El hombre está llamado al amor y al don de sí en su unidad corpóreo-espiritual. Feminidad y masculinidad son dones complementarios

En la apertura al otro y en el don de sí se realiza el amor conyugal en la forma de donación total propia de este estado. Y es siempre en el don de sí, sostenido por una gracia especial, donde adquiere significado la vocación a la vida consagrada, « manera eminente de dedicarse más fácilmente a Dios solo con corazón indiviso »

Pontificio Consejo para la Familia, Sexualidad Humana: Verdad y significado. Orientaciones educativas en familia

La persona es, sin duda, capaz de un tipo de amor superior: no el de concupiscencia, que sólo ve objetos con los cuales satisfacer sus propios apetitos, sino el de amistad y entrega, capaz de conocer y amar a las personas por sí mismas. Un amor capaz de generosidad, a semejanza del amor de Dios: se ama al otro porque se le reconoce como digno de ser amado. Un amor que genera la comunión entre personas, ya que cada uno considera el bien del otro como propio. Es el don de sí hecho a quien se ama, en lo que se descubre, y se actualiza la propia bondad, mediante la comunión de personas y donde se aprende el valor de amar y ser amado.

Todo hombre es llamado al amor de amistad y de oblatividad; y viene liberado de la tendencia al egoísmo por el amor de otros: en primer lugar de los padres o de quienes hacen sus veces, y, en definitiva, de Dios, de quien procede todo amor verdadero y en cuyo amor sólo el hombre descubre hasta qué punto es amado. Aquí se encuentra la raíz de la fuerza educativa del cristianismo: « El hombre es amado por Dios! Este es el simplicísimo y sorprendente anuncio del que la Iglesia es deudora respeto del hombre » 11 . Es así como Cristo ha descubierto al hombre su verdadera identidad: « Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación » 12 .

El amor revelado por Cristo « al que el apóstol Pablo dedicó un himno en la primera Carta a los Corintios…, es ciertamente exigente. Su belleza está precisamente en el hecho de ser exigente, porque de este modo constituye el verdadero bien del hombre y lo irradia también a los demás » 13 . Por tanto es un amor que respeta la persona y la edifica porque « el amor es verdadero cuando crea el bien de las personas y de las comunidades, lo crea y lo da a los demás » 14 .

El amor y la sexualidad humana

10. El hombre está llamado al amor y al don de sí en su unidad corpóreo-espiritual. Feminidad y masculinidad son dones complementarios, en cuya virtud la sexualidad humana es parte integrante de la concreta capacidad de amar que Dios ha inscrito en el hombre y en la mujer. « La sexualidad es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano » 15 . Esta capacidad de amar como don de sí tiene, por tanto, su « encarnación » en el carácter esponsal del cuerpo, en el cual está inscrita la masculinidad y la feminidad de la persona. « El cuerpo humano, con su sexo, y con su masculinidad y feminidad visto en el misterio mismo de la creación, es no sólo fuente de fecundidad y de procreación, como en todo el orden natural, sino que incluye desde el « principio » el atributo « esponsalicio », es decir, la capacidad de expresar el amor: ese amor precisamente en el que el hombre-persona se convierte en don y —mediante este don— realiza el sentido mismo de su ser y existir » 16 . Toda forma de amor tiene siempre esta connotación masculino-femenina.

11. La sexualidad humana es un Bien: parte del don que Dios vio que « era muy bueno » cuando creó la persona humana a su imagen y semejanza, y « hombre y mujer los creó » (Gn 1, 27). En cuanto modalidad de relacionarse y abrirse a los otros, la sexualidad tiene como fin intrínseco el amor, más precisamente el amor como donación y acogida, como dar y recibir. La relación entre un hombre y una mujer es esencialmente una relación de amor: « La sexualidad orientada, elevada e integrada por el amor adquiere verdadera calidad humana » 17 . Cuando dicho amor se actúa en el matrimonio, el don de sí expresa, a través del cuerpo, la complementariedad y la totalidad del don; el amor conyugal llega a ser, entonces, una fuerza que enriquece y hace crecer a las personas y, al mismo tiempo, contribuye a alimentar la civilización del amor; cuando por el contrario falta el sentido y el significado del don en la sexualidad, se introduce « una civilización de las «cosas» y no de las «personas»; una civilización en la que las personas se usan como si fueran cosas. En el contexto de la civilización del placer la mujer puede llegar a ser un objeto para el hombre, los hijos un obstáculo para los padres » 18 .

12. En el centro de la conciencia cristiana de los padres y de los hijos, debe estar presente esta verdad y este hecho fundamental: el don de Dios. Se trata del don que Dios nos ha hecho llamándonos a la vida y a existir como hombre o mujer en una existencia irrepetible, cargada de inagotables posibilidades de desarrollo espiritual y moral: « la vida humana es un don recibido para ser a su vez dado » 19 . « El don revela, por decirlo así, una característica especial de la existencia personal, más aun, de la misma esencia de la persona. Cuando Yahvé Dios dice que «no es bueno que el hombre esté solo» (Gn 2, 18), afirma que el hombre por sí «solo» no realiza totalmente esta esencia. Solamente la realiza existiendo «con alguno», y más profunda y completamente, existiendo «para alguno» » 20 . En la apertura al otro y en el don de sí se realiza el amor conyugal en la forma de donación total propia de este estado. Y es siempre en el don de sí, sostenido por una gracia especial, donde adquiere significado la vocación a la vida consagrada, « manera eminente de dedicarse más fácilmente a Dios solo con corazón indiviso » 21 para servirlo más plenamente en la Iglesia. En toda condición y estado de vida, de todos modos, este don se hace todavía más maravilloso por la gracia redentora, por la cual llegamos a ser « partícipes de la naturaleza divina » (2 Pe 1, 4) y somos llamados a vivir juntos la comunión sobrenatural de caridad con Dios y con los hermanos. Los padres cristianos, también en las situaciones más delicadas, no deben olvidar que, como fundamento de toda la historia personal y doméstica, está el don de Dios.

13. « En cuanto espíritu encarnado, es decir, alma que se expresa en el cuerpo informado por un espíritu inmortal, el hombre está llamado al amor en esta su totalidad unificada. El amor abarca también el cuerpo humano y el cuerpo se hace partícipe del amor espiritual » 22 . A la luz de la Revelación cristiana se lee el significado interpersonal de la misma sexualidad: « La sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no sólo en el plano físico, sino también en el psicológico y espiritual con su huella consiguiente en todas sus manifestaciones. Esta diversidad, unida a la complementariedad de los dos sexos, responde cumplidamente al diseño de Dios según la vocación a la cual cada uno ha sido llamado » 23 .

El amor conyugal

14. Cuando el amor se vive en el matrimonio, comprende y supera la amistad y se plasma en la entrega total de un hombre y una mujer, de acuerdo con su masculinidad y feminidad, que con el pacto conyugal fundan aquella comunión de personas en la cual Dios ha querido que viniera concebida, naciera y se desarrollara la vida humana. A este amor conyugal, y sólo a él, pertenece la donación sexual, que se « realiza de modo verdaderamente humano, solamente cuando es parte integrante del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen entre sí hasta la muerte » 24 . El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda que « en el matrimonio, la intimidad corporal de los esposos viene a ser un signo y una garantía de comunión espiritual. Entre bautizados, los vínculos del matrimonio están santificados por el sacramento » 25 .

Amor abierto a la vida

15. Signo revelador de la autenticidad del amor conyugal es la apertura a la vida: « En su realidad más profunda, el amor es esencialmente don y el amor conyugal, a la vez que conduce a los esposos al recíproco «conocimiento»…, no se agota dentro de la pareja, ya que los hace capaces de la máxima donación posible, por la cual se convierten en cooperadores de Dios en el don de la vida a una nueva persona humana. De este modo los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor, signo permanente de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del padre y de la madre » 26 . A partir de esta comunión de amor y de vida los cónyuges consiguen esa riqueza humana y espiritual y ese clima positivo para ofrecer a los hijos su apoyo en la educación al amor y a la castidad.

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1
Cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica Familiaris consortio, 22 de noviembre de 1981, AAS 74 (1982), pág. 105, n. 21.
2
Ibid., n. 33.
3
Catecismo de la Iglesia Católica, 11 de octubre de 1992, n. 2337, Librería Editrice Vaticana.
4
Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, n. 11; cf. Decreto sobre el apostolado de los seglares Apostolicam actuositatem, n. 11.
5
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 16; cf. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, n. 49.
6
Juan Pablo Ii, Carta a las familias Gratissiman sane, 2 de febrero de 1994, AAS 86 (1994), pág. 917, n. 20.
7
Ibid, n. 16.
8
San Clemente Romano, Epistula ad Corintios, 61, 1-2, Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1900.
9
Familiaris consortio, n. 11.
10
Cf. Juan Pablo II, Carta apostólica Mulieris dignitatem, 15 de agosto de 1988, AAS 80 (1988), pág. 1667 y 1693, nn. 7.
11
Juan Pablo II, Exhortación apostólica Christifideles laici, 30 de diciembre de 1988, AAS 81 (1989) pág. 456, n. 34.
12
Gaudium et spes, n. 22.
13
Carta a las familias Gratissiman sane, n. 14.
14
Ibid.
15
Congregación para la Educación Católica, Orientaciones educativas sobre el amor humano, 1 de noviembre de 1983, Librería Editrice Vaticana, n. 4.
16
Juan Pablo II, Audiencia general, 16 de enero de 1980, L’Osservatore Romano, ed. española, 20 de enero de 1980, n. 1, pág. 3.
17
Orientaciones educativas sobre el amor humano, n. 6.
18
Carta a las familias Gratissiman sane, n. 13.
19
Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitae, 25 de marzo de 1995, Librería Editrice Vaticana, n. 92.
20
Juan Pablo II, Audiencia general, 9 de enero de 1980, L’Osservatore Romano, ed. española, 13 de enero de 1980, n. 2, pág. 3.
21
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2349.
22
Familiaris consortio, n. 11.
23
Orientaciones educativas sobre el amor humano, n. 5.
24
Familiaris consortio, 11.
25
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2360.
26
Familiaris consortio, n. 14.

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