Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.

Evangelio Diario y Meditación

+Santo Evangelio:

Evangelio según San Mateo 5,1-12. 

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. 

Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: 

«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. 

Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. 

Felices los afligidos, porque serán consolados. 

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. 

Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. 

Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. 

Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. 

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. 

Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. 

Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.» 

+Meditación:

San Agustín, de sermone Domini, 1, 2

Son pacíficos en sí mismos aquéllos que, teniendo en paz todos los movimientos de su alma y sujetos a la razón, tienen dominadas las concupiscencias de la carne y se constituyen en Reino de Dios. En ellos, todas las cosas están tan ordenadas, que lo que hay en el hombre de mejor y más excelente domina a las demás aspiraciones rebeldes, que también tienen los animales. Y esto mismo que se distingue en el hombre (esto es, la inteligencia y la razón) se sujeta a lo superior, que es la misma verdad, el Hijo de Dios. Y no puede mandar a los inferiores quien no está subordinado a los superiores. Esta es la paz que se da en la tierra a los hombres de buena voluntad.

+Mes del Sagrado Corazón

Oración Inicial                                                                   

   Rendido a tus pies, ¡Oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña, de continuo, tu adorable Corazón, te pido humildemente, la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo. Para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen ama y sirven. Mira que soy muy pobre dulcísimo Jesús y necesito de vos como el mendigo de a limosna que el rico le ha de dar, mira que soy muy rudo oh! Soberano maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas para luz y guía de mi ignorancia. Mira que soy muy débil, oh! Poderoso amparo de los débiles y necesito apoyarme en vos para no desfallecer. Sé todo para mí, Sagrado corazón: Socorro de mis miserias, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. Tú me alentaste y convidaste cuando con tan tiernos acentos dijiste, repetidas veces en tu Evangelio: “Venid a Mí, aprended de Mí, pedid, llamad…” a las puertas de tu corazón vengo hoy, y llamo, pido y espero. Del mío te hago formal y decidida entrega: tómalo vos, y dame en cambio lo que sabes me ha de hacer digno en le tierra y dichoso en la eternidad. Amén.  

Oración Final:

¡Oh Jesús! Yo consagro mi corazón , colocadle en el Vuestro, pues sólo en Él quiero vivir y sólo a Él quiero amar; en vuestro Corazón quiero vivir desconocido del mundo y conocido de Vos solo, en este Corazón beberé los ardores del amor que consumirán el mío; en Él encontraré la fuerza., la luz, el calor y el verdadero consuelo. Cuando el mío esté desfallecido, Él me reanimará, cuando inquieto y turbado, Él me tranquilizará.

¡Oh Corazón de Jesús!, haced que mi corazón sea el altar de vuestro amor; que mi lengua publique vuestra bondad, que mis ojos estén siempre clavados en vuestra llaga; que mi espíritu medite vuestras adorables perfecciones; que mi memoria conserve siempre el precioso recuerdo de vuestras misericordias; que todo en mí exprese mi amor a vuestro Corazón ¡oh Jesús!, y que mí corazón esté siempre pronto a sacrificarlo todo por Vos.

¡Oh Corazón de María!, el más amable después del de Jesús, el más compasivo, el más misericordioso de todos los corazones, presentad a vuestro Hijo nuestra consagración, nuestro amor, nuestras resoluciones. Él se enternecerá a la vista de tantas miserias y nos librará de ellas; y después de haber sido nuestro refugio y nuestra protectora sobre la tierra, ¡oh Madre de Jesús! seréis nuestra Reina en el cielo. Amén.

V: ¡Sagrado Corazón de Jesús!

R: ¡En Vos confío!

V: ¡Oh dulce Corazón de María!

R: ¡Sed la salvación mía!

V: ¡Glorioso Patriarca San José!

R: ¡Rogad por nosotros!


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