Velad conmigo


HORA DE GETSEMANÍ   

JUEVES SANTO 


Oración al Espíritu Santo 

Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi director, mi luz, mi guía, mi fuerza, y todo el amor de mi corazón. 

Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.  

¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén 

  

1.- Dice el Señor: «Este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. 

Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.» (San Juan 6, 50-51) 

 

Esta Hora Santa está especialmente dedicada para reparar el gran pecado de aquel público, en todas partes numeroso, que pretende la alianza híbrida, imposible, de la piedad y de una mundanidad social pecaminosa. He aquí una lección de amor verdadero y de reparación solemne, pero también una lección, misericordiosa y severa a la vez, para tantos católicos que oran y confiesan en el templo, pero que violan la ley del Señor en su vida social. 

Ya que no podemos sorprender al Verbo, como San Pablo, en la magnificencia de su gloria inaccesible, sorprendamos al Rey de los cielos en la gloria de su calabozo el Jueves Santo por la noche… Ved la escena que llenó de estupor a los ángeles: a guisa de palacio, un sótano-cárcel…; por trono, un escaño…; por diadema, el dolor…; por cetro, la burla…; por corte, la soldadesca, ebria de vino, una horda ebria de odio mortal… Blanco de las iras, de los sarcasmos y los golpes, manso, majestuoso y humilde, con ojos suplicantes y faz de angustia, bañado en sangre, pero sediento de más dolor, está Jesús… 

“Y así, en esa misma cárcel de amor y de gloriosa ignominia, te sorprendemos, Señor, esa tarde después de veinte siglos… Tu Corazón ha hecho el milagro de perpetuar indestructible el calabozo del Jueves Santo… No han cambiado, ¡oh, Rey de Reyes!, ni los arreos de tu majestad escarnecida, ni los grillos de amor que te aprisionan, ni la cohorte que te ultraja, ni menos aún has cambiado Tú, Jesús, Amor de amores, inmutable en tu propósito de ser nuestro cautivo hasta la consumación de las edades… Los que queremos cambiar la rebeldía de pecado en cautiverio de caridad, somos nosotros… 

  

Por esto: 

  

Conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado. 

(Todos) 

 Conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado. 

Rey-Cautivo, pon cadenas de fe a nuestra triste libertad, y conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado. 

(Todos) 

Conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado. 

Rey-Cautivo, pon cadenas de amor a nuestro ingrato corazón, y conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado. 

(Todos) 

Conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado. 

Rey-Cautivo, pon cadenas de gracia a nuestros sentidos rebeldes y conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado. 

(Todos) 

Conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado. 

Rey-Cautivo, pon cadenas de fortaleza a nuestra voluntad tan tornadiza, y conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado. 

(Todos) 

Conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado. 

Rey-Cautivo, pon cadenas de santo temor a nuestro espíritu orgulloso, y conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado. 

(Todos) 

Conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado. 

Rey-Cautivo, pon cadenas de ternura y de piedad a nuestra naturaleza tan frágil e inconstante, y conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado. 

  

(Todos) 

Conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado. 

  

¡Háblanos, Jesús y viviremos! 

¡Háblanos, Jesús y te amaremos! 

¡Háblanos, Jesús y triunfaremos! 

Sólo Tú tienes, Maestro, palabras de vida, de amor y de verdad… Callen las criaturas, para oírte a Ti, y sólo a Ti. Ábranse los cielos para escucharte, Divino Verbo, a Ti, y sólo a Ti… 

Háblanos ya, Jesús, Amor de nuestros amores… 

  

Canto: 

  

Dios, Padre nuestro, Te damos gracias por enviarnos a María, quien desea conducirnos a Ti. Con Ella Te pedimos, danos la gracia de que nuestro corazón se abra a Ti en la oración. Danos la gracia de que nuestra oración se convierta en un amoroso pasar el tiempo delante de Ti, que nuestro corazón y nuestra alma lleguen a gustar de estar delante de Ti como una flor ante los rayos del sol. Padre, envía el calor y el amor de Tu Espíritu a nuestro corazón y al corazón de todos los demás, para que el hielo pueda derretirse y su frío desaparezca. Que Tu amor y Tu calor vengan a nosotros, a todos los hombres y desde todos nosotros regrese a Ti. Libéranos, oh Padre, de cualquier temor y desconfianza para que estemos dispuestos a aceptar la gracia de la conversión. Perdónanos por no haber reconocido la importancia de la gracia en estos tiempos y porque muchas veces Te hemos experimentado como un Dios distante. Abre nuestros ojos y nuestros corazones para que podamos reconocerte en Tu palabra y en la Eucaristía, que podamos reconocerte en la naturaleza y de modo especial en todos los seres humanos con quienes entremos en contacto. Especialmente, abre nuestro corazón a los más pequeños, a los pobres y a los enfermos, porque en ellos Te encontramos más fácilmente. Bendice nuestras familias y a la Iglesia entera. Envía a Tu Espíritu, por intercesión de María, y renueva y refresca al mundo entero. Te damos gracias por ser nuestro Padre, porque Tú deseas concedernos en este tiempo la gracia de ser leales a Ti para que podamos ser testigos de Tu amor, por Cristo Nuestro Señor. Amén. 

