No les retira esta última manifestación de dulzura


Todo lo secreto se descubre. El traidor se traiciona antes de traicionar a su Maestro

De San Máximo de Turín, Sermón 36 : PL 57, 605

“Judas, se acercó a Jesús…, y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron”(Mc 14,45s)

La paz es un don de la resurrección de Cristo. A las puertas de la muerte, no vaciló en darle esta paz al discípulo que lo entregaba; abrazó al traidor como se abraza al amigo fiel. No creáis que el beso que el Señor le dio a Judas Iscariote estuvo inspirado por otro sentimiento que el de la ternura. Cristo sabía que Judas lo traicionaría. Sabía lo que significaba este signo de amor, y no escapó de el. He aquí la amistad: al que debe morir, no niega un último abrazo; a los seres queridos, no les retira esta última manifestación de dulzura. Pero Jesús esperaba también que este gesto revolviera a Judas y que, asombrado por su bondad, no traicionaría al que le amaba, no entregaría al que le abrazaba. Así este beso fue concedido como una prueba: si lo aceptaba, sería un lazo de paz entre Jesús y su discípulo; si Judas le traicionaba, este beso criminal se convertía en su propia acusación.

El Señor le dice: «¿Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre?» (Lc 22,48) ¿Dónde está el complot del enemigo? ¿Dónde se esconde su astucia? Todo lo secreto se descubre. El traidor se traiciona antes de traicionar a su Maestro. ¿Entregas al Hijo del hombre con un beso? ¿Con sello del amor, hieres? ¿Con gesto de la ternura, derramas sangre? ¿Con el signo de la paz, traes la muerte? ¿Dime en qué consiste este amor? ¿Das un beso y amenazas? Pero estos besos, con los que el servidor traiciona a su Señor, el discípulo a su maestro, el elegido a su creador, estos besos no son besos, sino veneno.