Una minoría audaz, con la complicidad de los medios periodísticos y la connivencia de los pusilánimes, se ha adueñado de los espacios y, se ha propuesto convencer a la sociedad menos informada de numerosas mentiras, rechazadas en el mundo científico.

Por Mons. Rodolfo L. Nolasco

Primera mentira: La magnitud del problema

Hace pocos años el Dr. Nathanson confesaba ante una asamblea de médicos reunida en Madrid que, cuando él promovía en los Estados Unidos el aborto, había adoptado con su grupo como técnica publicitaria la exageración sistemáticamente creciente del número de abortos con el objeto de disminuir la resistencia cultural a este crimen contra la vida. Similar conducta asumieron respectivamente los políticos divorcistas en Italia y España para obtener apoyo público y parlamentario, exagerando enormemente el número de parejas rotas que estarían esperando la nueva legislación para regularizar su situación con el divorcio legal. En Italia, según la senadora Carrettoni y el diputado Fortuna, había 1.500.000 ó 2.000.000 de parejas rotas que querían divorciarse, y en los cinco años siguientes a la ley apenas recurrieron al divorcio 94.000 y en 10 años solamente 153.000. ¡El «fervor divorcista» les hizo multiplicar por 10 y por 20 el número de los eventuales candidatos al divorcio!

Una campaña parecida se instrumentó aquí con similar resultado. Y con total impunidad la revista «Mujer» se atrevió a presentar una lista de adherentes con sus nombres y apellidos (sin aclarar sus documentos de identidad) en varios números seguidos, anunciando que presentaría en cada número de la revista 1.800 nombres y, tomando por tontos a sus lectores, en cada número solamente colocaba entre 1.180 y 1.200 nombres. (De todos modos, ¿quién se iba a tomar el trabajo de contarlos?) Pero yo mismo los conté y verifiqué la mentira repetida por seis números seguidos, en que, descubierto el truco, esa campaña terminó.

Hoy algunos discípulos de esa escuela de manipulación de la opinión pública, nos pretenden convencer de que en el país los homosexuales serían 1.300.000 (sin aclarar si se trata de quienes tienen tendencia homosexual o de los que practican la homosexualidad). Las investigaciones más serias no dan más de un 2% en los países europeos; un 1,5% en Inglaterra y un 1,1% en los Estados Unidos (con un pico de 4% en California). Aquí en la Argentina resulta inverosímil aquella cifra, aunque pudiera parecer verosímil hablar de un 1% para nuestra población urbana, lo cual tampoco está comprobado, como para afirmarlo y fundamentar alguna legislación.

¿La homosexualidad no es de origen genético?

Brindando una fácil excusa que pretende justificar las prácticas homosexuales llegan algunos a afirmar, sin fundamento serio y contra la reiterada comprobación de notorios especialistas y psicólogos en general, que la homosexualidad proviene de un factor genético y que, por ello, resultaría irreversible. Esto es falso, como lo comprueba el número no pequeño de quienes, aunque con esfuerzo, han podido superar esa tendencia, de origen psicológico y cultural, que Adler asocia a un cierto complejo de inferioridad y Stekel a miedo o temor al otro sexo. El profesor Van den Aardweg, licenciado en psicología en Amsterdam y notorio especialista de nivel internacional en terapia de la homosexualidad, describe numerosos casos de curación, confirmados por otros psicólogos, como Paul C. Vitz de la Universidad de Nueva York, y otros de todo el mundo.

Ratificando la reversibilidad de la tendencia homosexual, no faltan quienes se han animado a confesar su propia experiencia y certificar su curación. Así sucedió con Noel B. Mosen, quien, en una carta publicada por la revista New Zealand de junio de 1994 escribe: «Fui homosexual activo durante 21 años, hasta que me hice cristiano y me convencí de la necesidad de cambiar. Con la ayuda y la fuerza de Dios, lo conseguí. Ahora llevo seis años felizmente casado y no experimento ninguno de los deseos y tentaciones homosexuales que antes dominaban mi vida.

En todo el mundo son miles, muchas en Nueva Zelanda, las personas que han cambiando, igual que yo. «…Es falso que se haya probado la existencia de un gen que determine la homosexualidad. Si los genes fueran determinantes, cuando uno de dos gemelos fuera homosexual, también el otro tendría que serlo; pero en casi la mitad de los casos no ocurre así.

