«Antídoto con que nos libramos de las culpas cotidianas y nos preservamos de los pecados mortales…»  (Trento)



«Dos clases de gente necesitan comulgar a menudo: los fuertes para no debilitarse y los débiles para fortalecerse; los enfermos para sanar y los sanos para no enfermar…»

San Francisco de Sales, en su Introducción a la vida devota nos habla de la comunión frecuente:

«Si les preguntan por qué comulgan tan a menudo, respondan que es para aprender a amar a Dios, para limpiarse de las propias imperfecciones, librarse de sus miserias y consolarse en sus quebrantos.»

«Dos clases de gente necesitan comulgar a menudo: los perfectos, porque no deben alejarse de Aquel que es fuente y manantial de su perfección, y los imperfectos, para que puedan aspirar a la perfección; los fuertes para no debilitarse y los débiles para fortalecerse; los enfermos para sanar y los sanos para no enfermar…»

«Y en cuanto a ti, imperfecto, débil y enfermo, debes comulgar frecuentemente para recibir a Aquél que es tu perfección, tu fuerza y tu médico.»

«Los que tienen poco trabajo necesitan comulgar frecuentemente porque les sobra tiempo y la ociosidad es peligrosa para el espíritu, y los que están muy atareados, por la necesidad de alimento que requiere un arduo trabajo.»

«Digan a los que les pregunten que comulgan a menudo para aprender a hacerlo bien,porque es imposible hacer algo bien si no se practica con mucha frecuencia.»

«Comulguen a menudo, lo más a menudo que puedan.»

Creedme, si las liebres en las montañas se vuelven blancas en invierno de tanto ver la nieve, así ustedes también,de adorar y comer la misma hermosura, bondad y pureza en este divino Sacramento, llegarán a ser hermosura, bondad y pureza.»


La comunión frecuente o en algunos casos diaria, si se hace de manera reverente, en estado de gracia y por agradar a Dios y no a los hombres, es un acto de amor y fidelidad al Señor y a su Iglesia.

Para poder recibir al Señor se requiere o se pide asistir al Sacrificio de la Misa, que por medio de ella y por la intercesión de nuestro Señor, en unión con la Oración ofrecida por el Sacerdote, nos concede el perdón de los pecados veniales y nos prepara para recibir a Jesús sacramentalmente. Justo antes de recibir la comunión se medita el Evangelio o la palabra de Dios y se profesa el Credo, que es el compedio de nuestra Fe cristiana.

Lo siguiente es sobre la recepción diaria de la Santísima Eucaristía [Del Decreto de la congregación del Santo Concilio, aprobado por San Pío X el 20 de diciembre de 1905]

3375 … Mas el deseo de Jesucristo y de la Iglesia de que todos los fieles se acerquen diariamente al sagrado convite, se cifra principalmente en que los fieles unidos con Dios por medio del sacramento, tomen de ahí fuerza para reprimir la concupiscencia, para borrar las culpas leves que diariamente ocurren y para precaver los pecados graves a que la fragilidad humana está expuesta; pero no principalmente para mirar por el honor y reverencia del Señor, ni para que ello sea paga o premio de las virtudes de quienes comulgan. De ahí que el Santo Concilio de Trento llama a la Eucaristía, «antídoto con que nos libramos de las culpas cotidianas y nos preservamos de los pecados mortales» [v. 875].

3379 1. La Comunión frecuente y cotidiana… esté permitida a todos los fieles de Cristo de cualquier orden y condición, de suerte que a nadie se le puede impedir, con tal que esté en estado de gracia y se acerque a la sagrada mesa con recta y piadosa intención.

3380 2. La recta intención consiste en que quien se acerca a la sagrada mesa no lo haga por rutina, por vanidad o por respetos humanos, sino para cumplir la voluntad de Dios, unirse más estrechamente con Él por la caridad y remediar las propias flaquezas y defectos con esa divina medicina.

3381 3. Aun cuando conviene sobremanera que quienes reciben frecuente y hasta diariamente la comunión estén libres de pecados veniales por lo menos de los plenamente deliberados y de apego a ellos, basta sin embargo que no tengan culpas mortales, con propósito de no pecar más en adelante…

3382 4. Ha de procurarse que a la sagrada comunión preceda una diligente preparación y le siga la conveniente acción de gracias, según las fuerzas, condición y deberes de cada uno.

3383 5…. Debe pedirse consejo al confesor. Procuren, sin embargo, los confesores, no apartar a nadie de la comunión frecuente o cotidiana, con tal que se halle en estado de gracia y se acerque con rectitud de intención…

En conclusión no es de escándalo y no es exagerado el comulgar todo los días. Nuestra relación personal y de comunión con Cristo debe de ser de todos los días. Para muchos el poder recibir al Señor los mueve a confesarse y a cambiar las formas de su vida. Que ojalá el Señor nos conceda la gracias se recibirlo todos los días. No olvidemos que en su oración el Salvador dijo: danos siempre el pan de cada dia.


