El Rosario es una oración contemplativa accesible a todos; grandes y pequeños, laicos y clérigos, cultos y poco instruidos.
Es el vínculo espiritual con María para permanecer unidos a Jesús, para conformarse a Él, para asimilar los sentimientos y comportamientos de Él.

En las meditaciones durante el rezo del Rosario el Papa Benedicto XVI, recordó, que es necesario que se perciba el Rosario como oración contemplativa, y esto no puede suceder si falta un clima de silencio interior.


El Papa Emérito, Benedicto XVI diò esta homilia en su peregrinación al Santuario italiano de la Bienaventurada Virgen del Santo Rosario de Pompeya, ante la fachada de este Santuario de fama mundial, arropado por miles de fieles de toda la región donde se encuentra enclavado dedicado a la Virgen del Rosario.

El Papa reflexionó sobre las lecturas proclamadas durante la Liturgia de la Palabra, del profeta Sofonías, guiados, ha subrayado, por nuestra Madre y Maestra, María: “La primera Lectura y el Salmo responsorial, expresan la alegría del pueblo de Israel por la salvación dada por Dios, salvación que es liberación del mal y esperanza de vida nueva. Con su gracia Dios renueva el corazón del hombre perdonándole su pecado, lo reconcilia e infunde en él la valentía para el bien…

Desde sus comienzos, la comunidad cristiana ha visto en la personificación de Israel y de Jerusalén, un significativo y profético acercamiento con la Virgen María, que viene reconocida precisamente como “hija de Sión” y arquetipo del pueblo que ha “encontrado gracia” a los ojos del Señor. Es una interpretación que volvemos a encontrar en el pasaje evangélico de las bodas de Caná: “El evangelista Juan señala simbólicamente que Jesús es el esposo de Israel, del nuevo Israel que somos todos nosotros en la fe, venido a traer la gracia de la nueva Alianza, representada por el ‘vino bueno’. Al mimo tiempo, pone de relieve también el papel de María, que viene llamada desde el inicio ‘la madre de Jesús’, pero que después el Hijo mismo llama, ‘mujer’, anteponiendo a la parentela la unión espiritual, según la cual María en persona es precisamente la esposa amada del Señor, es decir del pueblo que él ha elegido para irradiar su bendición sobre toda la familia humana. Dios es viñador, Israel es la viña que encontrará su realización perfecta en Cristo, nosotros, somos los sarmientos; y el vino es el fruto, es decir el amor, porque precisamente el amor es aquello que Dios espera de sus hijos”.

Al amor, ha proseguido el Papa, exhorta el apóstol Pablo en la segunda Lectura, de la Carta a lo Romanos. Encontramos delineada en esta página el programa de vida de una comunidad cristiana, cuyos miembros han sido renovados por el amor y se esfuerzan por renovarse continuamente, para discernir siempre la voluntad de Dios y no volver a caer en el conformismo de la mentalidad mundana…

…El genuino pueblo cristiano, la gente que afronta la vida con sacrificio, encuentra la fuerza para perseverar en el bien sin pactar con nada. “¡Qué este Santuario y esta ciudad continúen sobre todo a estar siempre unidos a un don singular de María: la oración del Rosario.

Cuando en la célebre pintura de la Señora de Pompeya, vemos a la Virgen Madre y a Jesús Niño que entregan el Rosario respectivamente a santa Catalina de Siena y a santo Domingo, comprendemos inmediatamente que esta oración nos conduce, por medio de María, a Jesús, como nos ha enseñado también el querido Papa Juan Pablo II en la Carta Rosarium Virginis Mariae, en la que se refiere explícitamente al beato Bartolo Longo y al carisma de Pompeya.

El Rosario es una oración contemplativa accesible a todos; grandes y pequeños, laicos y clérigos, cultos y poco instruidos. Es el vínculo espiritual con María para permanecer unidos a Jesús, para conformarse a Él, para asimilar los sentimientos y comportamientos de Él. El Rosario es el “arma” espiritual en la lucha contra el mal, contra toda violencia, para la paz en los corazones, en las familias, en la sociedad y en el mundo.

“Dirijamos todavía una vez nuestro corazón a María con las palabras de la Súplica, que recitaremos”: “Tu, Madre nuestra, eres nuestra abogada, nuestra esperanza, ten piedad de nosotros … Misericordia para todos, oh Madre de misericordia, Amen”.

“¡Sí, ha sido así!”, ha exclamado el Pontífice en el curso de las meditaciones durante el rezo del Rosario, “esta popular oración mariana es un medio espiritual precioso para crecer en la intimidad con Jesús, y para aprender, siguiendo a la Virgen Santa, a cumplir siempre la voluntad divina”. El Santo Padre ha evocado después la Exhortación apostólica del Siervo de Dios Pablo VI “Marialis cultus”, y la Carta apostólica de Juan Pablo II “Rosarium Virginis Mariae”, que ha entregado idealmente a la Comunidad de Pompeya.

Para ser apóstoles del Rosario es necesario profundizar en la belleza de la oración del Rosario, una oración simple y accesible a todos. “El Rosario –ha explicado Benedicto XVI- es escuela de contemplación y de silencio. A primera vista, podría parecer una oración que acumula palabras, difícilmente conciliable con el silencio que precisamente se recomienda para la meditación y la contemplación. En realidad –ha proseguido el Papa- esta repetición rítmica del Ave María no turba el silencio interior, es más, es necesario y lo alimenta”.

Lo mismo sucede con los Salmos cuando se reza la Liturgia de las Horas, “el silencio florece a través de las palabras y las frases, no como un vacío, sino como una presencia de sentido último que trasciende a las propias palabras y junto con ellas, habla al corazón”. “De este modo, recitando el Ave María –ha señalado el Pontífice- tenemos que estar atentos a que nuestras palabras no ‘cubran’ las de Dios, el cual habla siempre a través del silencio, ‘como el susurro de una brisa ligera’. Por lo que es importante cuidar este silencio lleno de Dios, tanto en el rezo personal, como en el comunitario. Incluso cuando se reza en grandes asambleas, como acabamos de hacer y como cada día hacéis en este Santuario, es necesario que se perciba el Rosario como oración contemplativa, y esto no puede suceder si falta un clima de silencio interior”.

Benedicto XVI  añadió una reflexión más relacionada con la Palabra de Dios en el Rosario: “Si la contemplación cristiana no puede prescindir de la Palabra de Dios, también el Rosario, para ser oración contemplativa, tiene que emerger siempre del silencio del corazón como respuesta a la Palabra, siguiendo el modelo de la oración de María”.

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