Además, si la orientación sexual estuviera genéticamente determinada, no habría posibilidad de cambiar; pero conocidos expertos en sexología, sin vinculación religiosa, como D. J. West, M. Nicholson y L. J. Hatterer, han descrito muchos casos de homosexuales que se convierten en heterosexuales de modo completamente espontáneo, sin presiones de ninguna clase.

«Mi experiencia personal es que la homosexualidad no es una condición estable, ni satisfactoria, que no es una bendición. No es libertad, sino una adicción emocional. «Estoy firmemente convencido de que la homosexualidad surge de una alienación y de sentirse rechazado desde la infancia por parte de las personas del mismo sexo».

Psicólogos como Bieber, Cappon y Albert Ellis sostienen que hay un elevado porcentaje de homosexuales curados, que han pasado de una homosexualidad completa a una heterosexualidad también completa.

Aquí mismo en Buenos Aires, hace ya muchos años, varios sacerdotes, estudiando el tema de la homosexualidad y las perspectivas morales y terapéuticas de quienes acudían a nuestros confesionarios, conversando con algunos psicólogos, llegamos también a la convicción de que, pese a las dificultades prácticas de la curación en algunos casos, la coordinación de un asiduo sostén espiritual con la atención de un buen psicólogo recurriendo alguna vez hasta la sugestión e hipnosis, podía alcanzar la superación del problema.

Esta solución solamente resulta posible con la seria voluntad del paciente y su perseverancia en el esfuerzo, aislándose totalmente del ambiente homosexual en que se ha habituado a esas prácticas. Esto evidentemente resulta tanto más difícil cuanto por mayor tiempo se ha extendido dicha conducta, que llega a constituirse en una adicción, tan difícil de erradicar como la droga. Alan Medinger, otro ex-homosexual, por la experiencia de su esfuerzo de superación, no duda en atribuirlo a la ayuda de Dios: «Para muchos de nosotros, el camino hacia la vida heterosexual ha estado tan lleno de bendiciones, que no dudaríamos en proclamar el poder de Dios que transforma la vida de los hombres y mujeres homosexuales».

Casos de origen natural

Hace ya muchos años la revista Cahiers de Laënnec de Bélgica publicaba dos números dedicados a los estados intersexuales, refiriéndose al hermafroditismo, que algunos confunden con la homosexualidad, aunque eventualmente podría derivarse de aquel.

Hermafroditismo se suele llamar a la condición de un ser humano que manifiesta los órganos anatómicos y factores secundarios de ambos sexos. Se trata de casos rarísimos en los que parecen coexistir ambos sexos; pero generalmente hay una clara prevalencia de uno de los sexos y alguna presencia del otro sexo en un resto de órgano claramente atrofiado. Esta situación puede crear una aparente ambigüedad y duda, que puede superarse con breve investigación anatómica y hormonal. No parece haberse confirmado la existencia de hermafroditas con real capacidad ambivalente. Si la duda en los padres prevalece o subsiste por un tiempo, la educación o el trato que se asume puede influir en un desarrollo psicológico análogo al del sexo asumido en la práctica, y posteriormente resultar contradictorio con el desarrollo anatómico fisiológico al llegar la pubertad.

La solución del problema en estos casos, de acuerdo a la doctrina moral y la práctica médica, implica, después de determinar cuál es el sexo prevalente, la extirpación quirúrgica de lo que no corresponda a tal sexo con los ajustes necesarios para una conformación anatómica normal, reforzando ulteriormente con tratamiento hormonal correlativo. Aunque tenga alguna similitud, este procedimiento no tiene nada que ver con la cirugía transexual, que pretende un cambio de sexo y no alcanza realmente sino su apariencia externa, no pocas veces con objetivos de facilitar prácticas homosexuales, aunque en algún caso intente sólo prolongar un hábito psicológico desviado (quizá sin culpa) en el ambiente familiar.

Proselitismo perturbador

Una táctica asumida por los movimientos homosexuales o «gay» es la de culpar de discriminación contra ellos a cuantos resisten a sus campañas pretendiendo «sexo libre» e igualdad absoluta para aspirar a cualquier cargo o función en la sociedad.

Para tratar de superar la poca vergüenza que les queda, algunos llegan a hablar de «orgullo gay», para ahuyentar en los no adictos el pudor que los aleja instintivamente de ese camino. No está justificado el maltrato a los homosexuales, como lo ha declarado también la Iglesia en varias oportunidades.

