El decreto firmado por el Santo Padre reconoce a 20 mártires de la fe durante la guerra civil española de 1936.

 

El sacerdote y párroco Manuel Goznález-Serna Rodríguez encabeza el listado total de 10 sacerdotes y 9 laicos martirizados y 1 seminarista.

El dicasterio destaca que los mártires no formaban «un grupo homogéneo», ni de de vocación -había sacerdotes, una sacristana de poco más de 70 años, un abogado, un farmacéutico, un carpintero o varios miembros de consejos parroquiales- ni procedencia (Sevilla, Huelva, Cádiz o Granada). El más joven, Enrique Palacios Monrabá, tenía 19 años cuando fue fusilado junto a su padre, Manuel Palacios Rodríguez.

Entre los rasgos comunes, todos carecieron de un juicio regular y en su mayoría fueron encarcelados antes de su «muerte violenta» por «odio a la fe» en la archidiócesis de Sevilla. Muchos de ellos «oraron, se animaron, confesaron y expresaron palabras de perdón para los verdugos». La mayoría pertenecían a la Adoración Nocturna, Acción Católica o militaban en la defensa de la iglesia, hallando la muerte por su intento de frenar los ataques de revolucionarios mientras se celebraba la Santa Misa, como es el caso del sevillano Manuel Luque Ramos.

Juan José Asenjo, obispo emérito de Sevilla, destacó cuando aún era titular en la fase diocesana de la causa martirial que todos ellos «invocaron filialmente a la Virgen con el rezo del Santo Rosario» y que, en la cárcel «confortaron a sus compañeros» al tiempo que «nunca renegaron de su condición de sacerdotes o laicos fervientes».

«Sufrieron con fortaleza vejaciones y torturas sin cuento y murieron perdonando a sus verdugos y orando por ellos. Vivieron los instantes finales de su vida con serenidad y alegría admirables, alabando a Dios y proclamando que Jesucristo era el único Rey y Señor de sus vidas»; destacó el obispo en 2016.

Manuel González-Serna

El primer mártir mencionado por el dicasterio es el sacerdote Manuel González-Serna Rodríguez. Nacido en Sevilla el 13 de mayo de 1880, fue ordenado sacerdote el 20 de septiembre de 1902 y nombrado párroco de Constantina el 30 de octubre de 1911. Detenido la noche del 19 de julio de 1936, el 23 de julio siguiente fue conducido a la iglesia parroquial de Constantina, donde tras sufrir todo tipo de insultos en la plaza pública fue ejecutado en la sacristía. Ya desde antes de su martirio, su fama de santidad era notoria entre los fieles.

Esquela del sacerdote Manuel González-Serna y Rodríguez, mártir.

Esquela del sacerdote Manuel González-Serna y Rodríguez, martirizado «por las turbas revolucionarias» en España el 23 de julio de 1936.

María Dolores Sobrino Cabrera

La segunda mártir de la localidad de Constantina era una piadosa mujer comprometida con la parroquia como sacristana. Fue asesinada el mismo día y el mismo lugar que el párroco González-Serna. Una vez martirizados, profanaron ambos cadáveres y los dejaron en las calles hasta que, al día siguiente, un camión los llevó al cementerio.

Enrique Palacios Monrabá

Es el único seminarista de los nuevos mártires. Tras concluir su primer año de estudios de Teología, marchaba a su casa de vacaciones a finales de junio de 1936 cuando fue detenido y asesinado junto a su padre, el Venerable Siervo de Dios Manuel Palacios Rodríguez en la prisión de Cazalla de la Sierra el 5 de agosto de 1936.

Agustín Alcalá Henke

Este abogado y empresario fue martirizado el mismo día que comenzó la Guerra Civil. Sus dedicaciones, marcadamente cristianas tanto en el ámbito laboral y político desde la Doctrina Social de la Iglesia, como en la piedad popular y la caridad en las Conferencias de San Vicente de Paúl le convirtieron en objetivo prioritario de la «justicia y revolución popular». Sus verdugos desoyeron el compromiso cristiano de Alcalá Henke con sus trabajadores como resultado del catolicismo social del momento, que lloraron su pérdida.

Mariano López-Cepero y Muru

Nacido el 24 de enero de 1883 en Cazalla de la Sierra (Sevilla), fue teniente de alcalde de su pueblo natal y miembro del consejo parroquial. Fue asesinado el 5 de agosto de 1936 en la prisión de Cazalla de la Sierra. Su hermano, Gabriel López-Cepero y Muru, nació en 1874. Era padre de siete hijos y miembro del consejo parroquial cuando fue asesinado el mismo 5 de agosto.

Cristóbal Pérez Pascual

El delito que le valió la condena a muerte a este mártir no fue otro que pertenecer igualmente al consejo parroquial y haber abierto una farmacia, desde la que procuró desarrollar una intensa actividad asistencial y benéfica hasta su muerte el 5 de agosto de 1936.

Manuel Palacios Rodríguez

Nacido en Aracena (Huelva) y padre de siete hijos -uno de ellos venerable, el seminarista y Siervo de Dios Enrique Palacios Monrabá- también pertenecía al consejo parroquial. Fue asesinado junto con su hijo y otros reclusos en el patio de la cárcel de Cazada de la Sierra el 5 de agosto de 1936.

José María Rojas Lobo

Nacido en Sevilla el 29 de septiembre de 1910, era abogado. Durante el verano de 1936 acudió con su familia a Marchena donde fue detenido el 20 de julio de 1936. Gravemente herido en el fusilamiento de los revolucionarios, falleció cinco días después.

Manuel Luque Ramos

El segundo de los marcheneros martirizados era recadero y sacristán de las monjas Clarisas y vivía con su madre viuda cerca del monasterio. El 18 de julio de 1936 se opuso a un grupo de revolucionarios que querían entrar en la iglesia durante la Santa Misa. Detenido al día siguiente y fusilado, muere en el hospital de Marchena el 22 de julio de 1936.

Rafael Lobato Pérez

El odio a la fe, sin entender de procedencia, condición o profesión, también se llevó la vida de este carpintero nacido en Algodonales (Cádiz). Fue incluido entre las víctimas cuando los milicianos, al ir a detener a su hermano sacerdote, no quiso dejarlo solo. Ambos fueron asesinados juntos el 21 de agosto de 1936 en El Saucejo.

Mariano Caballero Rubio

Nacido en Alájar (Huelva) el 28 de octubre de 1895, fue ordenado sacerdote el 22 de diciembre de 1923 y nombrado vicepárroco en Huelva el 27 de abril de 1934. Huyendo de las quemas de iglesias sufridas en Huelva como represalia al alzamiento del general Franco, los milicianos terminaron por dar con el sacerdote, que una vez arrestado fue conducido hasta el muelle de Huelva por una multitud armada. En su traslado se encontró con el Fiscal de la Audiencia, Narciso Pascual, respondiendo a sus palabras de aliento: «Estoy completamente resignado en las manos de Dios». Llegados al muelle, un joven de unos 16 años, armado con una pistola, le disparó a quemarropa en la espalda, dejándole gravemente herido. El disparo y la consiguiente hemorragia causaron su muerte en el hospital el 23 de julio de 1936.

Junto a todos ellos fueron asesinados otros ocho sacerdotes que acaban de ser igualmente reconocidos como mártires por el Papa Francisco: Francisco de Asís Arias Rivas, Miguel Borrero Picón, Pedro Carballo Corrales, Juan María Coca Saavedra, Antonio Jesús Díaz Ramos, Salvador Lobato Pérez, Rafael Machuca Juárez de Negrón y José Vigil Cabrerizo.