Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse

Evangelio Diario y Meditación

+Santo Evangelio:

Evangelio según San Juan 6,22-29. 

Después de que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en la única barca que había allí, sino que ellos habían partido solos. 

Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias. 

Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. 

Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste?». 

Jesús les respondió: «Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. 

Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello». 

Ellos le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?». 

Jesús les respondió: «La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado». 

+Meditación:

San Ignacio de Antioquia (¿- c. 110), obispo y mártir. Carta a los Filadelfos

     Vosotros, hijos de la verdadera luz, huid de las disputas y malas doctrinas. Igual que las ovejas, seguid a todas partes a vuestro pastor. Porque a menudo unos lobos aparentemente dignos de fe hacen extraviar a los que corren en los caminos de Dios, pero si permanecéis unidos, no encontrarán lugar adecuado entre vosotros. 

    Tened cuidado de no participar más que a una sola eucaristía; en efecto, no hay más que una sola carne de nuestro Señor, una sola copa para unirnos en su sangre, un solo altar, igual que no hay más que un solo obispo rodeado de presbíteros y diáconos. Entonces, todo lo que hagáis, lo haréis según Dios… Mi refugio es el Evangelio, que es para mí el mismo Jesús en carne, y los apóstoles son los que encarnan el presbiterio de la Iglesia. Amemos también a los profetas, porque también ellos han anunciado el Evangelio; pusieron su esperanza en Cristo y lo esperaron; creyendo en él fueron salvados y, permaneciendo en la unidad de Jesucristo, santos dignos de amor y de admiración, merecieron recibir el testimonio de Jesucristo y tener parte en el Evangelio, nuestra común esperanza… 

    Dios no habita donde reina la división y la cólera. Sino que el Señor perdona a todos los que se arrepienten, si el arrepentimiento les conduce a la unidad de Dios y a la comunión con el obispo. Creo en la gracia de Jesucristo que nos librará de toda cadena. Os lo suplico, no actuéis jamás por espíritu de disputa, sino según la enseñanza de Cristo. He oído a algunos que dicen: “Lo que no encuentro en los archivos, no lo creo en el Evangelio”… Para mí, mi archivo, es Cristo; mis archivos inviolables, son su cruz, su muerte y su resurrección y la fe que se desprende de ellas. Es de ahí que espero, con la ayuda de vuestras plegarias, toda mi justificación.

                                                                                      

                                         

+Comunión Espiritual: 

  Dices: «Venid a mí todos los que tenéis trabajos y estáis cargados, que yo os recrearé» (Mt 11,28). ¡Oh dulce y amable palabra en los oídos del pecador! ¡Que tú, Señor Dios mío, convidas al pobre y al mendigo a la comunión de tu santísimo cuerpo!  Mas, ¿quién soy yo, Señor, para que presuma llegar a ti? Veo que no cabes en los cielos de los cielos, y tú dices: «¡Venid a mí todos!”.  ¿Qué quiere decir esta tan piadosísima dignación y este tan amistoso convite? ¿Cómo osaré llegarme yo que no reconozco en mí cosa buena en que pueda confiar? ¿Cómo te hospedaré en mi casa yo, que tantas veces ofendí tu benignísima presencia? Los ángeles y arcángeles tiemblan; los santos y justos temen, y tú dices: «!Venid a mí todos!”. Si tú, Señor, no dijeses esto, ¿quién lo creería?  Y si tú no lo mandases, ¿quién osaría llegarse a ti?” (Imitación de Cristo, IV)  

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