Al final de la Cumbre de los ocho países más industrializados del mundo (G8), en San

Petersburgo (Rusia), fue leída la declaración de los participantes en la reunión Mundial de Líderes Religiosos, celebrada en Moscú del 3 al 5 de julio.

«Preservemos la paz que Dios nos ha dado», escriben los representantes del cristianismo, judaísmo, islam, budismo y sintoísmo, subrayando la necesidad de que «la religión siga siendo el fundamento verdadero y sólido de la paz y del diálogo entre las civilizaciones» y que «nunca se utilice como fuente de división y de conflicto».

La declaración explica los desafíos que debe afrontar la humanidad hoy, desde la defensa de la vida humana en todas sus etapas, hasta la relación entre la justicia y la economía, sin olvidar «el escándalo de la pobreza».

El texto condena también cualquier forma de terrorismo y de extremismo, así como de la violencia que pretende justificarse con motivos religiosos, y deplora al mismo tiempo las actividades de grupos y movimientos pseudo-religiosos «que atentan contra la libertad y el bienestar de los pueblos».

La reunión mundial de los Líderes Religiosos fue organizada por el Consejo Interreligioso de Rusia. La delegación de la Iglesia católica estaba presidida por el cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y contó también con la presencia del cardenal Paul Poupard, presidente de los Pontificios Consejos de la Cultura y para el Diálogo Interreligioso, que en su intervención subrayó la importancia de la colaboración entre las autoridades religiosas y civiles de todo el mundo por el bien de la humanidad y la necesidad de afrontar los desafíos de la globalización, respetando siempre la dignidad del ser humano.

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