El papa Benedicto XVI recibió, el jueves 15 de diciembre, las cartas credenciales de once nuevos embajadores, no residentes, ante la Santa Sede: Margaret A. King-Rousseau (Trinidad y Tobago); Hília Garez Gomes Lima Barber (Guinea Bissau); Paul Widmer (Suiza); Anatole Bacanamwo (Burundi); Arbhorn Manasvanich (Tailandia); Muhammad Saleem (Pakistán); Amadeu P.S. da Conceição (Mozambique); Tolendy Makeyev (Kirguistán); Jaume Serra Serra (Andorra); Tamara Kunanayakam (Sri Lanka) y Joseph Paré (Burkina Faso).

     El Santo Padre pronunció un discurso para todos los nuevos diplomáticos centrado en el tema de la solidaridad como palanca del desarrollo integral de los pueblos.

    "En nuestros días -dijo el Papa-, la unidad de la familia humana es un hecho innegable. Debido a los medios de comunicación que unen todas las regiones del planeta, al transporte que facilita los intercambios humanos, a los vínculos comerciales que hacen a las economías interdependientes, a problemas de envergadura global como la protección del medio ambiente y a la importancia de los flujos migratorios, los seres humanos han tomado conciencia de su destino común.

    “La humanidad debe descubrir en esta interdependencia no una amenaza, sino una ventaja: todos somos responsables de todos, por lo cual es importante tener un concepto positivo de la solidaridad ya que es la palanca del desarrollo humano integral".

 Entre los ámbitos propios de la solidaridad, Benedicto XVI hizo hincapié en el de "la solidaridad intergeneracional", que hunde sus raíces en la familia, y afirmó que la preocupación por la educación y el destino de las generaciones futuras se traduce en "un avance significativo en la percepción de la unidad del género humano".

    Después, subrayó que la "responsabilidad común" por el bien de la humanidad no se contrapone a la diversidad cultural y religiosa, y que "el pluralismo de culturas y religiones no está en contradicción con la búsqueda común de la verdad, la bondad y la belleza".

    "La Iglesia, iluminada y sostenida por la luz de la Revelación -observó- anima a la humanidad a fiarse de la razón purificada por la fe que entonces es capaz de superar los condicionamientos de parte o interesados, para reconocer los bienes universales necesarios para todos los seres humanos. Entre ellos, la paz y la armonía social y religiosa, tan deseadas, están unidas no sólo a un marco legislativo justo y adecuado, sino también a la calidad moral de todos los ciudadanos porque ‘la solidaridad tiene dos aspectos complementarios: el del principio social y el de la virtud moral’".

    La solidaridad cumple plenamente con su papel de "virtud social" cuando se asienta, a su vez, en "estructuras de subsidiariedad y en la determinación firme y perseverante de cada persona de trabajar para el bien común.

“Los nuevos retos a los que sus países se enfrentan llaman a una movilización de la inteligencia y la creatividad del ser humano para luchar contra la pobreza y utilizar de forma más eficaz y racional los recursos y energías disponibles.

    “Incrementar la responsabilidad de todos entraña también la tutela de la dignidad humana en contra de cualquier intento de limitarla".

    "Justicia y solidaridad -concluyó el Papa- son inseparables del concepto de desarrollo integral de la persona. En este sentido, no incumbe sólo a las religiones resaltar la primacía del espíritu, sino también a los Estados, sobre todo a través de una política cultural que promueva el acceso de todos a los bienes del espíritu, valorice la riqueza de los lazos sociales y no obstaculice jamás al ser humano en su búsqueda libre de la espiritualidad".

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