¿Cuál es el juicio de la Iglesia sobre el consumo de drogas y el narcotráfico?


La moral católica rechaza con firmeza el consumo de drogas. De hecho, Juan Pablo II se ha referido a los traficantes llamándolos «mercaderes de muerte» y llamando la atención a los potenciales consumidores de drogas contra el uso de sustancias que ofrecen la ilusión de la libertad y falsas de promesas de felicidad. Consumir drogas, afirma el Papa, siempre es ilícito porque implica una abdicación injustificada e irracional de nuestra capacidad de pensar, escoger y actuar como personas.

Resulta también falso hablar de ciertos «derechos» a las drogas, porque nunca se tiene derecho a abdicar de la dignidad personal que Dios nos ha dado. Consumir drogas, dice Juan Pablo II, no daña sólo nuestra salud sino también frustra nuestra capacidad de vivir en comunidad y ofrecernos a nosotros mismos a los demás. La lucha contra las drogas es un grave deber para quienes tienen la autoridad pública, insiste el Papa. Reforzar las leyes contra las drogas es crucial para proteger a la sociedad y a los individuos de este grave peligro, afirma el manual. El aumento de las acciones incumplidoras de la ley no debe reducir el esfuerzo de reforzarlas, insiste el documento.

Al mismo tiempo, el manual explica que el problema de las drogas no es sólo legal. Resolver el abuso de las drogas depende de factores tales como el ofrecer a los jóvenes un sentido para sus vidas y un entorno decente en el que puedan madurar.

¿Legalización?

La Iglesia se opone a la legalización de las drogas. Esto incluye las así llamadas blandas, que ve como fomentadoras del mismo tipo de mentalidad dependiente y perdida de dignidad personal que producen las drogas duras.

Desde el punto de vista médico, la división entre drogas blandas y drogas duras es difícil de delinear. En muchos casos lo que más importa es la cantidad de sustancias consumidas, cómo se han tomado y si se han mezclado. Además, nuevas drogas entran en escena constantemente, con nuevos efectos colaterales y preguntas sobre su potencial.

El Pontificio Consejo para los operadores sanitarios también hacía notar que el abuso de las drogas tiene serios efectos que van más allá de lo físico. Las consecuencias psicológicas y de comportamiento de las drogas blandas conducen a importantes problemas, incluso si sus efectos psicológicos no son tan serios como los de las drogas duras.

¿Cómo podemos luchar del mejor modo contra las drogas?

El documento sugiere tres cauces de acción: prevención, supresión del tráfico y rehabilitación.

La prevención debe llevarse a cabo ofreciendo a las víctimas potenciales de las drogas los valores humanos del amor y la vida, iluminados por la fe, asevera el Papa. Siguiendo este camino podemos dar significado a nuestras vidas. La Iglesia ofrece a las personas el don del amor de Dios, con su palabra y con la gracia de Cristo. El documento también establece el papel de la familia a la hora de dar a los hijos una sólida educación que les enseñe a evitar que caigan en las drogas. Los grupos de jóvenes y las parroquias pueden jugar también un papel importante, al promover un estilo de vida basado en los valores evangélicos y el contacto con Dios que conducirá al descubrimiento del verdadero significado de nuestra existencia humana.

Luchar contra las redes internacionales del narcotráfico también es importante, apunta el manual. La cooperación regional e internacional es necesaria para vencer el poder de los sindicatos del crimen. Los camellos y traficantes deberían ser el objetivo prioritario de la acción legal y policial, afirma el documento.

Si bien sería un error dejar impunes a los consumidores ordinarios de drogas, las autoridades deben tener en cuenta los factores personales y sociales que les han llevado a la adicción. Sobre todo, se debería ayudar a los drogodependientes a escapar de su dependencia. El Pontificio Consejo para los Operadores sanitarios hace notar que, durante años, la Iglesia ha tratado con éxito a drogodependientes. Juan Pablo II ha dado su apoyo a los padres de los jóvenes adictos para que conserven la esperanza y mantengan el diálogo con sus hijos. El amor de la familia es un arma potente en la lucha contra el consumo de drogas. La Iglesia ofrece también a los adictos la esperanza contenida en el amor de Cristo a cada persona. El manual hace notar que una vida basada en una relación personal con Cristo es el único camino para colmar nuestros deseos personales.


La salud, la templanza y las drogas en el Catecismo

2288 La vida y la salud física son bienes preciosos confiados por Dios. Debemos cuidar de ellos racionalmente teniendo en cuenta las necesidades de los demás y el bien común.

El cuidado de la salud de los ciudadanos requiere la ayuda de la sociedad para lograr las condiciones de existencia que permiten crecer y llegar a la madurez: alimento y vestido, vivienda, cuidados de la salud, enseñanza básica, empleo y asistencia social.

2289 La moral exige el respeto de la vida corporal, pero no hace de ella un valor absoluto. Se opone a una concepción neopagana que tiende a promover el culto del cuerpo, a sacrificar todo a él, a idolatrar la perfección física y el éxito deportivo. Semejante concepción, por la selección que opera entre los fuertes y los débiles, puede conducir a la perversión de las relaciones humanas.

2290 La virtud de la templanza conduce a evitar toda clase de excesos, el abuso de la comida, del alcohol, del tabaco y de las medicinas. Quienes en estado de embriaguez, o por afición inmoderada de velocidad, ponen en peligro la seguridad de los demás y la suya propia en las carreteras, en el mar o en el aire, se hacen gravemente culpables.

2291 El uso de la droga inflige muy graves daños a la salud y a la vida humana. Fuera de los casos en que se recurre a ello por prescripciones estrictamente terapéuticas, es una falta grave. La producción clandestina y el tráfico de drogas son prácticas escandalosas; constituyen una cooperación directa, porque incitan a ellas, a prácticas gravemente contrarias a la ley moral.