Pero esto no implica que la sociedad y en particular los padres de familia no tengan derecho a impedir el proselitismo que fácilmente pueden desarrollar los homosexuales militantes, si se les permite ocupar cátedras con alumnos niños y adolescentes.

La criminalidad de la corrupción de menores es bastante extensa como para ignorarla; ya que está comprobado que suele ser el camino de la iniciación en las prácticas homosexuales, de las que luego no resulta fácil librarse. Los padres de familia, pues, tienen derecho a exigir a los institutos educativos que no asuman como profesores a quienes son conocidos como homosexuales. Si la ley no reprime las prácticas homosexuales penalmente mientras están restringidas a la vida privada, esto no significa que los homosexuales no puedan ser excluidos de la docencia, como tampoco se aceptan como cajeros de banco a los ladrones, ni choferes a los ciegos o daltónicos, ni como policías a los asaltantes.

No son capaces de tal oficio, así no más. Esto no viola los derechos humanos, ni es discriminación injusta: no queremos que sean maestros de nuestros hijos quienes pretenden que es normal la práctica de la homosexualidad o la drogadicción o el robo.

Esta actitud es tachada de anti-evangélica y opuesta a la misericordia de Jesús; pero quienes lo dicen olvidan que el Señor perdonaba a los pecadores arrepentidos, mientras que, de los que escandalizaban a los niños dijo: «sería preferible que les ataran al cuello una piedra de moler y lo hundieran en el fondo del mar». La práctica homosexual con el tiempo puede llegar a ser incoercible y el adicto tiende instintivamente a buscar con quien compartirla, particularmente con los niños y adolescentes que, por su indefinición sexual al no haber llegado a la madurez de la pubertad, son más fácilmente inducidos a experiencias novedosas o desconocidas por personas adultas, que explotan su curiosidad y la influencia que tengan sobre ellos, como la suelen tener los maestros.

Muchos de los iniciados en esta conducta desordenada, han llegado a ella efectivamente conducidos por un docente inmoral e irresponsable, como lo refieren luego cuando quieren liberarse del vicio en que incurrieron por su inexperiencia y curiosidad, hasta entonces quizás sin malicia. Por grandes que sean los esfuerzos de los «gay» y lesbianas por alcanzar un «status» o reconocimiento social o legal no podrán impedir que la sociedad democrática, que en su inmensa mayoría no comparte su ideología y menos aun sus prácticas, se defienda de tal pretensión absurda de tener derecho a ser anormal o enfermo, fingiendo una «libre elección». Igual comentario merece la reciente interpretación que concede la pensión por viudez al compañero homosexual, sin vinculación matrimonial, sin capacidad natural ni legal de contraer matrimonio.

Solamente la connivencia cómplice podría permitir tal absurdo legal y moral, ofensivo para tantos viudos y viudas de sanos y limpios matrimonios.

Doctrina constante de la Iglesia Católica

La enseñanza de la Iglesia Católica, siguiendo fielmente la Ley natural, los textos bíblicos y coincidiendo con las auténticas tradiciones culturales y morales del pueblo judío, como el musulmán y otros, es coherente y clara: Las prácticas homosexuales constituyen una violación de la moral natural y un pecado grave, que aumenta su malicia con el escándalo cuando se induce a un niño o adolescente a tal conducta.

En el capítulo 19 del Génesis se narra la corrupción reinante en Sodoma, que mereció el castigo del cielo por la malicia de sus pecados de homosexualidad.

En el libro del Levítico, capítulo 19, v. 22 y siguientes son considerados abominables tales vicios.

Igual reprobación en el capítulo 20, v. 13. No faltan textos en el Nuevo Testamento y es clásica la cita de la Carta a los Romanos, cap. 1, v. 18 al 32, señalando los extravíos de la corrupción pagana. No puede señalarse ninguna época de la historia de la Iglesia en que este pecado no haya sido reprobado con claridad y constancia. Varios documentos pontificios han ratificado en los últimos tiempos la enseñanza tradicional: Ética sexual (Navidad de 1975) y Carta de la Congregación de la Doctrina de la Fe (1º de octubre de 1986). Últimamente la Carta «Homosexualitatis problema». En cuanto a los motivos de la Iglesia para su valoración moral de la homosexualidad merece destacarse el trabajo publicado en la edición castellana de L´Osservatore Romano por monseñor Livio Melina, profesor del Instituto Juan Pablo II de matrimonio y Familia de Roma.

