CIUDAD DEL VATICANO, 3 SEP 2004 (VIS).-El domingo, 5 de septiembre, Juan Pablo II emprenderá su quinto viaje a Loreto, donde se encuentra el santuario mariano más importante de Italia y beatificará a tres miembros de Acción Católica: Alberto Marvelli, Pina Suriano y Pere Tarrés y Claret. El Papa partirá el próximo domingo en helicóptero desde Castelgandolfo y tras una hora de viaje llegará al Centro Juvenil «Juan Pablo II», en Montorso de Loreto. Desde allí se trasladará en automóvil a la explanada de Montorso. A las 10,00 comenzará la celebración de la Santa Misa durante la que beatificará a tres siervos de Dios de Acción Católica: el sacerdote catalán Pere Tarrés y Claret y los jóvenes italianos laicos Alberto Marvelli y Pina Suriano. Posteriormente dirá unas palabras antes del rezar el Ángelus. Después de la beatificación, el Santo Padre regresará en automóvil al Centro Juvenil «Juan Pablo II» para almorzar y descansar. A las 17,00 está prevista su vuelta a Castelgandolfo. Los anteriores viajes del Papa tuvieron lugar en 1979, 1985, 1994 (para inaugurar las ceremonias conmemorativas de su séptimo centenario) y en 1995 para clausurarlas. En Loreto se celebró en 1998 la Sexta Jornada Mundial del Enfermo, instituida por el Santo Padre y que cae todos los años el 11 de febrero. El santuario se construyó alrededor de la casa donde, según la tradición, la Virgen recibió el anuncio de su maternidad divina y donde vivió la Sagrada Familia en Nazaret. Siempre según la tradición, esta misma casa fue transportada milagrosamente a Loreto la noche del 9 al 10 de diciembre de 1294 y desde hace siglos es un centro de peregrinación y devoción mariana. La Virgen de Loreto, en cuyo honor se han construido innumerables santuarios en todo el mundo, es hoy la patrona de los que viajan en avión así como del personal y de las fuerzas armadas de la aviación. La basílica de Loreto empezó a edificarse en 1469 y a lo largo de los siglos se ha ido ampliando. En 1993 Juan Pablo II escribió una carta al arzobispo Pasquale Macchi, entonces delegado pontificio del santuario, en la que pedía que la Santa Casa, «que ha tenido una parte tan activa en la vida de los cristianos durante buena parte del último milenio, siga siendo en el tercer milenio uno de los púlpitos marianos más altos de la cristiandad».

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