CELEBRACIÓN MARIANA PARA EL SÁBADO SANTO INSPIRADA EN LA LITURGIA BIZANTINA 

El Viernes Santo es la “Hora” de Cristo, “Hora” en la que, después de haber amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo (Jn 13, 1), consumando por ellos y por los pecados de todos su inmolación de Víctima en el altar de la Cruz; a sus pies, por divina voluntad, estaba María, unida indisolublemente a él en el dolor y en el ofrecimiento. 

El Sábado Santo es la “Hora” de la Madre, “Hora” total- mente suya, en la que ella, la Mujer, la Hija de Sión, la Madre de la Iglesia, vivió la prueba suprema de la fe y de la unión con Dios Redentor. 

Destrozada por el dolor del Hijo sacrificado y sepultado, por la ingratitud e infidelidad del pueblo elegido, por la traición y el abandono de los discípulos más íntimos, por la cerrazón de todos en creer que resucitaría como había predicho, también ella pasa por la tentación de la duda, a la que resiste heroica- mente agarrándose a las palabras del Hijo y a la fidelidad del Padre omnipotente. Es la Madre de nuestra fe. Creyó contra cualquier evidencia, esperó contra toda esperanza. 

Por esto, el sábado santo es la “Hora” suya, en la que verdaderamente completó en sí lo que faltaba a los sufrimientos del Cristo en favor de su Iglesia (cf Col 1, 24): pues –dicen autores antiguos- en ese día toda la Iglesia se recoge en su corazón de Madre, y con la Iglesia se recogieron y florecieron en ella las esperanzas del mundo. 

Desde los primeros siglos la Iglesia de Oriente y de Occidente sintió y celebró este misterioso lazo que une, como puente, el Viernes Santo y el Domingo de Pascua, pasando a través del corazón de María, y miró a la Virgen como repreentante y expresión de toda la Iglesia redimida, que espera con temor el alba de la resurrección. 

El “sentir de los fieles”, de hecho, exige que en el Triduo Pascual se dé relevancia celebrativa a la presencia de María, Madre de nuestra fe: últimamente se ha introducido una mención para el Viernes Santo en la última edición del Misal Romano (2002). 

Parece justo que en el Sábado Santo sea recordada con dignidad la Madre de Dios, ya que este día es de donde nace la memoria semanal de “Santa María en Sábado”, como atestiguan documentos latinos que remontan al siglo IX; lo con- firma la introducción a la Colección de formularios de Misas de la Beata Virgen María (1988) donde se lee: “La memoria de Santa María en Sábado en muchas comunidades eclesiales se celebra casi como introducción al Domingo, el “día del Señor”. Así, mientras se disponen a celebrar la memoria de la resurrección del Señor, contemplan con veneración a la Virgen que, en el Gran Sábado, cuando Cristo yacía en el sepulcro, fortalecida únicamente por la fe y la esperanza, fué la única entre todos los discípulos que esperó vigilante la resurrección del Señor”; lo reafirma el Directorio sobre la Piedad popular y Liturgia, promulgado por la Congregación para el culto divino (2002) que propone para el Sábado Santo la celebración devocional de la “Hora de la Madre” y resalta los motivos teológicos: de hecho, “la Virgen María que permanece al pie del sepulcro del Hijo es icono de la Virgen Iglesia que vigila en la tumba de su Esposo en espera, para celebrar la Resurrección” (n 147).