Por el deseo ardiente de martirio que tuviste, alcánzame, Padre mío Martín, la gracia que te pido…

Martín de Porres nació en la ciudad de Lima, Perú, en 1579, de la unión de Juan de Porres, caballero español de la Orden de Calatrava, y Ana Velásquez, negra libre panameña.

Martín conoció al Fraile Juan de Lorenzana, quien lo invitó a entrar en el Convento de Nuestra Señora del Rosario, a pesar de que las leyes de aquel entonces le impedían ser religioso por el color y por la raza. Martín de Porres ingresó como Donado.

Martín se entregó a Dios y vivió en servicio, humildad, obediencia y amor sin medida. Tuvo un sueño, que Dios le llama a: “Pasar desapercibido y ser el último”. Este se convirtió en su anhelo más profundo, de modo que confió a Jesús la limpieza de la casa. De esta manera, la escoba junto a la cruz, serán sus compañeros de vida.

Luego de pasar dos años en el convento, el Consejo Conventual decidió que Fray Martín se convirtiera en hermano cooperador, y en 1603 se consagró a Dios por su profesión religiosa.

El P. Fernando Aragonés testificó que “se ejercitaba en la caridad día y noche, curando enfermos, dando limosna a españoles, indios y negros, a todos quería, amaba y curaba con singular amor”.

Antes de morir, Martín pidió a los religiosos que lo asistían entonar el Credo para de este modo entregar el alma a Dios bajo este rezo. Era el 3 de noviembre de 1639, y su muerte causó profunda conmoción en la ciudad. Había sido el hermano y enfermero de todos, singularmente de los más pobres.

En el año en 1837, el Papa Gregorio XVI lo declaró Beato, y fue canonizado por el Papa Juan XXIII en 1962. Durante la homilía de canonización, Juan XXIII lo enalteció por “su profunda humildad que le hacía considerar a todos superiores a él, su celo apostólico, y sus continuos desvelos por atender a enfermos y necesitados, lo que le valió, por parte de todo el pueblo, el hermoso apelativo de ‘Martín de la caridad’”.



DEPRECACIONES
EN LOS CASOS MAS APREMIANTES


Por el deseo ardiente de martirio que tuviste y por tu celo por la propagación de la fe y bien de las almas, alcánzame, Padre mío Martín, la gracia que te pido. Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Por la esperanza heroica que tuviste en alcanzar la felicidad del cielo por los méritos de la sangre de Cristo, obténme de nuestro buen Dios el favor que te pido, Padre mío Martín. Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Por la caridad con que amaste a Dios, sobre todas las cosas y socorriste en cualquier necesidad al prójimo, no me dejes desconsolado en esta aflicción, Padre mío Martín.Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Por las austerísimas penitencias con que discretamente mortificaste tu alma y cuerpo y por las extraordinarias gracias con que Dios te auxilió en este ejercicio, consígueme lo que solicito, amado Padre mío Martín. Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Por la oración con que salvaste la vida de tres reos fugitivos y por el celo con que exhortaste a enmendar su conducta, acógeme bajo tu amparo, amado Padre mío Martín. Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Por la compasión con que protegiste a veinte jóvenes pobres y virtuosas, dotándolas con cuatro mil pesos cada una y por el premio que alcanzaste de Dios para tu devoto don Mateo, bendiciendo y aumentando sus riquezas, socórreme, amado Padre mío Martín. Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Por el regalo grande que te hizo el Señor Crucificado en la oración, en el capítulo del convento, elevándote arrodillado hasta besar la llaga de su costado, dame espíritu de compunción; no me olvides en la presencia de Dios y concédeme la gracia que solicito en estas deprecaciones. Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.

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