  

Silencio (10 min) 

  

II.- Dice el Señor:  ««Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo.» Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú.»» (San Mateo 26, 38-39) 

  

Jesús Sacramentado, Rey de los siglos y conquistador del mundo desde el banquillo del Sagrario, no permitas que algunos de los nuestros perezcan de sed a dos pasos de tu Corazón, Fuente de aguas vivas…, no consientas que desfallezcan de hambre, rechazándote a Ti, el Pan consagrado y vivo descendido del cielo… 

(Lento y con gran unción) 

Sin consultar, Jesús, su ignorancia, que te rechaza; ni su debilidad, que te elimina, consultando únicamente tu infinita piedad y la compensación de fe y reparación de amor que por ellos te ofrecemos tus amigos, conjurámoste, Señor Sacramentado, a que los salves: ¡oh, dales de beber del cáliz de tu amor! 

 

(Todos) 

  

¡Oh, dales de beber del cáliz de tu amor! 

¿Recuerdas, Jesús Infante, las ternezas con que en el pesebre te cuidó tu Madre?… ¿Recuerdas la primera sonrisa, el primer abrazo, el primer ósculo de amor inmenso de María?… Si la amas siempre como el Hijo-Dios, por Ella, por María, atrae las almas que queremos al Sagrario… ¡Oh, dales de beber del cáliz de tu amor! 

 

(Todos) 

  

¡Oh, dales de beber del cáliz de tu amor! 

¿Recuerdas, Jesús Infante, que en los brazos de María recibiste las adoraciones de pastores y de reyes?… ¿Recuerdas ese Trono de su pecho inmaculado, donde se quemó a tu gloria el más rico incienso de adoración reparadora?… Si la amas siempre como el Hijo-Dios, por Ella, por María, atrae a las almas que queremos al Sagrario… ¡Oh, dales de beber del cáliz de tu amor! 

  

(Todos) 

 

¡Oh, dales de beber del cáliz de tu amor! 

¿Recuerdas, Jesús Infante, aquel tu cielo de Nazaret…, tus plegarias cuando pequeñito, sobre las rodillas de María, sus cantares de paloma al lado de tu cuna?… ¿Recuerdas todavía cuando sorprendiste ya entonces las perlas de sus lágrimas en aquellos ojos virginales?… Si la amas siempre como el Hijo-Dios, por Ella, por María, atrae las almas que queremos al Sagrario… ¡Oh, dales de beber del cáliz de tu amor!… 

  

(Todos) 

  

¡Oh, dales de beber del cáliz de tu amor! 

¿Recuerdas, Jesús adolescente, el afán amoroso con que esa Reina inmaculada te buscó tres días?… ¿Recuerdas el fulgor de su mirada, las palpitaciones de inmenso júbilo de su Corazón, al encontrarte a Ti, su único tesoro?… Si la amas siempre como el Hijo-Dios, por Ella, por María, atrae las almas que queremos al Sagrario… ¡Oh, dales de beber del cáliz de tu amor!… 

  

(Todos) 

  

¡Oh, dales de beber del cáliz de tu amor! 

¿Recuerdas, Jesús Rey y Salvador, tu despedida de María el Jueves Santo?… ¿Recuerdas su dolor al encontrarte, camino de la muerte?… ¿Recuerdas lo que dijo Ella con su mirada en los estertores ya de la agonía?… Si la amas siempre como el Hijo-Dios, por Ella, por María, atrae las almas que queremos al Sagrario… ¡Oh, dales de beber del cáliz de tu amor!… 

  

(Todos) 

  

¡Oh, dales de beber del cáliz de tu amor! 

  

Canto: 

 

Señor, Dios nuestro, Padre Celestial, Te damos gracias por María, Tu humilde sierva, nuestra Madre e intercesora, la Madre de Tu Hijo Jesús. Gracias por enviarla a nosotros, gracias porque Ella nos guía y nos instruye en Tu nombre. Con María Te pedimos, oh Padre, la gracia de contemplar y vivir con Ella la Pasión de Tu Hijo Jesús en este tiempo de Cuaresma. Danos la gracia de abrirte nuestro corazón, tal como se abrió el corazón de María delante de Ti. Madre Santísima, gracias por invitarnos a darte todo, así lo hacemos ahora. Ponemos en tus manos maternales todo el bien que hay en nosotros, todo lo positivo y todas las alegrías. Te damos gracias y te entregamos todo esto a fin de que lo bueno no sea un impedimento en nuestro camino Contigo. Te damos todas nuestras buenas obras del pasado, del presente y también del futuro – todo te lo entregamos. Gracias, María, por alentarnos a poner en tus manos también todo lo negativo y el pecado; por tanto, te entregamos nuestra soberbia, nuestro egoísmo, nuestra envida, nuestros celos y todo nuestros sentimientos negativos, todas nuestras dependencias, todas nuestras pasiones y heridas, todas las relaciones lastimadas entre nosotros y nuestros seres queridos, todos los problemas que cargamos en nuestro corazón y que experimentamos en nuestras familias, en nuestras comunidades, en la Iglesia y en el mundo. Gracias, María, por querer ofrecerlo todo a Jesús. Jesús, gracias por escuchar a Tu Madre como hiciste en Caná de Galilea. Con María, Tu Madre, Te pedimos que transformes nuestro corazón, que transformes el dolor en alegría, la desesperanza y la desilusión en esperanza, toda discordia en paz, todo odio en amor, toda desconfianza en confianza. Aleja de nosotros toda muerte espiritual, a fin de que podamos vivir en Ti. Danos la gracia de cultivar incansablemente Tu amistad. Te pedimos, Padre, en nombre de Tu Hijo Jesús y de María Santísima que nos perdones por cada vez que no hemos confiado, amado, esperado ni creído. Danos la gracia, oh Padre, Te lo pedimos en nombre de Tu Hijo Jesús y con María Santísima, de vivir esta Cuaresma de tal modo que seamos purificados de todo mal y alcancemos así la Resurrección y la vida eterna, por Cristo, Nuestro Señor. Amén. 

