Este 4 de junio se ¿celebró? el Día Internacional de los Niños Inocentes Víctimas de la Agresión. Nadie lo supo. Mucho menos los niños inocentes, víctimas de la agresión de los adultos. Ellos la padecen y ya. Jaime SeptiénEl primer derecho de un niño es a ser un niño. De esto nadie podría tener ninguna duda. Pero es el primer derecho que les violentamos: a querer o no, estamos adelantando la infancia de todos los niños del mundo occidental. Hay una forma de agresión al niño de la que muy poca gente habla; que no se ve anormal, pero que está creando generaciones de adultos incompletos. Me refiero a la exposición exagerada de los niños a la televisión y a los materiales de violencia y sexualidad que la televisión transmite en horarios clasificados para niños y para adultos. Los 219 minutos diarios que, en promedio, pasan los niños frente al televisor en el mundo (en México es mayor el tiempo: cerca de 245 minutos diarios en promedio) son una escuela de formación en los valores contrarios de la convivencia. Los pequeños reciben ahí «clases» de desobediencia, de saltarse la ley, de resolver conflictos por la vía de la imposición, de sexualidad ejercida con aires de libertad absoluta, en fin, de que el fin justifica los medios y que no hay fines «buenos» sino aquellos que elegimos nosotros, por «consenso», sin aparición de autoridades y en la más absoluta de las soledades que es la soledad de la llamada «autoestima» (haz aquello que sea bueno para ti y no te fijes en los demás). Frente a las 960 horas anuales que un chico pasa en la escuela, resaltan las 990 que pasa frente al televisor. El resultado ha sido desastroso. Ya no es el padre de familia o el maestro el que educa. Ahora son grandes corporaciones comerciales que fijan su interés en la utilidad financiera de sus productos y en la rentabilidad de sus programas. Importa poco, para estos consorcios, que el niño sea niño; es más, mientras más rápido se adhiera al mercado mucho mejor. Lo que sigue es una sexualidad que se desborda (…); un consumismo enfermizo (compulsión por tener) y una actitud antisocial a toda prueba (ausencia de solidaridad y participación en los asuntos de la sociedad). Se trata de una agresión silenciosa aunque estridente. Una agresión de la que es víctima el niño (y se es niño hasta los 18) y una modificación antinatural de su desarrollo, lo que le impide, justamente, ser niño. Sin embargo, hay cura. Y esa cura pertenece a los padres de familia. Si ellos quieren y se mueven en esa dirección, pueden volver a tomar las riendas de la educación en valores de sus hijos. Ver la televisión con inteligencia selectiva (¿qué inteligencia no lo es?) ayudará a saber que una agresión a la infancia no tiene justificación.

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