Si honrar a María Santísima es necesario a todos los hombres para alcanzar su salvación, lo es mucho más a los que son llamados a una perfección particular.

Creo personalmente que nadie puede llegar a una íntima unión con el Señor y a una fidelidad perfecta al Espíritu Santo, sin una unión muy estrecha con la Santísima Virgen y una verdadera dependencia de su socorro.

María ha recibido de Dios un gran dominio sobre las almas de los elegidos. Efectivamente, no podría fijar en ellos su morada, como el Padre le ha ordenado, ni formarlos, alimentarlos, darlos a luz para la eternidad, como madre suya, poseerlos como propiedad personal, formarlos en Jesucristo y a Jesucristo en ellos, echar en sus corazones las raíces de sus virtudes y ser la compañera indisoluble del Espíritu Santo para todas las obras de la gracia… No puede, repito, realizar todo esto, si no tiene derecho ni dominio sobre sus almas por gracia singular del Altísimo, que, habiéndole dado poder sobre su Hijo único y natural, se lo ha comunicado también sobre sus hijos adoptivos, no sólo en cuanto al cuerpo, lo que sería poca cosa, sino también en cuanto al alma.

María es la Reina del cielo y de la tierra, por gracia, como Cristo es su Rey por naturaleza y por conquista. Ahora bien, así como el reino de Jesucristo consiste principalmente en el corazón o interior del hombre, según estas palabras: El reino de Dios está en medio de ustedes (Lc. 17, 21), del mismo modo, el reino de la Virgen María está principalmente en el interior del hombre, es decir, en su alma. Ella es glorificada sobre todo en las almas juntamente con su Hijo más que en todas las criaturas visibles, de modo que podemos llamarla con los Santos: Reina de los corazones.

María es necesaria a los hombres

a) Para la salvación

En segundo lugar, dado que la Santísima Virgen fue necesaria a Dios, con necesidad llamada hipotética, es decir, proveniente de la voluntad divina, debemos concluir que es mucho más necesaria a los hombres para alcanzar la salvación. La devoción a la Santísima Virgen no debe, pues, confundirse con las devociones a los demás santos, como si no fuese más necesaria que ella y sólo de supererogación.

…San Cirilo de Jerusalén, san Germán de Constantinopla, san Juan Damasceno, san Anselmo, san Bernardo, san Bernardino, santo Tomás y san Buenaventura, que la devoción a la Santísima Virgen es necesaria para la salvación y que, así como es señal infalible de reprobación, según lo han reconocido el mismo Ecolampadio y otros herejes, el no tener estima y amor a la Santísima Virgen, del mismo modo es signo infalible de predestinación el entregarse a Ella y serle entera y verdaderamente devoto.

Las palabras y figuras del Antiguo y Nuevo Testamento lo demuestran. El sentir y ejemplo de los santos lo confirman. La razón y la experiencia lo enseñan y demuestran. El demonio mismo y sus secuaces, impelidos por la fuerza de la verdad. se han visto obligados a confesarlo muchas veces, a pesar suyo.

De todos los pasajes de los Santos Padres y Doctores, de los cuales he elaborado una extensa colección para probar esta verdad, presento solamente uno para no ser extenso: Ser devoto tuyo, oh María, dice san Juan Damasceno, es un arma de salvación que Dios ofrece a los que quiere salvar.

Podría referir aquí varias historias que comprueban esto. Entre otras:

1) La que se cuenta en las crónicas de san Francisco: cuando vio en éxtasis una larga escalera que llegaba hasta el cielo y en cuya cima estaba la Santísima Virgen. Se le indicó que para llegar al cielo era necesario subir por dicha escalera.

2) La que se refiere en las crónicas de santo Domingo. Cerca de Carcasona, donde el santo predicaba el Rosario, quince mil demonios que se habían apoderado de un desgraciado hereje se vieron forzados a confesar, con gran confusión suya, por mandato de la Santísima Virgen, muchas, grandes y consoladoras verdades referentes a la devoción a María, con tal fuerza y claridad que, por poco devoto que seas de la Santísima Virgen, no podrás leer esta auténtica historia y el panegírico que el demonio, a pesar suyo, hizo de esta devoción, sin derramar lágrimas de alegría.

b) Para una perfección particular

Si honrar a María Santísima es necesario a todos los hombres para alcanzar su salvación, lo es mucho más a los que son llamados a una perfección particular. Creo personalmente que nadie puede llegar a una íntima unión con el Señor y a una fidelidad perfecta al Espíritu Santo, sin una unión muy estrecha con la Santísima Virgen y una verdadera dependencia de su socorro.

