Debemos cultivar y proteger ante todo el campamento del alma, porque de él procede la vida eterna. Pero este campamento está colocado en campo enemigo y lo atacan por todos los flancos.

 

1. Guarda con todo cuidado tu corazón, porque de él brota la vida. La vida brota del corazón por estos dos cauces: por una parte, con el corazón se cree y se obtiene la justificación, el justo vive de la fe, el corazón puro ve a Dios, es decir, lo conoce, pues la vida eterna consiste en reconocerte a ti como único. Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo. Y por otra parte, Cristo nuestra vida, que habita ahora por la fe en nuestros corazones, aparecerá glorioso y nosotros con él; y el que ahora está oculto en el corazón pasará como del corazón a todo el cuerpo, cuando transforme la bajeza de nuestro ser reproduciendo en nosotros el esplendor del suyo. Otro Apóstol lo confirma así: Ahora ya somos hijos de Dios, aunque todavía no se ve lo que vamos a ser.

2. Pero conviene examinar por qué se dice: Guarda con todo cuidado tu corazón. La gente del mundo suele decir: «Quien conserva su cuerpo se asegura un buen castillo». Nosotros decimos lo contrario: «Quien cuida su cuerpo conserva un vulgar estercolero». Así piensa el Apóstol: Quien cultiva la carne, cosechará corrupción; el que cultiva el espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.

Esto significa que debemos cultivar y proteger ante todo el campamento del alma, porque de él procede la vida eterna. Pero este campamento está colocado en campo enemigo y lo atacan por todos los flancos. Por eso hay que defenderlo con todo cuidado, esto es, con la máxima vigilancia y por todas partes, abajo y arriba, por delante y por detrás, a derecha e izquierda.

Por abajo le ataca la concupiscencia carnal y hace la guerra al alma, pues la carne tiene deseos opuestos al espíritu. Por arriba le amenaza el juicio de Dios: Es horroroso caer en las manos del Dios vivo. Por detrás acecha el placer mortal, que exhala el recuerdo de los pecados pasados; y por delante el asalto de las tentaciones. A la izquierda está la inquietud de los hermanos arrogantes y murmuradores, y a la derecha el fervor y devoción de los hermanos obedientes. Aquí nos ataca de dos maneras: por envidia a sus buenas obras, o por emulación a su gracia particular.

3. Vigile, pues, contra la carne una fuerte disciplina. Contra el juicio de Dios, el juicio de la propia confesión; y esto de dos maneras diversas: públicamente para los pecados públicos y en secreto para las faltas ocultas. Nos lo confirma el Apóstol: Si nos juzgáramos debidamente nosotros, no nos juzgarían. Contra el placer que suscita el recuerdo de los pecados pasados, la lectura frecuente. A la insistencia de las tentaciones, la insistencia en una oración suplicante. Contra la agitación de los hermanos, la paciencia y la compasión. Frente al fervor de los hermanos sumisos, la complacencia y la discreción. La complacencia elimina la envidia, y la discreción templa los excesos de la emulación.

RESUMEN

Del corazón brotan las emociones y la vida. En el futuro las emociones allí contenidas se dispersarán por todo el cuerpo.

Nuestro corazón es atacado por todos los frentes:

-Por debajo ataca la concupiscencia carnal. Nos defenderemos con una fuerte disciplina.

-Por arriba el juicio de Dios. Nos defenderemos con la propia confesión. Pública contra los pecados públicos. Oculta contra los pecados escondidos.

-Por detrás el placer de los recuerdos de los pecados pasados. Nos defenderemos con la lectura frecuente.

-Por delante el asalto de las tentaciones. Nos defenderemos con la oración suplicante.

-A la izquierda la inquietud de los hermanos arrogantes y murmuradores. Nos defenderemos con paciencia y compasión.

-A la derecha el fervor y devoción de los hermanos obedientes. Esto nos produce envidia y emulación de su gracia. Nos defenderemos con la complacencia que elimina la envidia y con la discreción que templa los excesos de emulación.

LA CAÍDA DEL ÁRBOL O LA MUERTE DEL HOMBRE

Caiga al sur o hacia el norte, el árbol queda donde ha caído. El calor y suavidad del sur suele tener en la Sagrada Escritura buenos augurios; en cambio, del norte vienen todas las desgracias. Y en otro lugar se nos dice que uno veía hombres y le parecían árboles.

Cuando la muerte corta el árbol, donde cae allí queda. Dios te juzgará donde te encuentre. Y allí quedará de manera invariable e irrevocable. En consecuencia, mire bien el árbol antes de caer hacia dónde se inclina, porque una vez caído no volverá a levantarse, ni siquiera a cambiar de postura. Y para saber hacia dónde caerá el árbol, fíjate en las ramas. No lo dudes; de la parte donde tenga más ramas  sea más frondoso, de aquella caerá al cortarlo. Nuestras ramas son nuestros deseos, con los cuales nos abrimos al sur si son espirituales, o al norte si son carnales. El cuerpo, que está en el medio, nos indica cuáles son los más desarrollados: los que le inclinan hacia su lado.

Nuestro cuerpo se halla entre el espíritu al que quiere servir  los deseos carnales que atacan al alma, o el poder de las tinieblas; se parece a un jumento codiciado por un ladrón y por su amo. Por más que amenace o aceche el ladrón, si no logra llevarse el jumento, el pobre campesino vence al ladrón mejor armado. Lo mismo ocurre en nuestro caso; que el enemigo se enfurezca cuanto quiera y se ensañe al placer los malos deseos. Si el alma sigue en posesión de su cuerpo es indudable que sale victoriosa si, como dice el Apóstol, ha logrado que el pecado no reine en nuestro cuerpo mortal.  lo confirma en otro lugar: Igual que antes cedisteis vuestro cuerpo como esclavo a la inmoralidad y al desorden, para el desorden total, cededlo ahora a la honradez, para vuestra consagración.

RESUMEN

Nuestra vida es como un árbol que un día se partirá y se inclinará, sin remedio, hacia un lado o a otro. La dirección de las ramas adelanta ya hacia dónde caerá el árbol. Si logramos que el pecado no anide en nuestro cuerpo mortal (el árbol) podremos resistir todos los embates.

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