Llamamiento del Rey Eternal

 

Con esta meditación, inicia san Ignacio la segunda semana de Ejercicios. Es el fundamento de todas las meditaciones de la vida de nuestro Señor Jesucristo que iremos meditando hasta “la contemplación para alcanzar amor”, con la que el santo termina las cuatro semanas de ejercicios espirituales. Cristo nos llama a seguirle de cerca, a imitarle, a amarle de todo corazón, a compartir sus alegrías y sufrimientos. Nos llama a trabajar para establecer en el mundo su reinado de paz, alegría, gozo, amor.

San Rafael María nos pregunta: “Suponte que estás en tu casa, enfermo, lleno de cuidados atenciones, pero un día vieras pasar debajo de tu ventana a Jesús, seguido de una turba de pecadores, de pobres, de enfermos, de leprosos… Si vieras que Jesús te llamaba y te daba un puesto en su séquito, y te mirase con esos ojos divinos que desprendían amor, ternura y perdón y te dijera: “¿Por qué no me sigues?” ¿Qué harías? ¿Acaso le ibas a responder: Señor, te seguiría si me dieses un enfermero, te seguiría si estuviese sano y fuerte para poderme valer? No, Si hubieras visto la dulzura de los ojos de Jesús te hubieras levantado de tu lecho sin pensar en ti para nada, te hubieras unido a la comitiva de Jesús y le hubieras dicho: Voy, Señor, no me importan mis dolencias, ni la muerte, ni comer ni dormir; si Tú me admites, voy; si Tú quieres puedes sanarme; no me importa que el camino por donde me lleves sea abrupto, difícil y esté lleno de espinas; no me importa si quieres que muera contigo en la cruz, voy Señor, porque eres Tú el que me promete una recompensa eterna, eres Tú el que perdona, el que salva, eres Tú el único que llena mi alma. Ni aun sufrir hasta el fin del mundo, merece la pena de dejar de seguir a Jesús.

La oración preparatoria sea la sólita: “pedir gracia, a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad.” No nos cansemos de pedir. Nuestro Señor nos dice: “Pedid y recibiréis”. Una y mil veces, la oración de petición no se ha de dejar nunca, aunque el alma haya alcanzado la perfección, el matrimonio místico.

El primer preámbulo es “composición viendo lugar. Será aquí ver, con la vista imaginativa, sinagogas, villas y castillos, por donde Cristo nuestro Señor predicaba”. Ver y oír a Cristo que nos habla hoy por boca del Sumo Pontífice Francisco, por los obispos en comunión con él, los sacerdotes, religiosos, el director espiritual. Y, sobre todo, que nos habla en la Eucaristía, en el Santísimo Sacramento del altar.” ¡Oh rey mío! ¡Quien supiera ahora representar la majestad que tenéis cuando habláis al alma!” (Sta. Teresa de Jesús).

El segundo preámbulo es: “demandar la gracia que quiero. Será aquí pedir aquí la gracia a Nuestro Señor, para que no sea sordo a su llamamiento, mas presto y diligente para cumplir su santísima voluntad”. Jesús nos llama a cumplir su santísima voluntad. A dejar, de una vez por todas, nuestra mundanizada voluntad, para cumplir siempre y en todo la voluntad de Dios. En la primera semana conocimos que nos apartamos de nuestro fin. San Ignacio nos invita ahora a volver al buen camino para perseverar siempre en él. Con la gracia de Dios y la maternal protección de la Virgen María, conseguiremos imitar a Dios nuestro Señor hasta donde pueden las fuerzas humanas. Cristo cuenta con nosotros para la salvación de las almas, para la nueva evangelización.

“El primer punto es poner delante de mi, un rey humano, elegido de la mano de Dios nuestro Señor, a quien reverencia y obedecen todos los príncipes y todos los hombres cristianos”. Un rey, como san Fernando o una reina como Isabel la castilla que nos llaman, una vez más, a la reconquista de España para Dios. Un hombre de Dios que nos llama a una cruzada contra el aborto y todas las leyes antihumanas y anticristianas de esta democracia agnóstica y atea. Un rey fuerte y valiente, afable y recto que le hace amable y digno de respeto a los suyos y terrible a los enemigos.

“El segundo punto es mirar como este rey habla a todos los suyos, diciendo: “Mi voluntades de conquistar toda la tierra de infieles. Por tanto, quien quisiere venir conmigo ha de ser contento de comer como yo, y así de beber y vestir, etc. Asimismo ha de trabajar conmigo en el día, y vigilar en la noche, etc.; porque así después tenga parte conmigo en la victoria, como ha tenido en los trabajos”

Este rey humano no dice ¡Marchad! ¡Sino venid! Nadie marchara delante de mi ¡seguidme!

El tercer punto, “es considerar que deben responder buenos súbditos, a rey tan liberal y tan humano, y por consiguiente, si alguno no aceptase la petición de tal rey, cuanto seria digno de ser vituperado por todo el mundo y tenido por perverso caballero”, mal militar, soldado cobarde.

San Ignacio no dice nada de la respuesta de los buenos súbditos a la llamada de su rey. La historia nos enseña que la unión de reyes y súbditos católicos han realizado gestas grandiosas en honor de dios y de la patria. Hoy hacen falta jefes de Estado católicos que emprendan grandes campañas en defensa de la verdad y la justicia, a las que corresponderían fieles católicos alistándose para combatir en primera línea. El Papa Francisco, nos ha dicho que tenemos que ser valientes en esta “guerra de Dios”, en la que el diablo y sus sicarios están haciendo grandes maldades.

Que la Virgen Santísima suscite a los hombres y mujeres que, fieles al Magisterio emprenda una nueva cruzada en defensa de los derechos de Dios y de la Iglesia. No seamos sordos a su llamamiento más prestos y diligentes para combatir los nobles combates de la fe por la salvación de las almas.

P. Manuel Martínez Cano

 

 

Textos:

1)· Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola (PDF)

 

2)· Manual del Ejercitante (PDF)

 

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