Sólo María halló gracia delante de Dios (Lc. 1, 30), sin auxilio de ninguna criatura. Sólo por Ella han hallado gracia ante Dios cuantos después de Ella la han hallado y sólo por Ella la encontrarán cuantos la hallarán en el futuro.

Ya estaba llena de gracia cuando la saludó el arcángel san Gabriel.

María quedó sobreabundantemente llena de gracia, cuando el Espíritu Santo la cubrió con su sombra inefable. Y siguió creciendo de día en día y de momento en momento en esta doble plenitud de tal manera que llegó a un grado inmenso e incomprensible de gracia.

Por ello, el Altísimo le ha constituido tesorera única de sus tesoros y única dispensadora de sus gracias para que embellezca, levante y enriquezca a quien Ella quiera; haga transitar por la estrecha senda del cielo a quien Ella quiera; introduzca, a pesar de todos los obstáculos, por la angosta senda de la vida a quien Ella quiera; y dé el trono, el cetro y la corona regia a quien Ella quiera.

Jesús es siempre y en todas partes el fruto y el Hijo de María y María es en todas partes el verdadero árbol que lleva el fruto de vida y la verdadera Madre que lo produce.

Sólo a María ha entregado Dios las llaves que dan entrada a la intimidad del amor divino (cfr. Cant. 1, 3) y el poder de dar entrada a los demás por los caminos más sublimes y secretos de la perfección.

Sólo María permite la entrada en el paraíso terrestre a los pobres hijos de la Eva infiel para pasearse allí agradablemente con Dios, esconderse de sus enemigos con seguridad, alimentarse deliciosamente, sin temer ya a la muerte, del fruto de los árboles de la vida y de la ciencia del bien y del mal, y beber a boca llena las aguas celestiales de la hermosa fuente que allí mana en abundancia. Mejor dicho, siendo Ella misma este paraíso terrestre o esta tierra virgen y bendita de la que fueron arrojados Adán y Eva pecadores, permite entrar solamente a aquellos a quienes le place para hacerlos llegar a la santidad.

De siglo en siglo, pero de modo especial hacia el fin del mundo, todos los ricos del pueblo suplicarán tu rostro (cfr. Sal. 45, 13). San Bernardo comenta así estas palabras del Espíritu Santo: los mayores santos, las personas más ricas en gracia y virtud son los más asiduos en rogar a la Santísima Virgen y contemplarla siempre como el modelo perfecto a imita y la ayuda eficaz que les debe socorrer.

He dicho que esto acontecerá especialmente hacia el fin del mundo, y muy pronto, porque el Altísimo y su Santísima Madre han de formar grandes santos que superarán en santidad a la mayoría de los otros santos cuanto los cedros del Líbano exceden a los arbustos. Así fue revelado a un alma santa, cuya vida escribió de Renty.

Estos grandes santos, llenos de gracia y dinamismo, serán escogidos por Dios para oponerse a sus enemigos, que bramarán por todas partes. Tendrán una excepcional devoción de la Santísima Virgen, quien les esclarecerá con su luz, les alimentará con su leche, les sostendrá con su brazo y les protegerá, de suerte que combatirán con una mano y construirán con la otra. Con una mano combatirán, derribarán, aplastarán a los herejes con sus herejías, a los cismáticos con sus cismas, a los idólatras con sus idolatrías y a los pecadores con sus impiedades. Con la otra edificarán el templo del verdadero Salomón y la mística ciudad de Dios, es decir, la Santísima Virgen, llamada precisamente por los Padres, Templo de Salomón y Ciudad de Dios.

Con sus palabras y ejemplos atraerán a todos a la verdadera devoción a María. Esto les granjeará muchos enemigos, pero también muchas victorias y gloria para Dios solo. Así lo reveló Dios a Vicente Ferrer, gran apóstol de su siglo, como lo consignó claramente en uno de sus escritos.

Es lo que parece haber predicho el Espíritu Santo con las palabras del salmista:

…Y sepan que Dios domina en Jacob,

hasta los confines de la tierra.

Regresan a la tarde,

aúllan como perros,

rondan por la ciudad

en busca de comida… (Sal. 59, 14-16).

Esta ciudad a la que acudirán los hombres al fin del mundo para convertirse y saciar su hambre de justicia es la Santísima Virgen a quien el Espíritu Santo llama morada y ciudadela de Dios (cfr. Sal. 87, 3).

(Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María,  San Luis María Grignion de Montfort)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *