Los funerales de Juan Pablo II, posiblemente el mayor de la historia, superando al de Gandhi y al de la Princesa de Gales, finalizaron hoy tras cumplirse una rigurosa y lucida ceremonia que comenzó luego de colocar su cuerpo en un ataúd, frente a la basílica de San Pedro. La cantidad de lideres mundiales, correspondía a los más de cinco millones de asistentes en la eterna ciudad. Y quién pensaría que este Pontífice lograría reunir a declarados enemigos, como Bush y el Presidente de Iran, o a los opositores de España con su Primer Ministro, en una sola causa: honrar a Juan Pablo II. Al concluir la misa, una pequeña procesión de cardenales encabezada por el camarlengo Eduardo Martínez Somalo inició el traslado del ataúd de madera de ciprés a las grutas vaticanas. Allí, el ataúd será ubicado de un féretro de zinc y otro de nogal, el cual se depositará directamente en la tierra, en el lugar en que se encontraba Juan XXIII, el llamado Papa bueno, a quien beatificó y cuyos restos ordenó trasladar a la basílica. Karol Wojtyla reposará, según eligió, cerca de Pablo VI y Juan Pablo I y en la cripta más inmediata a donde se encuentran los restos de San Pedro, primer Papa de la Iglesia católica Romana.

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