Entre las dulces y luminosas enseñanzas del santo Evangelio, no hay ninguna tan suave y eficaz como la que nos manda que nos convirtamos y hagamos como niños. 

No sólo se trata de un consejo de perfección, sino de un medio de salvación, enseñado por el mismo Jesucristo, en el santo Evangelio, y repetido por Él en diferentes ocasiones.

«En aquella hora se acercaron los discípulos a Jesús, y le hicieron esta pregunta: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?» Y Jesús, llamando a un niño, lo colocó en medio de ellos. Y dijo: «En verdad os digo que, si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños, no entraréis en el reino de los cielos. Cualquiera, pues, que se humillare como este niño, éste será el mayor en el reino de los cielos. Y el que acogiere un niño tal, en nombre mío, a mi me acoge.» (San Mateo, capítulo XVIII, v. 1-5.)

«En verdad os digo, que quien no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él.» (san Lucas, cap.XVIII, v. 17.)

«Dejad en paz a los niños, y no les estorbéis de venir a mí; porque de los que son como ellos es el reino de los cielos.» (San Mateo, cap. XIX, v. 14.)

Sobre estas enseñanzas del buen Jesús, hace los siguientes comentarios el Papa Benedicto XV, de feliz memoria (1):

«Conviene parar mientes en la fuerza de este lenguaje divino, pues no le basta al Hijo de Dios afirmar, con acento positivo, que el reino de los cielos es de los niños: de los tales es el reino de los cielos, o que aquel que se hiciere como un niño, será el mayor en el reino de los cielos; sino que enseña de una manera explícita la exclusión de su reino de aquellos que no se hacen semejantes a los niños. Cuando un maestro expone una lección en formas tan variadas, ¿no quiere acaso significar que tiene, en ello, puesto el corazón? Si se esfuerza tanto, en inculcarla a sus discípulos, ello es debido a que desea, mediante una u otra expresión, dárnosla a entender más seguramente. Debemos, pues, deducir que el divino Maestro intenta expresamente que sus discípulos vean, en la infancia espiritual, la condición necesaria para obtener la vida eterna.»

«Ante la insistencia y la firmeza de estas enseñanzas, parecería imposible encontrar un alma que descuidase todavía andar por el camino de la confianza y del abandono; tanto más, repetimos, cuanto que la divina palabra, no sólo por la generalidad de la forma, sino por una indicación especial, declara que esta norma de conducta es obligatoria, aun para aquellos que han perdido ya la ingenuidad infantil. Creen algunos que el camino de la confianza y del abandono está reservado únicamente para las almas candorosas, que todavía no han sido privadas de las gracias de la edad juvenil por la malicia. No conciben posible la infancia espiritual en aquellos que han perdido la primera simplicidad. Pero, ¿por ventura las palabras del divino Maestro: Si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños, no indican la necesidad de un cambio, de un trabajo? Si no os volvéis, he aquí señalado el cambio que han de realizar los discípulos de Jesucristo, para convertirse en niños. Y ¿quién ha de convertirse en niño, sino aquel que ya no lo es? Si no os hacéis semejantes a los niños, he aquí ahora señalado el trabajo: porque se comprende que un hombre haya de trabajar para ser o parecer lo que jamás ha sido o lo que ya no es; pero, como sea que el hombre no puede no haber sido niño, las palabras: Si no os hacéis como niños, importan la obligación de trabajar en la reconquista de los dones de la infancia. Seria ridículo pensar en volver a adquirir el aspecto y la debilidad de la edad infantil; pero no es contrario a la razón descubrir en el texto evangélico el precepto igualmente dirigido a los hombres de edad madura, de volver a la práctica de las virtudes de la infancia espiritual.»

Difícilmente encontraremos una explicación más clara y más autorizada que ésta, sobre la infancia evangélica, propuesta por Jesucristo a todos sus seguidores.

        Infancia espiritual según Francisco Canals Vidal

 

El secreto de la santidad para todos

El papa Benedicto XV nos dice, en su hermoso discurso sobre la Santa de Lisieux que «llegó al heroísmo de la perfección por la práctica de las virtudes, que derivan de la infancia espiritual». Añade también que «todos vemos como los fieles de todas las naciones, edad, sexo y condición, han de entrar generosamente por este camino, por el cual Santa Teresa del Niño Jesús llegó al heroísmo de la virtud». «Toda la vida de la Santa está caracterizada por los méritos de la infancia espiritual. AQUÍ ESTÁ EL SECRETO DE LA SANTIDAD… para todos los fieles de todo el mundo.» «Deseamos, pues, que el secreto de la santidad de Sor Teresa del Niño Jesús, no quede oculto a ninguno de nuestros hijos.»

«Tenemos motivos para esperar que el ejemplo de la nueva heroína francesa hará que crezca el numero de los cristianos perfectos, no solamente en su nación, sino entre todos los hijos de la Iglesia Católica.»

Con estas palabras tan alentadoras, el papa Benedicto XV propone este camino evangélico de perfección bajo la guía de aquella santa, que no cursó grandes estudios y, «no obstante, poseyó tanta ciencia por si misma, que supo indicar a los demás el verdadero camino de la salvación. Y, ¿de dónde proviene esta copiosa cosecha de méritos? ¿Dónde ha cogido frutos tan maduros? En el jardín de la infancia espiritual. ¿De dónde recibe este tan amplio tesoro de doctrina? De los secretos que Dios revela a los niños.» Son palabras textuales de este Papa.

 

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