Dios no me pide más que amor humilde y espíritu de sacrificio.

Nada veo más que mi miseria y mi alma mundana con poca fe y sin amor.

Llegaré, Señor, hasta donde Tú quieras, pero dame fuerzas, y el socorro a su debido tiempo…, mira, Señor, lo que soy.

Dejé mi hogar… Destrocé pedazo a pedazo mi corazón… Vacié mi alma de deseos del mundo… Me abracé a tu Cruz: ¿Qué esperas, Señor? Si lo que deseas es mi soledad, mis sufrimientos y mi desolación…, tómalo todo, Señor, nada te pido.

Una hora de oración sin un pensamiento de Dios. Apenas me di cuenta, el tiempo pasó. Sonaron las cinco en el reloj y ya llevaba una hora de rodillas… ¿Y la oración? No sé…, no la hice. Estuve pensando en mí mismo, en mis sufrimientos personales, en los recuerdos del mundo. ¿Y Jesús? Y ¿María? Nada… Sólo tengo egoísmo, poca fe y mucha soberbia… ¡Tan importante me creo! ¡Tanto me considero!

¡Pobrecillo!, polvillo insignificante a los ojos de Dios. Ya que no sepas sacar fruto de la oración, aprende a humillarte delante de Él, y así luego lo harás mejor delante de los hombres.

Señor, tened piedad de mi… Sufro, sí…, pero quisiera que mi sufrimiento no fuera tan egoísta. Quisiera, Señor, sufrir por tus dolores de la Cruz, por los olvidos de los hombres, por los pecados propios y ajenos…, por todo, mi Dios, menos por … ¿Qué importo yo en la creación?; Qué so delante de Ti?… ¿Qué representa mi vida oculta en la infinita eternidad?… Si me olvidara de mí mismo, mejor sería Señor.

No tengo nada más que un refinado amor propio, y vuelvo a repetir, mucho egoísmo.

Procuraré con la ayuda de María enmendarme. Haré el propósito de que cada vez que un recuerdo del mundo venga a turbarme, acudir a Ti, Virgen María, y rezarte una Salve por todos los que en el mundo te ofenden.

En lugar de meditar mis sufrimientos…, meditar en el agradecimiento, a amar a Dios en mis propias miserias.

Perseveraré en la oración, aunque pierda el tiempo.

Me voy dando cuenta de que la virtud más práctica para tener paz en la vida de comunidad es la humildad.

La humildad delante de Dios, nos ayuda a la confianza, pues humildad es conocimiento de sí mismo, y ¿quién que se conozca a si mismo, puede esperar algo de si?… Loco sería si no lo esperase todo de Dios.

La humildad llena de paz nuestro trato con los hombres. Con ella no hay discusión, no hay envidia, no hay ofensa posible… ¿Quién puede ofender a la misma nada?

Le pido encarecidamente a María, me enseñe en lo que Ella fue maestra…, humilde ante Dios y ante los hombres.


«Hágase”

Amar a Jesús, en todo, por todo y siempre… Sólo amor. Amor humilde, generoso, desprendido, mortificado, en silencio… Que mi vida no sea más que un acto de amor.

Bien veo que la voluntad de Dios, es que no haga los votos religiosos, ni seguir la Regla de san Benito. ¿He de querer yo lo que no quiere Dios?

Jesús me manda una enfermedad incurable; es su voluntad que humille mi soberbia ante las miserias de mi carne. Dios me envía la enfermedad. ¿No he de amar todo lo que Jesús me envíe?

Beso con inmenso cariño la mano bendita de Dios que da la salud cuando quiere, y la quita cuando le place.

Decía Job, que pues recibimos con alegría los bienes de Dios, ¿por qué no hemos de recibir así los males? ¿Mas acaso todo eso me impide amarle?… No…, con locura debo hacerlo.

Vida de amor, he aquí mi Regla…, mi voto… He aquí la única razón de vivir.

Dios mío…, Dios mío, enséñame a amar tu Cruz. Enséñame a amar la absoluta soledad de todo y de todos. Comprendo, Señor, que es así como me quieres, que es así de la única manera que puedes doblegar a Ti este corazón tan lleno de mundo y tan ocupado en vanidades.

Así en la soledad en que me pones, me enseñarás la vanidad de todo, me hablarás Tú solo al corazón y mi alma se regocijará en Ti.

Pero sufro mucho, Señor…, cuando la tentación aprieta y Tú te escondes… ¡cómo pesan mis angustias!…

¡Silencio pides!… Señor, silencio te ofrezco.

¡Vida oculta!… Señor, sea la Trapa mi escondrijo.

¡Sacrificio!… Señor, ¿qué te diré?, todo por Ti lo di.

¡Renuncia!… Mi voluntad es tuya, Señor.

¿Qué queréis Señor, de mi?

¡¡Amor!! ¡Ah!, Señor, eso quisiera poseer a raudales. Quisiera, Señor, amarte como nadie… Quisiera, Jesús mío, morir abrasado en amor y en ansias de Ti. ¿Qué importa mi soledad entre los hombres? Bendito Jesús, cuanto más sufra…, más te amaré. Más feliz seré, cuanto mayor sea mi dolor. Mayor será mi consuelo, tanto más carezca de él. Cuanto más solo esté, mayor será tu ayuda.

Todo lo que Tú quieras seré.

Mi vida quisiera que fuera un solo acto de amor…, un suspiro prolongado de ansias de Ti.

Quisiera que mi pobre y enferma vida, fuera una llama en la que se fueran consumiendo por amor… todos los sacrificios, todos los dolores, todas las renuncias, todas las soledades.

Quisiera que tu vida, fuera mi única Regla

Que tu “amor eucarístico” mi único alimento.

Tu evangelio mi único estudio.

Tu amor, mi única razón de vivir..

¡Quisiera dejar de vivir si vivir pudiera sin amarte!

Quisiera morir de amor, ya que sólo de amor vivir no puedo.

Quisiera, Señor…, volverme loco… Es angustioso vivir así.

¡Es tan doloroso querer amarte y no poder! Es tan triste arrastrar por el suelo del mundo la materia que es cárcel del alma que sólo suspira por Ti… ¡Ah!, Señor, morir o vivir, lo que Tú quieras…, pero por amor

Ni yo mismo sé lo que digo, ni lo que quiero… Ni sé si sufro, ni si gozo…, ni sé lo que quiero ni lo que hago.

Ampárame, Virgen María… Sé mi luz en las tinieblas que me rodean. Guíame en este camino en que ando solo, guiado solamente por mi deseo de amar entrañablemente a tu Hijo.

No me dejes, Madre mía. Ya sé que nada soy y que nada valgo. Miseria y pecados…, eso es lo único, y lo mejor, que puedo alegar para que tú atiendas mi oración.

Señora, vine a la Trapa, dejando a los hombres, y con los hombres me encuentro. Ayúdame a seguir los consejos de la Imitación de Cristo, que me dice no busque nada en las criaturas y me refugie en el Corazón de Cristo.

Nada quiero que no sea Dios…, fuera de El todo es vanidad.

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