Levántate por mí” es decir, no por tu mérito, sino por mi gracia


Se produce la curación física, pero ésta está estrechamente ligada a la curación más profunda, la que dona la gracia…


No tengas miedo, basta que tengas fe


A Jairo, un papá desesperado porque su hija estaba enferma de muerte Jesús le dice: “No tengas miedo, basta que tengas fe”, recordó el Papa BENEDICTO XVI, en Julio del 2012, para afirmar que “gracias a la fe, Jesús nos hace participar de su misma vida divina”.

“…En el evangelio de hoy, Jesús le dice a Jairo: ‘No temas; basta que tengas fe’, y tomando de la mano a su hija le devuelve la vida. Queridos hermanos, gracias a la fe, Jesús nos hace participar en su misma vida divina….”


Levántate por mí


Jesús tomó de la mano a la hija de Jairo ya muerta y le dijo: “Niña, yo te lo digo, levántate”. Explicando el evangelio, Benedicto XVI recordó a san Jerónimo, que interpreta estas palabras de Jesús como un: “Levántate por mí” es decir, no por tu mérito, sino por mi gracia. Y profundizó afirmando que: “De hecho el milagro se desarrolla en dos fases: primero viene la curación física, pero ésta, está ligada a la curación más profunda, aquella que da la gracia de Dios a quien se abre a Él con fe”.

Estos dos relatos de curación son para nosotros una invitación a superar una visión puramente horizontal y materialista de la vida… Lo que debemos pedir con insistencia es una fe cada vez más firme para que el Señor renueve nuestra vida, una firme confianza en su amor, en su providencia que no nos abandona.

Queridos hermanos y hermanas: este domingo, el evangelista Marcos nos presenta el relato de dos curaciones milagrosas que Jesús realiza en favor de dos mujeres: la hija de unos de los jefes de la Sinagoga, llamado Jairo, y de una mujer que sufría de hemorragia (Cfr. Mc 5, 21-43). Son dos episodios en los que están presentes dos niveles de lectura; el puramente físico: Jesús se inclina sobre el sufrimiento humano y cura el cuerpo; y el espiritual: Jesús ha venido a curar el corazón del hombre, a dar la salvación y pide la fe en Él.

En efecto, en el primer episodio, ante la noticia de que la hijita de Jairo ha muerto, Jesús dice al jefe de la Sinagoga: “¡No temas; solamente ten fe!” (v. 36), lo lleva consigo hasta donde estaba la niña y exclama: “¡Muchacha, a ti te digo, levántate”! (v. 41). Y ella se levantó y se puso a caminar. San Jerónimo comenta estas palabras, subrayando el poder salvífico de Jesús: “Muchacha, levántate por mí: no por mérito tuyo, sino por mi gracia. Levántate por tanto por mí: el hecho de ser curada no ha dependido de tus virtudes” (Homilías sobre el Evangelio de Marcos, 3).

El segundo episodio, el de la mujer afectada por hemorragias, pone nuevamente de manifiesto que Jesús ha venido para liberar al ser humano en su totalidad. En efecto, el milagro se realiza en dos fases: primero se produce la curación física, pero ésta está estrechamente ligada a la curación más profunda, la que dona la gracia de Dios a quien se abre a Él con fe. Jesús dice a la mujer: “¡Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad!” (Mc 5, 34).

Estos dos relatos de curación son para nosotros una invitación a superar una visión puramente horizontal y materialista de la vida. A Dios nosotros le pedimos tantas curaciones de problemas, de necesidades concretas, y es justo, pero lo que le debemos pedir con insistencia es una fe cada vez más firme, para que el Señor renueve nuestra vida, y una firme confianza en su amor, en su providencia que no nos abandona.

Jesús se hace atento al sufrimiento humano y nos hace pensar también en todos aquellos que ayudan a los enfermos a llevar su cruz, en particular a los médicos, a los agentes sanitarios y cuantos aseguran la asistencia religiosa en los nosocomios. Ellos son “reservas de amor”, que llevan serenidad y esperanza a los que sufren.

En la Encíclica Deus caritas est observaba que, en este precioso servicio, es necesaria ante todo la competencia profesional – esta es una primera y fundamental necesidad – pero esta sola no basta. Se trata, en efecto, de seres humanos, que tienen necesidad de humanidad y de la atención del corazón. “Por eso, dichos agentes, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una ‘formación del corazón’: se les ha de guiar hacia ese encuentro con Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro”.

Pidamos a la Virgen María que acompañe nuestro camino de fe y nuestro empeño de amor concreto, especialmente hacia quien tiene necesidad, mientras invocamos su materna intercesión por nuestros hermanos que viven un sufrimiento en el cuerpo o en el espíritu.

Que «con el ejemplo de María, dejemos de lado nuestros miedos y dudas y demostremos con alegría y honra nuestra fe» alentó también en francés el Santo Padre. En el milagro con el que Jesús le devuelve la vida a la hija de Jairo – dijo luego el Papa en inglés – podemos ver «una invitación a crecer en nuestra propia fe, afianzados en la promesa del Señor de una vida abundante, rezando por todos aquellos que necesitan conocer su amor».


(Traducción de María Fernanda Bernasconi y Cecilia de Malak – RV).

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