No se puede decir indiferentemente Jesús o el Sagrado Corazón; no se designa siempre la persona por su corazón.

Señalar el objeto de este culto es lo mismo que declarar lo que entendemos con el nombre de Corazón de Jesús. Esta cuestión ya ha sido desarrollada amplia y repetidamente por excelentes autores, y así tan sólo haremos aquí un brevísimo resumen, tomado del P. I. V. Bainvel, a quien puede consultar quien deseare ideas más amplificadas. 

Cuando decimos Corazón de Jesús significamos por de pronto el corazón material y verdadero de Cristo, pero considerado como símbolo de su amor; significamos además este mismo amor del Hijo de Dios simbolizado en su Corazón divino; significamos todo lo íntimo de Jesús: sus sentimientos, sus afectos, sus virtudes, etc., «en cuanto tienen en el corazón viviente un centro de resonancia, un símbolo, o un signo de referencia», a lo cual llaman el objeto por extensión; significamos, en fin, la Persona amabilísima de Cristo Nuestro Señor. 

«Margarita María, escribe el P. Bainvel, dice este Sagrado Corazón como diría  Jesús. En ambos casos mira directamente a la Persona. Y este uso ha venido a ser corriente, designando a Jesús por el nombre de El Sagrado Corazón. No es que los dos vocablos sean sinónimos (adviértase bien). No se puede decir indiferentemente Jesús o el Sagrado Corazón; no se designa siempre la persona por su corazón. Para hacerlo es menester que se atienda a la vida afectiva y moral de la persona, a su intimidad, a su carácter y a sus principios de conducta… Esta consideración de la persona en su corazón da a la devoción un aire más libre y un alcance más amplio, Por ella el Sagrado Corazón me representa a Jesús en toda su vida afectiva y moral; lo interior de Jesús, a Jesús todo amante y todo amable… 

Todo Jesús se resume y se representa en el Sagrado Corazón atrayendo bajo este símbolo expresivo nuestras miradas y nuestros corazones hacia su amor y sus amabilidades, Jesús ¿no es, acaso, en todo y por todo, todo amable y todo amante? Todo El, ¿no es corazón?… El corazón no desaparece en esta nueva acepción. 

Pero la Persona misma de Jesús es quien nos lo abre, diciéndonos como a Santa Margarita María: «He aquí este Corazón». Y nosotros, mirando al Corazón que se nos muestra así aprendemos a conocer la Persona en su fondo. Por esta manera todo Jesús se recapitula en su Corazón, como todo lo demás se recapitula en Jesús»

De este modo hermoso e íntegro consideramos nosotros al Corazón de Jesús…; modo como suele entenderlo de ordinario el pueblo fiel, y modo como parece desea que le consideremos la Iglesia, cuando excluye del culto público (no del privado) al Corazón separado de lo restante de Cristo.«

De “La Devoción Al Sagrado Corazón de Jesús” – p. Florentino Alcañiz s.j.

 

Rendido a vuestros pies, ¡oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adoradísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que, generoso, concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven. ¡ Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar!. ¡Mirad! que soy muy rudo, oh soberano Maestro, y necesito de vuestras divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia!.¡ Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los flacos, y caigo a cada paso y necesito apoyarme en Vos, para no desfallecer!  Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón; socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio de toda necesidad. De Vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis, cuando con tan tiernos acentos dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: «Venid a mí,  aprended de mí, pedid, llamad … a las puertas de vuestro Corazón” vengo, pues hoy, y llamo y pido y espero. Del mío os hago, ¡oh Señor!, firme, formal, y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dadme en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.

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