Xusto Otero González – Carril-Villagarcía
Sobran datos objetivos de la valiosa labor de la Iglesia Católica. Datos que nunca convencen a personas heridas por una mala experiencia católica. En semejante tesitura, datos y argumento racional de nada valen para convencer. Porque si se respira por la herida es inevitable el dolor. 
No se publican estadísticas de afectados por este problema pero aventuro que es frecuente aunque curse en grado diverso de afectación y sea anecdótica la virulencia extrema.
Quizás uno se pregunta por las consecuencias que supone el hecho de respirar por la herida. A mi modo de ver, la primera consiste en sospechar de la persona católica feliz con su fe. La segunda es el disloque del sentido de la proporción al interpretar la realidad: se fija el ocular en lo negativo por pequeño que sea y se evita ponerlo en lo positivo aunque sea patente. 
Quien respira por esta herida vive el drama de una orfandad radical. De ahí que busque alivio compensador en modelos de pensamiento que aportan parapeto psicológico y el calor de una bolsa común de frustraciones compartidas.
Este cuadro lo ilustra bien la fábula del perro llorón y las ovejas: sucedía que el perro sentía asco por el mal olor que despedían las ovejas. Estas negaban la acusación diciendo que el can no podía quejarse de olores ovinos porque vivía lejos del redil. Y además las contadas veces que se acercaba lo hacia por la peor parte.

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