La Comunion Espiritual

(P. Evaristo Sada, L.C.; laoracion.com)

La comunión espiritual consiste en decirle a Jesucristo cuánto deseamos recibirle en nuestro corazón. A diferencia de la comunión sacramental, es un acto del deseo, pero que contribuye eficazmente a avivar en nosotros la sed de Dios y nos dispone a recibirlo.

Jesús sabía muy bien que nuestro caminar sería arduo y difícil, que encontraríamos retos superiores a nuestras fuerzas y que en este camino por el desierto de la vida necesitaríamos un amor fiel, que nos diera la fortaleza para subir hasta la cumbre y la seguridad de que estaría siempre a nuestro lado. Por eso se quedó con nosotros en la Eucaristía.

¿Qué necesitas para hacer una comunión espiritual?

Una comunión espiritual es una práctica de devoción eucarística sumamente sencilla que se puede hacer en cualquier lugar y circunstancia. No se requiere nada exterior, bastan las disposiciones internas que explicaremos a continuación.

El primer interesado en nuestra unión con Dios es Dios mismo. Jesús dijo a sus discípulos: He deseado ardientemente comer esta pascua con ustedes antes de padecer, (Lc 22, 15). Y para saciar su ardiente deseo de estar con nosotros, el Señor se quedó en la Eucaristía. Este regalo de Jesús es el don de sí mismo; Jesús se nos da como alimento espiritual y al recibirle con fe y amor, transforma nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar con la suya.

Lo mejor sería recibirle todos los días en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, pero cuando esto no sea posible podemos hacer comuniones espirituales recordando el mandato de Jesús de permanecer en su amor, sabiendo que Él es la Vid y nosotros los sarmientos.

Una comunión espiritual responde al deseo de recibirlo, sentir esa sed que sólo puede aplacar la presencia del Señor. Mi corazón te dice: Yo busco tu rostro, Señor, no me ocultes tu rostro (Sal 27). Hay que reconocernos necesitados de Dios, de su luz y de su consuelo. Sabemos que si Él no nos muestra su rostro, nuestra búsqueda será vana; pero sabemos también que es Él quien inspira en nosotros este deseo, quien nos enseña a buscarle y quien anhela ardientemente entrar en el jardín de nuestro corazón y llenarlo de vida.

El amor es una fuerza unitiva que lleva al amado a estar y gozar con la persona amada. Así es como en cada comunión espiritual le decimos a Jesús que deseamos estar con Él, que lo amamos, que le necesitamos y que confiamos en Él.

El silencio y el recogimiento interior son disposiciones indispensables para este ejercicio, pues se trata de entrar en la ermita interior que llevamos dentro del corazón para abrazar a Jesús con fuerza y permanecer con Él adorándole en fe y amor.

Pasos para hacer una comunión espiritual

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– Avivar la memoria de Cristo Eucaristía y manifestarle el ardiente deseo que tenemos de recibirle.

– Un acto de fe nos pone en la presencia de Cristo con el deseo de estar con Él porque le amamos y le necesitamos.

– Le decimos expresamente que desearíamos recibirle en la comunión sacramental, pero que, no pudiendo hacerlo, le pedimos que venga espiritualmente a nuestro corazón.

Se puede usar el formulario tradicional de San Alfonso María de Ligorio:

Creo, Jesús mío, que estás en el Santísimo Sacramento; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.

Tras una pausa de silencio amoroso se prosigue: y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti.

Estos mismos sentimientos se pueden expresar con un lenguaje coloquial:

Jesús, ya te extraño; aunque desearía recibir la comunión sacramental en este momento, tengo que esperar hasta la tarde, por eso te pido que vengas ahora espiritualmente a mi corazón.

– Hacer un acto de fe y de confianza de que ya está dentro de nosotros.

– Gozarse en su presencia y en su compañía como cuando le recibimos sacramentalmente.

– Pedirle que no permita que nos separemos de Él.

– En caso de encontrarse en pecado antes de la comunión espiritual, se pide perdón y se muestra el arrepentimiento con un acto de contrición y con el sincero propósito de acudir a la confesión sacramental lo antes posible.

Advertencias

Aunque la comunión espiritual es una práctica sumamente fecunda para avanzar en nuestro camino de santidad, no puede suplir la comunión sacramental. La participación en la celebración eucarística y la comunión sacramental, ojalá diaria, es vital para la vida del cristiano.