  

Silencio (10 min) 

  

3.- Dice el Señor: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.»  (San Mateo 11, 28-30) 

  

 

  

¿Qué tengo yo, Señor Jesús, que Tú no me hayas dado?… 

¡Qué sé yo que Tú no me hayas enseñado?… ¿Qué valgo yo si no estoy a tu lado? 

¿Qué merezco yo, si a Ti no estoy unido?… 

Perdóname los yerros que contra Ti he cometido. 

Pues me creaste sin que lo mereciera… Y me redimiste sin que te lo pidiera… Mucho hiciste en crearme, mucho en redimirme, y no serás menos generoso en perdonarme. 

Pues la mucha sangre que derramaste, 

Y la acerba muerte que padeciste, 

No fue por los ángeles que te alaban, 

Sino por mí y demás pecadores, que te ofenden… 

Si te he negado, déjame reconocerte; 

Si te he injuriado, déjame alabarte; 

Si te he ofendido, déjame servirte. 

Porque es más muerte que vida 

La que no está empleada en tu santo servicio… 

  

¡Oremos juntos, hermanos! 

  

Nos has bendecido, Jesús amado, como no bendijiste jamás, a tu paso, las flores de los campos y los lirios de los valles de tu patria, y en pago, hemos sido nosotros las zarzas y las espinas de tu corona. Pero no te canses de nosotros; acuérdate que eres Jesús, para estos pobres desterrados… 

  

Nos has bendecido, Jesús amado, como no bendijiste jamás las mieses, las viñas y los jardines de Samaria y Galilea, y nosotros te hemos pagado siendo tantas veces la cizaña culpable de tu Iglesia; pero… no te canses de nosotros; acuérdate que eres Jesús, para estos desterrados… 

¡Oh, Jesús amado! Tu Corazón nos ha bendecido como no bendijiste jamás las aves del cielo, ni los rebaños de Belén y Nazaret, y nosotros te hemos pagado huyendo de tu redil y temiendo la blandura de tu cayado amorosísimo…; pero no te canses de nosotros; acuérdate que eres Jesús, para estos pobres desterrados. 

¡Oh!, en esta hora venturosa, déjanos, porque hemos sido ingratos contigo, Jesús Sacramentado; déjanos ofrecerte un himno de alabanza en el tono inspirado del Profeta-Rey; en su lira te cantamos con la Madre del Amor Hermoso; Espíritus angélicos y santos de la corte celestial, bendecid al Señor en la misericordia infinita con que nos ha colmado: Hosanna al Creador, convertido en creatura y en Hostia por amor. 

  

Canto… 

  

Padre, líbranos de todo lo que ha tomado el primer lugar en nuestra vida y que impide que Tú ocupes ese lugar. Padre, sana nuestras relaciones a fin de que seamos curados y lleguemos a ser santos. Danos amor unos por otros, Te lo suplicamos y sana las relaciones que están lastimadas en las familias, a fin de que cada esposo pueda decirle a su esposa: «Te deseo el bien», que cada esposa pueda decirle a su esposo: «También yo te deseo el bien,» que los padres unidos puedan decir a sus hijos eso mismo y también éstos puedan responderles igual. Que el bien encuentre espacio en las familias, de tal modo que en todas las familias, por Jesucristo, Tu Hijo, puedan vivir en paz y en el bien. Concede el gozo a todos los corazones y especialmente a los que en estos momentos están tristes porque nadie los ama, porque piensan que nadie les desea el bien y por favor, libera todos los corazones del odio y de cualquier sentimiento negativo, para que la alegría ilumine a todas las personas. Y danos el espíritu de oración para que nuestro corazón esté constantemente extendido hacia Tu Hijo Jesús. Te suplicamos que nos envíes a Tu Espíritu Santo para que El pueda transformarnos en nuevas personas que viven en Ti y actúan a partir de Ti, por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén. 

 

Silencio (5 min) 

Canto despedida 

Se termina en silencio sin despedida litúrgica, se invita a continuar orando de forma individual…