¿Qué significa «en el cual no hay engaño»? ¿Acaso no tenía pecado, o no necesitaba del médico?


Verán el cielo abierto


Del Evangelio según San Juan 1,47-51. 

Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez». 

«¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera». 

Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». 

Jesús continuó: «Porque te dije: ‘Te vi debajo de la higuera’, crees . Verás cosas más grandes todavía». 

Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.» 


 

El Diccionario define “Doblez como”:  Disimulo con el que se comporta una persona, dando a entender lo contrario de lo que siente u ocultando lo que sabe no te puedes fiar, actúa casi siempre con doblez. (Hipocresía)


Comentario de San Agustín,  in Ioannem, tract. 7

¿Qué significa en el cual no hay engaño? ¿Acaso no tenía pecado, o no necesitaba del médico? De ningún modo; ninguno ha nacido en una condición que no necesite de aquel médico. Mas se dice que hay engaño cuando se hace lo contrario de lo que se aparenta. Pues ¿cómo no había engaño en él? Así sucede con el pecador que confiesa serlo; pero si es pecador y se presenta como justo, hay engaño en su boca. Mas de Natanael no dijo que no era pecador sino que alabó la confesión de su pecado.

Debemos inquirir también lo que significa el árbol de la higuera. Sabemos que la higuera fue maldecida porque sólo tenía hojas y carecía de fruto. En el principio del mundo, cuando pecaron Adán y Eva, se cubrieron con hojas de este árbol. Por lo tanto las hojas de la higuera representan el pecado. Estaba Natanael debajo de la higuera, como a la sombra de la muerte. Como si el Señor le dijera: ¡Oh Israel, que vives sin engaño! ¡Oh pueblo, que vives de la fe! Antes que yo te llamase por medio de mis apóstoles, y cuando estabas debajo de la muerte, cuando tú no me veías, yo te vi.

Recordemos la historia antigua y veremos que Jacob vio en sueños una escala que desde la tierra llegaba hasta el cielo. Y el Señor descansaba sobre ella, y los ángeles subían y bajaban por ella ( Gén 28). Después el mismo Jacob, como comprendió lo que había visto, puso una piedra y derramó aceite sobre ella. Y cuando Jacob ungió la piedra, ¿incurrió en idolatría? Prefiguró, no adoró. Conocéis el crisma, pues conoced también a Jesucristo. Esta es la piedra que han despreciado los arquitectos. Por lo tanto, si Jacob vio la escala y si fue llamado Israel ( Gén 32), y este Natanael era israelita, por esto el Señor le aludió muy oportunamente al sueño de Jacob, como diciendo: Te he llamado por el nombre de aquél cuyo sueño tú ves realizado. Verás, por lo tanto, abierto el cielo, y que los ángeles de Dios suben y bajan sobre el Hijo del hombre. Y si bajan sobre el Hijo del hombre y suben a Dios, es porque Este reside arriba y Aquél abajo; arriba en su esencia y abajo entre los suyos.

Los ángeles de Dios son los buenos predicadores, porque predican a Jesucristo. Esto es, suben y bajan sobre el Hijo del hombre, como San Pablo, que subió hasta el tercer cielo, y bajó a alimentar a los pequeños con la leche de su predicación. Por esto dijo: «Mayores cosas que estas verás». Porque es mucho más el que el Señor nos justifique cuando nos llama que el habernos visto sentados a la sombra de la muerte. ¿De qué nos hubiera aprovechado si nos hubiésemos quedado donde nos vio? Mas alguno se pregunta: ¿por qué Natanael, a quien tan considerable testimonio dio el Hijo de Dios, no se encuentra entre los doce Apóstoles? Debemos comprender que él era instruido y muy versado en la Ley. Por eso no quiso el Señor colocarlo entre sus discípulos; los eligió ignorantes para confundir al mundo. Y queriendo humillar las cabezas de los soberbios, no buscó oradores, sino pescadores, porque del pescador sacó el que había de mandar. El gran Cipriano (de Cartago) fue orador, pero primero había existido Pedro el pescador, por quien habían de creer no solamente el orador, sino también el emperador.

 

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