afirma el Prefecto, se hace difícil comprender el significado de la Encarnación del Verbo, por la cual se convirtió miembro de la familia humana, asumiendo nuestra carne y nuestra historia, por nosotros los hombres y por nuestra salvación.

 

Pelagianismo y gnosticismo

El Santo Padre, en su Magisterio ordinario, evidencia Mons. Ladaria, muchas veces hace referencia a estas dos tendencias que se asemejan, en algunos aspectos, a dos antiguas herejías: el pelagianismo y el gnosticismo. “En nuestros tiempos, prolifera una especia de neo-pelagianismo para el cual el individuo, radicalmente autónomo, pretende salvarse a sí mismo, sin reconocer que depende, en lo más profundo de su ser, de Dios y de los demás. La salvación es entonces confiada a las fuerzas del individuo, o las estructuras puramente humanas, incapaces de acoger la novedad del Espíritu de Dios”. Y también, un cierto neo-gnosticismo, por su parte, presenta una salvación meramente interior, encerrada en el subjetivismo, que consiste en elevarse «con el intelecto hasta los misterios de la divinidad desconocida».

 

La salvación consiste en nuestra unión con Cristo

Frente a estas tendencias, precisa el Prefecto, “la presente Carta desea reafirmar que la salvación consiste en nuestra unión con Cristo, quien, con su Encarnación, vida, muerte y resurrección, ha generado un nuevo orden de relaciones con el Padre y entre los hombres, y nos ha introducido en este orden gracias al don de su Espíritu, para que podamos unirnos al Padre como hijos en el Hijo, y convertirnos en un solo cuerpo en el «primogénito entre muchos hermanos» (Rom 8, 29)”.

 

Documento Completo

 

Algunas citas relevantes del Documento

“Por un lado, el individualismo centrado en el sujeto autónomo tiende a ver al hombre como un ser cuya realización depende únicamente de su fuerza[3]. En esta visión, la figura de Cristo corresponde más a un modelo que inspira acciones generosas, con sus palabras y gestos, que a Aquel que transforma la condición humana…”

“Por otro lado, se extiende la visión de una salvación meramente interior, la cual tal vez suscite una fuerte convicción personal, o un sentimiento intenso, de estar unidos a Dios, pero no llega a asumir, sanar y renovar nuestras relaciones con los demás y con el mundo creado.”

“En nuestros tiempos, prolifera una especia de neo-pelagianismo para el cual el individuo, radicalmente autónomo, pretende salvarse a sí mismo, sin reconocer que depende, en lo más profundo de su ser, de Dios y de los demás. La salvación es entonces confiada a las fuerzas del individuo, o las estructuras puramente humanas, incapaces de acoger la novedad del Espíritu de Dios.” 

“Un cierto neo-gnosticismo, por su parte, presenta una salvación meramente interior, encerrada en el subjetivismo, que consiste en elevarse «con el intelecto hasta los misterios de la divinidad desconocida».”

“La presente Carta desea reafirmar que la salvación consiste en nuestra unión con Cristo, quien, con su Encarnación, vida, muerte y resurrección, ha generado un nuevo orden de relaciones con el Padre y entre los hombres, y nos ha introducido en este orden gracias al don de su Espíritu, para que podamos unirnos al Padre como hijos en el Hijo, y convertirnos en un solo cuerpo en el «primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8, 29).”

“…Si bien la cuestión de la salvación se presenta como un compromiso por un bien mayor, también conserva el carácter de resistencia y superación del dolor. A la lucha para conquistar el bien, se une la lucha para defenderse del mal: de la ignorancia y el error, de la fragilidad y la debilidad, de la enfermedad y la muerte.”

“La fe en Cristo nos enseña, rechazando cualquier pretensión de autorrealización, que solo se pueden realizar plenamente si Dios mismo lo hace posible, atrayéndonos hacia Él mismo. La salvación completa de la persona no consiste en las cosas que el hombre podría obtener por sí mismo, como la posesión o el bienestar material, la ciencia o la técnica, el poder o la influencia sobre los demás, la buena reputación o la autocomplacencia.”

“Nada creado puede satisfacer al hombre por completo, porque Dios nos ha destinado a la comunión con Él y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Él.”

“La revelación, de esta manera, no se limita a anunciar la salvación como una respuesta a la expectativa contemporánea. «Si la redención, por el contrario, hubiera de ser juzgada o medida por la necesidad existencial de los seres humanos, ¿cómo podríamos soslayar la sospecha de haber simplemente creado un Dios Redentor a imagen de nuestra propia necesidad?»”

“Pecando, el hombre ha abandonado la fuente del amor y se ha perdido en formas espurias de amor, que lo encierran cada vez más en sí mismo. Esta separación de Dios – de Aquel que es fuente de comunión y de vida – que conduce a la pérdida de la armonía entre los hombres y de los hombres con el mundo, introduciendo el dominio de la disgregación y de la muerte (cf. Rm 5, 12). En consecuencia, la salvación que la fe nos anuncia no concierne solo a nuestra interioridad, sino a nuestro ser integral. Es la persona completa, de hecho, en cuerpo y alma, que ha sido creada por el amor de Dios a su imagen y semejanza, y está llamada a vivir en comunión con Él.”

“La buena noticia de la salvación tiene nombre y rostro: Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador. «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»”

“…Aparece, en la vida de Jesús, una admirable sinergia de la acción divina con la acción humana, que muestra la falta de fundamento de la perspectiva individualista. Por un lado, de hecho, el sentido descendiente testimonia la primacía absoluta de la acción gratuita de Dios; la humildad para recibir los dones de Dios, antes de cualquier acción nuestra, es esencial para poder responder a su amor salvífico. Por otra parte, el sentido ascendiente nos recuerda que, por la acción humana plenamente de su Hijo, el Padre ha querido regenerar nuestras acciones, de modo que, asimilados a Cristo, podamos hacer «buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos» (Ef 2, 10).”

“…Este camino no es un camino meramente interno, al margen de nuestras relaciones con los demás y con el mundo creado. Por el contrario, Jesús nos ha dado un «camino nuevo y viviente que él nos abrió a través del velo del Templo, que es su carne» (Hb 10, 20).”

“El lugar donde recibimos la salvación traída por Jesús es la Iglesia, comunidad de aquellos que, habiendo sido incorporados al nuevo orden de relaciones inaugurado por Cristo, pueden recibir la plenitud del Espíritu de Cristo (Rm 8, 9). Comprender esta mediación salvífica de la Iglesia es una ayuda esencial para superar cualquier tendencia reduccionista. La salvación que Dios nos ofrece, de hecho, no se consigue sólo con las fuerzas individuales, como indica el neo-pelagianismo, sino a través de las relaciones que surgen del Hijo de Dios encarnado y que forman la comunión de la Iglesia.”

“…La mediación salvífica de la Iglesia, «sacramento universal de salvación»[19], nos asegura que la salvación no consiste en la autorrealización del individuo aislado, ni tampoco en su fusión interior con el divino, sino en la incorporación en una comunión de personas que participa en la comunión de la Trinidad.”

“La participación, en la Iglesia, al nuevo orden de relaciones inaugurado por Jesús sucede a través de los sacramentos, entre los cuales el bautismo es la puerta, y la Eucaristía, la fuente y cumbre.”

“Con la gracia de los siete sacramentos, los creyentes crecen y se regeneran continuamente, especialmente cuando el camino se vuelve más difícil y no faltan las caídas. Cuando, pecando, abandonan su amor a Cristo, pueden ser reintroducidos, a través del sacramento de la Penitencia, en el orden de las relaciones inaugurado por Jesús, para caminar como ha caminado Él (cf. 1 Jn 2, 6).”

“Gracias a los sacramentos, los cristianos pueden vivir en fidelidad a la carne de Cristo y, en consecuencia, en fidelidad al orden concreto de relaciones que Él nos ha dado. Este orden de relaciones requiere, de manera especial, el cuidado de la humanidad sufriente de todos los hombres, a través de las obras de misericordia corporales y espirituales.”

“Mientras se dedica con todas sus fuerzas a la evangelización, la Iglesia continúa a invocar la venida definitiva del Salvador, ya que «en esperanza estamos salvados» (Rm 8, 24). La salvación del hombre se realizará solamente cuando, después de haber conquistado al último enemigo, la muerte (cf. 1 Co 15, 26), participaremos plenamente en la gloria de Jesús resucitado, que llevará a plenitud nuestra relación con Dios, con los hermanos y con toda la creación. La salvación integral del alma y del cuerpo es el destino final al que Dios llama a todos los hombres.”

 

Renato Martinez, Eclesia Digital