La padecen también quienes no teniendo riquezas ponen su corazón en el poder que les otorgan las bienes, los prestigios y hasta los privilegios.


Un pecado que lo padecen no exclusivamente quienes poseen muchos bienes. aveces también quienes no teniendo anhelan prestigios, ganancias o alabanzas. 

La avaricia es el afán o deseo desordenado de poseer riquezas, bienes, posesiones u objetos de valor abstracto y concreto con la intención de atesorarlos para uno mismo, mucho más allá de las cantidades requeridas para la supervivencia básica y la comodidad personal. Se le aplica el término a un deseo excesivo por la búsqueda de riquezas, placer, estatus y poder. La codicia, por su parte, es el afán excesivo de riquezas o de personas, para su utilización ilícita, inmoderada y/o criminalmente lucrativa. También es aplicable en situaciones donde la persona experimenta la necesidad de sentirse por encima de los demás desde un punto de vista relacionado con el poder, la influencia política, el resplandor social, la ostentación, el éxito económico, sexual y de cualquier otra manera imaginable, permitiéndose incluso, en un obsceno alarde de cinismo, dar lecciones de supuesta probidad moral.  

La codicia y la avaricia generan deslealtad, traición deliberada -especialmente para el beneficio personal- como es el caso de dejarse sobornar o exigir la recompensa ilícita  antes de que los hechos se produzcan. Es también la búsqueda y acumulación de dinero, objetos y posesiones de todo tipo (incluidas personas) mediante el abuso de poder de cualquier tipo, la estafa, el robo, el secuestro y el asalto en todas las variedades imaginables. Todo ello valiéndose del engaño, el poder económico y político, los variados mecanismos de presión, la manipulación, la tergiversación o descalificación de las leyes que estorban, pasando por encima o engañando a las autoridades íntegras y de todo lo que puede quedar de limpio del entramado social y económico de la sociedad. Si algo se interpone en la codicia humana, sencillamente hay que cambiarlo o destruirlo. 

«Pero vosotros guardoos del anatema, no vayáis a quedaros, llevados de la codicia, con algo de lo que es anatema, porque convertiráis en anatema todo el campamento de Israel y le acarrearíais la desgracia. (Josué 6, 18) « 

 

«Pero vosotros guardoos del anatema, no vayáis a quedaros, llevados de la codicia, con algo de lo que es anatema, porque convertiráis en anatema todo el campamento de Israel y le acarrearíais la desgracia. (Josué 6, 18)»