No entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas

+Santo Evangelio:

Evangelio según San Lucas 9,43b-45. 

Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: 

«Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». 

Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto. 

+Meditación:

Meditación del Papa Francisco

El Hijo del hombre va a ser entregado a las manos de los hombres»,  estas palabras de Jesús congelan a los discípulos que pensaban en un camino triunfal. Palabras que se mantenían misteriosas para ellos porque no entendían el sentido y tenían miedo de interrogarlo sobre este argumento.

Tenían miedo de la Cruz. El mismo Pedro, después de esa confesión solemne en la región de Cesarea de Felipe, cuando Jesús dice esto otra vez, reprendía al Señor: ‘¡No, nunca, Señor! ¡Esto no!’ Tenía miedo de la Cruz, pero no solo los discípulos, no solo Pedro, ¡el mismo Jesús tenía miedo de la Cruz! Él no podía engañarse, Él sabía. Tanto era el miedo de Jesús que esa tarde del jueves sudó sangre; tanto era el miedo de Jesús que casi dijo lo mismo que Pedro, casi… «Padre, aparta de mí este cáliz. Pero que ¡se haga tu voluntad!» ¡Esta era la diferencia!».

La Cruz nos da miedo también en la obra de evangelización, pero está la regla que el discípulo no es más grande del Maestro. Está la regla que no hay redención sin la efusión de la sangre, no hay obra apostólica fecunda sin la Cruz. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 28 de septiembre de 201, en Santa Marta).

Meditación San Pedro Crisólogo (c. 406-450), obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia 

«Los discípulos no comprendían sus palabras»

    Escuchad lo que pide el Señor: «Reconoced en mí vuestro cuerpo, vuestros miembros, vísceras, huesos y sangre» (cf. Lc 24,39). Y si lo que pertenece a Dios os causa  temor, ¿será que no os gusta lo que es vuestro? … Tal vez, la enormidad de mi Pasión, de la que sois los autores, ¿os causa vergüenza? No tengáis miedo. Esta cruz no fue mortal para mí, sino para la muerte. Estos clavos no me penetran de dolores, sino de un amor más profundo hacia vosotros. Estas heridas no causan mis gemidos, sino que os permiten entrar más hondo en mi corazón. El acuartelamiento de mi cuerpo os abre los brazos, no aumenta mi tormento. Mi sangre no se ha perdido para mí, ha sido vertida para vuestro rescate (Mc 10; 45).

    «Venid, pues, volved a mí y reconoced a vuestro Padre, al ver que os da bien a cambio de mal,  amor a cambio de ultrajes y mucha caridad a cambio de grandes heridas.

+Comunión Espiritual:

De santa Margarita Mª Alacoque

“Dios mío, te adoro oculto en esta sagrada Hostia. ¿Es posible que te hayas reducido a tan humilde morada, para venir a mí y permanecer corporalmente conmigo?

Los cielos son indignos para alojarte!, y ¿te contentas, para estar conmigo siempre, con estas pobres especies? ¡Bondad inconcebible!

¿Podría yo creer esta maravilla si Tú mismo no me la asegurases?

 ¡Oh Dios de la majestad, pero también Dios del amor!v¡Que no sea yo todo entendimiento para conocer esta misericordia, todo corazón para agradecerla, toda lengua para publicarla!

Tú, oh Dios de mi corazón, me has creado para ser objeto de tu amor infinito

¿cómo puedo no desear poseerte? Te abro mi corazón, te ofrezco mi pecho, mi boca y mi lengua para que vengas a mí.

Ven, ven, divino Sol mío. Ven, Médico caritativo de mi alma. Ven, Jesús, el más fiel, el más tierno, el más dulce y más amable de todos los amigos, Ven a mi corazón.”

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