Un nuevo ciclo de catequesis sobre los santos católicos. Es lo que el Papa Benedicto XVI inició hoy, en la audiencia general semanal. «Una vida santa no es fruto principalmente de nuestro esfuerzo, de nuestras acciones, porque es Dios, el tres veces Santo, que nos torna santos, es la acción de su Espírito que nos anima desde dentro, es la propia vida del Cristo Resucitado que nos es comunicada y que nos transforma», afirmó, en su tradicional encuentro con los fieles en la Plaza de San Pedro.
El Papa en la audiencia de hoy «Toda la historia de la Iglesia está señalada por estos hombres y mujeres que con su fe, con su caridad, con su vida fueron faros para tantas generaciones y lo son también para nosotros», continuó Benedicto XVI, hablando para una multitud de 12 mil peregrinos y fieles. Según el Santo Padre, la santidad no es una meta reservada para pocos elegidos, sino vocación posible de todos los fieles. En el centro, está la persona de Cristo, que es fundamento de una única suprema ley. «La santidad, la plenitud de la vida cristiana -explicó el Papa- no consiste en realizar acciones extraordinarias, sino en unirse a Cristo y asumir sus actitudes, pensamientos y formas de vida. La santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros, por cuanto, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida sobre la de él». «La santidad cristiana no es nada más que la caridad vivida plenamente», continuó el Santo Padre, recordando que los cristianos deben encontrar la raíz de la santidad en el Bautismo. «San Pablo resalta de forma muy intensa la transformación que la gracia bautismal opera en el hombre y llega a acuñar una terminología nueva, forjada con la preposición «co»: co-muertos, co-sepultados, co-resucitados, co-vivificados con Cristo; porque nuestro destino está ligado indisolublemente al de él». Al finalizar la audiencia, el Pontífice se dirigió a los fieles brasileños presentes: De corazón saludo a los peregrinos de Brasil y los portugueses de la parroquia de San Martinho del Obispo y de la Escuela de Lourinhã. Esta vuestra peregrinación a Roma sea para todos un encuentro con Jesucristo, que llene cada vez más vuestra vida de amor de Dios y del prójimo. Sobre vuestras familias y comunidades desciendan abundantes los favores divinos, que, sobre todos invoco, al daros la Bendición Apostólica.

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