Metodología terapéutica

La terapéutica abarca dos etapas: la prevención y la curación propiamente tal. La prevención evidentemente adquiere gran trascendencia porque evita las crisis del problema e incluso su misma aparición con los riesgos de su eventual irreversibilidad si se demora la atención eficaz.

En cuanto a los métodos de curación, nos remitimos a los especialistas, exponiendo aquí sólo algunos puntos.

a) Ante todo son factores decisivos en una eficaz prevención el cuidado de los padres en observar atentamente las relaciones y amistades de sus hijos; dialogar con frecuencia con ellos, aclarando gradualmente, de acuerdo a la edad de los niños, lo correcto o incorrecto que vean tanto en televisión como en cine o lecturas, sin eludir la evaluación moral y sus razones. El contacto fluido entre padres e hijos facilita descubrir a tiempo cualquier cambio sospechoso en la conducta y evitar su desarrollo desviado.

b) El origen prevalentemente psicológico suele ubicarse en las siguientes circunstancias: En el varón: madre sobre protectora, ansiosa y autoritaria.

Padre ausente o distante, duro y seco en el trato. El joven sólo entendido por la madre o postergado respecto de sus hermanos. Discordia entre los padres, forzando a tomar partido por uno u otro. En la mujer: incomprendida por la madre, que nunca tiene tiempo para su hija. Disgusto de los padres por no haber nacido varón en su lugar. Sentirse rechazada por los chicos por no ser bien parecida. Haber asumido el lugar de madre en familia numerosa, sin el reconocimiento ni el cariño del padre y hermanos. Es necesario tratar a los chicos como chicos y como niñas a las niñas. No burlarse de los tímidos o apocados, sino ayudarles a superarse.

c) Por supuesto que en la prevención juega un papel muy importante la vida espiritual, la oración y frecuencia de los sacramentos. La terapéutica de la homosexualidad, según psicoanalistas freudianos, ni siquiera debiera intentarse: sólo se debe tratar de equilibrar las tendencias, partiendo del falso presupuesto de que es nociva toda clase de «censura» o freno a las pasiones. Para los psicólogos cristianos y los no freudianos, esas tendencias pueden reorientarse curando la neurosis que se asocia, si los pacientes quieren curarse sinceramente.

Es menester buscar la terapia adecuada. Como en otras adicciones, el camino de curación comienza convenciendo al paciente de la necesidad de superar el vicio y fortalecer su voluntad con el aliento y el apoyo psicológico y espiritual. Resulta imprescindible apartarse de los grupos de homosexuales y de las ocasiones peligrosas. El recurso asiduo a la confesión y dirección espiritual con la Comunión frecuente completan el cuadro de los medios ordinarios de un tratamiento curativo.

En esta actitud y metodología sistemática, aunque no todos serán éxitos, la perspectiva de superación será más optimista y con perseverante empeño se podrá alcanzar plenamente.

Posibles confusiones

La profusión de publicaciones y audiciones que tratan sobre homosexuales y homosexualidad crea en algunas mentes juveniles, sobre todo adolescentes, la sospecha sobre su conducta, interpretando erróneamente algunas actitudes propias como tendencias desviadas hacia el propio sexo, cuando no provienen sino de simple inmadurez sexual acompañada de una falta de la natural atracción por el otro sexo, que llegará más tarde. Es verdad que en tal situación los peligros de caer en los lazos de un corruptor pueden ser más verosímiles. Pero bastará clarificar que el mero temor a tener una tendencia homosexual puede no ser más que un escrúpulo, si se trata de quien aún no ha alcanzado claramente la pubertad. En estas circunstancias resulta especialmente útil el sacerdote confesor y eventualmente un buen psicólogo.

Responsabilidad de los medios de comunicación

El espacio excesivo que le regalan los medios a las campañas de los grupos militantes del homosexualismo y los temas paralelos sobre transexuales, travestis, etc. con su presencia reiterada en la televisión, diarios y revistas crea en el subconsciente del público la impresión de que se trata de un problema que afecta a un número muy grande de la población. Esa creencia más que un error es una mentira sistemática e interesada de quienes no saben o no pueden desprenderse de sus malas inclinaciones y prácticas viciosas y buscan excusas, atribuyéndolas a tendencias genéticas de un «tercer sexo» o «género», según les gusta decir. Sería ya hora de que una investigación concienzuda desenmascare esta manipulación de la opinión pública, muy similar a la utilizada en las campañas en pro del divorcio y del aborto, como dijimos al principio.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *