Soy Rey. Yo para esto nací y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad. Comentario de San Agustín.


San  Juan, 18: 33-38 

Volvió, pues, a entrar Pilatos en el Pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Respondió Jesús: «¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?» Respondió Pilatos: «¿Soy acaso yo judío? Tu nación y los Pontífices te han puesto en mis manos: ¿qué has hecho?» Respondió Jesús: «Mi reino no es de este mundo. Si de este mundo fuera mi reino, mis ministros sin duda pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí». Entonces Pilatos le dijo: «¿Luego Rey eres tú?» Respondió Jesús: «Tú dices que yo soy Rey. Yo para esto nací y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad: todo aquel que es de la verdad escucha mi voz». Pilatos le dice: «¿Qué cosa es verdad?»


San Agustín, ut supra

Esto es lo que nuestro buen Maestro nos quiso demostrar. Pero antes quiso hacernos ver la vana opinión que los hombres tenían de su reino, tanto los gentiles como los judíos, a quienes Pilato la había oído, como si hubiese cometido un crimen digno de muerte por haber supuesto un reino que ellos creían ilegítimo. O bien, como aquellos que están en posesión del poder acostumbran envidiar a los que han de sucederles, los romanos y los judíos querían precaver que este nuevo poder les fuese contrario. Porque si a la pregunta de Pilato hubiese contestado en seguida, habría parecido que su respuesta se dirigía sólo contra la falsa opinión de los gentiles, y no a la de los judíos. Pero después de la respuesta de Pilato, la respuesta de Jesús se dirige a los gentiles y a los judíos, como si dijera: Judíos y gentiles, oíd: no impido vuestra dominación en este mundo. ¿Qué más queréis? Creyendo, venid al reino que no es de este mundo. ¿Cuál es, pues, su reino sino el de los que creen en El, a quienes dice no sois de este mundo, aunque quiera que estéis en este mundo? Por lo que no dice: Mi reino no está en este mundo, sino «no es de este mundo» ( Jn 8,23). Es, pues, de este mundo todo lo que en la humanidad, si bien creado por Dios, fue generado de la raza viciada de Adán. Fue, pues, hecho un reino, no ya de este mundo, de todo aquello que fue regenerado en Cristo. Así, pues, Dios nos sacó del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor.

Habiendo probado que su reino no es de este mundo, añadió: «Ahora, pues, mi reino no es de aquí». No dice: No está aquí, porque aquí está su reino hasta el fin de los tiempos, conteniendo dentro de sí la mala yerba mezclada con el trigo hasta la siega; pero, sin embargo, no es de aquí, sino que peregrina en este mundo.

No porque temiera declararse Rey, sino porque habló de modo que ni se negó Rey, ni confesó ser tal Rey que se creyera que su reino era de este mundo. Las palabras: «Tú lo dices» quieren decir: Como hombre carnal hablas correctamente. En seguida añadió: «Yo he nacido para esto». La sílaba de este pronombre debe pronunciarse de tal manera que no pueda entenderse en este sentido: Yo he nacido en tal condición, sino en este otro: «Para esto he nacido», recordando aquella expresión «A esto vine al mundo», por la que manifestó claramente que se refería a su nacimiento, por el que encarnado vino al mundo; no a aquel nacimiento sin principio por el cual era Dios.

Dando Jesucristo testimonio de la verdad, lo da de sí mismo, porque ésta es su palabra: «Yo soy la verdad» ( Jn 14,6); pero como no todos tienen fe, añadió: «Todo el que es de la verdad oye mi voz». Oye, en verdad, con los oídos del alma; esto es, obedece a mi voz, como si dijera: Cree en mí. Por las palabras: «Todo el que es de la verdad» expresa la gracia de su vocación ( Rom 8). Si consideramos la naturaleza en que hemos sido creados, habiéndonos creado a todos la verdad, ¿quién habrá que no sea de la verdad? Pero no todos han recibido de la verdad la gracia de obedecer a la verdad. Porque si dijo «Todo el que pertenece a la verdad oye mi voz», podrá creerse que se llama venido de la verdad el que obedece a la verdad; pero no dice esto, sino «Todo el que es de la verdad oye mi voz». Oye, ciertamente; pero él no es de la verdad porque oye su voz, sino que oye porque es de la verdad, pues este don le ha sido dado por la verdad.

 

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