De donde proviene que, además de la facultad natural de la razón, se impone divinamente al hombre la luz de la gracia por la cual el hombre es perfeccionado interiormente para la virtud, y esto en cuanto al conocimiento, puesto que al ser elevado el espíritu del hombre por esta luz, puede conocer lo que excede a la razón

De los escritos de Santo Tomás de Aquino

1. Porque el fin último de la criatura racional (que es el mismo Dios visto en su esencia) sobrepasa la capacidad de su naturaleza, y los medios deben ser proporcionados al fin, según el orden recto de la providencia, síguese que los auxilios también deben ser conferidos por Dios a la criatura racional, no sólo aquellos que son proporcionados a la naturaleza, sino también los que sobrepasan la capacidad de la naturaleza. De donde proviene que, además de la facultad natural de la razón, se impone divinamente al hombre la luz de la gracia por la cual el hombre es perfeccionado interiormente para la virtud, y esto en cuanto al conocimiento, puesto que al ser elevado el espíritu del hombre por esta luz, puede conocer lo que excede a la razón; y también en cuanto a la capacidad de obrar y de amar, puesto que por esta luz el corazón del hombre se eleva sobre todo lo creado hasta amar a Dios y esperar en él, y ejecutar todo lo que requiere este amor.


 
Estos dones o auxilios dados al hombre, sobrenaturalmente, se llaman gratuitos por dos razones:

1º) Porque Dios los da gratuitamente. En efecto, nada hay en el hombre que pueda exigir en justicia la donación de tales auxilios, puesto que sobrepasan la capacidad de la naturaleza humana.

2º) Porque el hombre se hace grato a Dios de un modo especial, por estos dones. Así, como el amor de Dios es causa de la bondad que hay en las cosas —y no que él haya sido provocado por una bondad preexistente en ellas, como lo es nuestro amor—, es necesario que, con respecto a aquellos a quienes da algunos efectos especiales de bondad, se considere una razón especial de amor divino. Por eso se dice que Dios ama principal y absolutamente a aquéllos sobre quienes derrama tales afectos de bondad, por los cuales llegan al fin último, que es él mismo, fuente de toda bondad.(Ad Regin).


 Sólo Dios da la gracia. El Señor dará la gracia y la gloria (Sal 83, 12).

Porque el don de la gracia excede toda capacidad de la naturaleza creada, ya que la gracia no es otra cosa que una participación de la naturaleza divina. De ahí que sea imposible que una criatura cause la gracia. Por lo tanto, necesariamente sólo Dios deifica, comunicando el consorcio de la naturaleza divina por una cierta participación de semejanza, del mismo modo que es imposible que otra cosa queme, a no ser el fuego.

La humanidad de Cristo es una especie de órgano de su Divinidad. Ahora bien, un instrumento no produce la acción del agente principal por propia virtud, sino por virtud del agente principal. Por consiguiente, la humanidad de Cristo no causa la gracia por su propia virtud, sino por virtud de la Divinidad unida a ella, y por la cual las acciones de la humanidad de Cristo son saludables. Igualmente en los Sacramentos de la nueva ley, la gracia es causada instrumentalmente, por los mismos sacramentos, pero principalmente por la virtud del Espíritu Santo que obra en los sacramentos.(1ª 2ae., q. CXII, a. 1º)

I. Se dice de la divina Sabiduría: Envíala de tus santos cielos, y del trono de tu grandeza (Sab 9, 10).

Por medio de la gracia santificante toda la Trinidad habita en el alma, según aquello del Evangelista: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él (Jn 14, 23). Ser enviada una persona divina a alguien por la gracia invisible significa nuevo modo de habitar en él esa Persona (divina), y su origen de otra. Luego, puesto que tanto al Hijo coma al Espíritu Santo conviene morar por la gracia y proceder de otro, es propio de ambos ser invisiblemente enviados.

En cuanto al Padre, si bien habita en nosotros por la gracia, no le conviene proceder de otro, ni, por consiguiente, ser enviado”El alma se asemeja a Dios por la gracia. Así, pues, para que una persona divina sea enviada a alguien por su gracia, es preciso se realice asimilación a la persona divina, enviada por algún don de gracia. Y como el Espíritu Santo es amor, el alma se asemeja al Espíritu Santo por el don de la caridad. Por lo tanto, la misión del Espíritu Santo es considerada según el don de la caridad. Pero el Hijo es Verbo, y no un verbo cualquiera, sino que emana amor. Así, pues, el Hijo no es enviado según cualquier perfección intelectual, sino según tal ilustración del intelecto que lo haga prorrumpir en afecto de amor. En mi meditación se inflamará fuego (Sal 38,

4). Por eso dice San Agustín que «El Hijo es enviado, cuando es conocido y percibido por alguno». Mas la percepción significa cierto conocimiento experimental.

Y esto es lo que propiamente se llama sabiduría, como ciencia sápida.

II. Cuándo tiene lugar la misión. La misión importa en su razón que el que es enviado comience a estar donde antes no estaba, o donde, ya estaba, aunque de un modo nuevo; y según este modo se atribuye la misión a las Personas divinas. Así, en aquel a quien se dirige la misión hay que considerar dos cosas: la inhabitación de la gracia, y cierta renovación por ella. Para todos aquellos en quienes se dan estas dos cosas, se hace la misión invisible.

Esta misión se hace según el provecho en la virtud o el aumento de gracia. Sin embargo, la misión invisible se considera principalmente según ese aumento de gracia, cuando alguno adelanta hacia algún nuevo acto o nuevo estado de gracia, como sucede, por ejemplo, cuando uno llega a obtener la gracia de milagros, o de profecía, o se expone al martirio movido del fervor de caridad, o renuncia cuanto posee, o emprende-cualquier otra santa empresa ardua.


 La misión tiene lugar solamente según el don de la gracia santificante.

Conviene a una persona divina ser enviada sólo para existir de un modo nuevo en algo; y el ser dada, con el fin de ser recibida por alguien; ni en uno ni en otro concepto se realiza sino por la gracia santificante.

Porque hay un modo común de estar Dios en todas las cosas por esencia, potencia y presencia, como la causa en los efectos que participan de su bondad.

Además de este modo común hay uno especial, que conviene a la naturaleza racional, en la cual se dice estar Dios como lo conocido en quien lo conoce, y lo amado en el amante. Y porque, conociendo y amando la criatura racional, toca por su operación al mismo Dios, según este modo” especial no sólo se dice que Dios está en ella, sino que mora en ella, como en su templo.No hay, pues, otro efecto sino la gracia santificante, que pueda ser razón de que una persona divina esté de un nuevo modo en la criatura racional.

Por otra parte, sólo se dice que poseemos aquello de que libremente podemos usar o disfrutar, y la potestad de disfrutar de una persona divina sólo se verifica según la gracia santificante, aunque en el don de esta gracia recibe el hombre al Espíritu Santo y éste habita en él. Por consiguiente, el Espíritu Santo mismo es dado y enviado.(1ª part. q. XLIII, a. 5, 6 y 3).

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