Declaración del Obispo de Valparaíso, Mons. Gonzalo Duarte, frente al alto desempleo en la Quinta Región. El informe acerca de le cesantía entregado a fines de junio señaló un 17,4 % de desocupados en la comuna de Valparaíso, un 12,1 en la de Viña del Mar y un 12,1% en la quinta región. El índice nacional de cesantía alcanzó un 9,4%. Es ésta una situación verdaderamente preocupante y que no puede dejarnos indiferentes. Cada cesante es una persona que está sufriendo y que se siente menoscabada en su dignidad y autoestima, y detrás de cada uno hay una familia empobrecida. Al margen de las frías cifras oficiales, en las grandes ciudades de nuestra diócesis (Valparaíso y Viña del Mar) es cosa de caminar por la calle o subir a los cerros para comprobar que la realidad cotidiana supera largamente los datos estadísticos. Y tanto en nuestras parroquias como en nuestros establecimientos educacionales (la inmensa mayoría subvencionados) comprobamos mucha pobreza, a veces oculta tras una digna apariencia. Todo esto contrasta dolorosamente con las informaciones oficiales de los éxitos económicos obtenidos por Chile y de los grandes avances logrados por nuestro país en diversos ámbitos. ¿Qué debemos hacer como Iglesia? Lamentablemente no está en nuestras manos crear fuentes de trabajo. Aún más, nosotros mismos nos hemos visto en la necesidad impostergable de ir reduciendo el número de personas que trabajan en nuestras obras debido a nuestra propia fragilidad económica. Creo, sin embargo, que tenemos mucho que hacer, y en forma urgente. En primer lugar, tomar lúcida conciencia de la situación. No podemos vivir en una “burbuja”, con todas nuestras necesidades básicas satisfechas y a lo mejor rodeados de gente sin problemas de este tipo. Tenemos que estar atentos a la realidad nacional y de nuestro entorno y saber que las instituciones más serias han levantado su voz para señalar el grave problema de los pobres e indigentes en Chile, y de cómo la brecha entre los que tienen más y los que tienen menos se ha ido acrecentando enormemente en los últimos años, particularmente en un tema sensible y de grandes proyecciones: el de la calidad de la educación. En segundo lugar, asumir decididamente y con imaginación las Prioridades Pastorales que como Diócesis hemos asumido (“Orientaciones Pastorales Diocesanas 2003-2006”). Una de ellas es la Pastoral Social, cuyo objetivo general es: “Que nuestra Iglesia diocesana……presente el amor misericordioso de Dios mediante acciones pastorales en sus tres dimensiones: asistencial, promocional y transformadora de la sociedad, y que promueva la dignidad y el bien de los más pobres y excluídos” (Pág. 45). Como Obispado hemos dado pasos concretos para fortalecer el Departamento de Acción Social y Cáritas diocesana, pero aún nos falta. Aunque sé que mucho se hace en este sentido entre nosotros, pido a las comunidades parroquiales, educacionales y de movimientos dar nuevos pasos concretos e imaginativos en esta línea. Otra de nuestras Prioridades Pastorales es la Formación. Su objetivo general es: “Suscitar, animar y coordinar la educación de la fe… de modo que la Iglesia de Cristo en Valparaíso sepa dar razón de su esperanza y sea signo coherente y actual del amor de Dios por los hombres” (Pág. 32). Esto implica que también en todas nuestras instancias de formación: homilías, catequesis (especialmente de confirmación y educacional), cursos, etc., debemos tener una preocupación preferente por proclamar la “dimensión social del Evangelio” o “Doctrina Social de la Iglesia”. Para esto también necesitamos imaginación. No siempre todo puede llegar del Obispado y oportunamente. Finalmente, para no alargarme, quiero señalar dos puntos que me parecen fundamentales: el compartir y la sobriedad de vida. El “compartir” está en la base de nuestra Fe. A eso vino Cristo a la tierra. A eso estamos llamados. En esta “cultura” consumista en la que estamos inmersos, en que para que haya trabajo y riqueza se requiere consumo: es un verdadero círculo vicioso; la única salida humana y cristiana es la “cultura de la solidaridad y el compartir”. No veo otra solución en el esquema mundial de la economía en que estamos oprimidos. Y la “sobriedad de vida”. Jesús, “siendo rico se hizo pobre por nosotros” nos dice San Pablo. Mientras tantos junto a nosotros carecen de lo indispensable, no podemos humillarlos con un estilo de vida que no es el de Jesús, muchas veces con bienes suntuarios que realmente no son indispensables ni para nuestra vida ni para nuestra acción pastoral. La hermosa figura espiritual del Padre Hurtado, tan presente en estos días en el corazón de los chilenos, nos inspire y nos anime en este caminar. Los bendice de corazón, Gonzalo Duarte García de Cortázar ss.cc. Obispo de Valparaíso

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