Hay algunos que son los últimos y serán los primeros y los primeros serán los últimos

 

+Santo Evangelio:

 

Evangelio según San Lucas 13,22-30. 

Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.

Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?». El respondió:

«Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.

En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Y él les responderá: ‘No sé de dónde son ustedes’.

Entonces comenzarán a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas’.

Pero él les dirá: ‘No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!’.

Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera.

Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.

Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos».

 

+Padres de la Iglesia:

San Basilio, in Reg. brev. ad inter., 240

Así como en la vida humana el camino que se aparta de la rectitud es muy ancho, así el que sale del que conduce al reino de los cielos se encuentra en una gran extensión de errores. El camino recto es estrecho y tiene pendientes peligrosas, tanto a la izquierda como a la derecha; como sucede en un puente, desde el cual se cae al agua inclinándose a un lado o a otro.

En efecto, el alma vacila siempre, cuando reflexiona en la eternidad se decide por la virtud. Pero cuando mira lo presente prefiere los placeres de la vida. Aquí ve la sensualidad y los deleites de la carne, allí la sujeción y la servidumbre y cautiverio de la misma. Aquí la embriaguez, allí la sobriedad. Aquí las risas disolutas, allí la abundancia de lágrimas. Aquí las danzas, allí la oración. Aquí el canto, allí el llanto. Aquí la lujuria, allí la castidad.

San Agustín. De verb. Dom. serm. 31, ut sup

El Señor confirmó lo que oyó, esto es, que son pocos los que se salvan, porque entran pocos por la puerta estrecha. Dice esto mismo en otro lugar ( Mt 7): «Es estrecho el camino que conduce a la salvación y son pocos los que andan por él». Por esto añade: «Porque os digo que muchos procurarán entrar”.

De verb. Dom., serm. 32

No se contradice el Señor al decir que son pocos los que entran por la puerta estrecha, cuando en otro lugar dice ( Mt 8,11): «Vendrán muchos del Oriente», etc. Son pocos en comparación de los que se pierden y muchos en la sociedad de los ángeles. Apenas se ven los granos cuando son trillados en la era, pero son tantos los granos que salen de esta era, que llenan el granero del cielo.

San Cirilo, ubi sup

No parece que el Salvador satisface al que pregunta si son muchos los que se salvan, cuando dice cuál es el camino por donde cada uno puede justificarse. Pero debe advertirse que el Salvador no acostumbraba a responder a los que le preguntaban, según lo que pensaban, cuando lo hacían sobre cosas sin importancia, sino atendiendo a lo que pudiera ser útil a los que le escuchaban. ¿Qué podría importar a los que oían si eran muchos o pocos los que se salvaban? Más necesario era saber el modo por el cual podría salvarse cada uno. Así que por su bondad, o contestando a las preguntas vanas directamente, lo hace hablando de lo que es más necesario.

+Catecismo:

830: La palabra «católica» significa «universal» en el sentido de «según la totalidad» o «según la integridad». La Iglesia es católica en un doble sentido:

Es católica porque Cristo está presente en ella. «Allí donde está Cristo Jesús, está la Iglesia Católica» (S. Ignacio de Antioquía). En ella subsiste la plenitud del Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza (ver Ef 1, 22-23), lo que implica que ella recibe de Él «la plenitud de los medios de salvación» (AG 6) que Él ha querido: confesión de fe recta y completa, vida sacramental íntegra y ministerio ordenado en la sucesión apostólica. La Iglesia, en este sentido fundamental, era católica el día de Pentecostés (ver AG 4) y lo será siempre hasta el día de la Parusía.

831: Es católica porque ha sido enviada por Cristo en misión a la totalidad del género humano (ver Mt 28, 19):

Todos los hombres están invitados al Pueblo de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos, para que así se cumpla el designio de Dios, que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió reunir a sus hijos dispersos… Este carácter de universalidad, que distingue al pueblo de Dios, es un don del mismo Señor. Gracias a este carácter, la Iglesia Católica tiende siempre y eficazmente a reunir a la humanidad entera con todos sus valores bajo Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu (LG 13).

1036: Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión: «Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran» (Mt 7, 13-14):

Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra, mereceremos entrar con Él en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde “habrá llanto y rechinar de dientes” (LG 48).

 

+Pontífices:

Benedicto XVI

“También la liturgia de hoy nos propone unas palabras de Cristo iluminadoras y al  mismo tiempo desconcertantes. Durante su última subida a Jerusalén, uno le pregunta:  «Señor, ¿serán pocos los que se salven?». Y Jesús le responde:  «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán» (Lc 13, 23-24). ¿Qué significa esta «puerta estrecha»? ¿Por qué muchos no logran entrar por ella? ¿Acaso se trata de un paso reservado sólo a algunos elegidos?

Si se observa bien, este modo de razonar de los interlocutores de Jesús es siempre actual:  nos acecha continuamente la tentación de interpretar la práctica religiosa como fuente de privilegios o seguridades. En realidad, el mensaje de Cristo va precisamente en la dirección opuesta:  todos pueden entrar en la vida, pero para todos la puerta es «estrecha». No hay privilegiados. El paso a la vida eterna está abierto para todos, pero es «estrecho» porque es exigente, requiere esfuerzo, abnegación, mortificación del propio egoísmo.

Una vez más, como en los domingos pasados, el evangelio nos invita a considerar el futuro que nos espera y al que nos debemos preparar durante nuestra peregrinación en la tierra. La salvación, que Jesús realizó con su muerte y resurrección, es universal. Él es el único Redentor, e invita a todos al banquete de la vida inmortal.

Pero con una sola condición, igual para todos:  la de esforzarse por seguirlo e imitarlo, tomando sobre sí, como hizo él, la propia cruz y dedicando la vida al servicio de los hermanos. Así pues, esta condición para entrar en la vida celestial es única y universal.

En el último día —recuerda también Jesús en el evangelio— no seremos juzgados según presuntos privilegios, sino según nuestras obras. Los «obradores de iniquidad» serán excluidos y, en cambio, serán acogidos todos los que hayan obrado el bien y buscado la justicia, a costa de sacrificios. Por tanto, no bastará declararse «amigos» de Cristo, jactándose de falsos méritos:  «Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas» (Lc 13, 26). La verdadera amistad con Jesús se manifiesta en el modo de vivir:  se expresa con la bondad del corazón, con la humildad, con la mansedumbre y la misericordia, con el amor por la justicia y la verdad, con el compromiso sincero y honrado en favor de la paz y la reconciliación.

Podríamos decir que este es el «carné de identidad» que nos distingue como sus «amigos» auténticos; es el «pasaporte» que nos permitirá entrar en la vida eterna.”  (26 de agosto de 2007)

+Papa Francisco

 

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