Joaquín Navarro-Valls declaró a los periodistas: «El Santo Padre ha presidido esta mañana, en su habitación del Policlínico Gemelli, la concelebración de la Santa Misa del miércoles de Ceniza. Las cenizas, bendecidas por el Papa, han sido impuestas por el primero de los concelebrantes. Juan Pablo II ha invitado al sacro rito a su médico personal, el doctor Renato Buzzonetti, y a los otros médicos que lo atienden». Por otro lado, esta mañana, a las 10,30, en la basílica de San Pedro, el cardenal James Francis Stafford, Penitenciario Mayor de la Penitenciaría Apostólica, presidió la celebración de la Palabra en nombre de Juan Pablo II. Esta celebración, que sustituye a la tradicional audiencia general de los miércoles, incluye un rito de introducción, la liturgia de la Palabra y la homilía, la bendición y la imposición de las cenizas, la oración del Señor y los ritos finales. El cardenal Stafford en su homilía habló de «la alegría y el honor de presidir esta solemne liturgia en nombre del Santo Padre». «Advertimos -dijo- su presencia espiritual entre nosotros y lo recordamos con afecto pidiendo al Señor que le conceda las gracias necesarias para el carisma de su primado de confirmar a nuestros hermanos en la unidad de la fe». Después, refiriéndose a la primera lectura de hoy recordó que todos estamos llamados «al deber de la conversión» y que «la conversión no es una experiencia que podemos vivir solos» ya que «nace principalmente (…) a partir del encuentro litúrgico». En el Evangelio de Mateo, prosiguió, «Jesús indica tres formas para vivir la conversión: la limosna, esto es, compartir; la oración, es decir confiarse al Señor; el ayuno, o sea la capacidad de imponerse un límite. Jesús insiste en el aspecto interior del ayuno y la oración. La oración verdadera (…)debe brotar de un corazón decidido a convertirse». «El apóstol Pablo (…) exhorta a los cristianos de Corinto a dejarse reconciliar con Dios. La conversión, efectivamente, es reconciliación: reconciliación vertical con Dios (…) a la que tiene que corresponder la reconciliación horizontal con nuestros hermanos». Como Penitenciario Mayor, explicó «experimento día tras día la belleza del Sacramento de la Penitencia, don de gracia, don de vida». «El libro de nuestra vida -subrayó el cardenal- debe testimoniar al mundo que la reconciliación, es decir, la paz es posible. Y no habrá paz sin la atención indispensable para los pobres» cuya desatención hay que achacar «principalmente a nuestra sociedad consumista» . «La Cuaresma de este año, según la invitación del Santo Padre, resalta particularmente nuestra relación esencial con la Eucaristía (…) Quisiera resumir en tres puntos nuestro compromiso cuaresmal: La liturgia de la Iglesia (…) es el primer medio de evangelización auténtica. ¡Descubramos la Eucaristía los domingos! !Descubramos a través de la Eucaristía la relación entre liturgia y vida!», una relación que exige «el testimonio decidido de los valores verdaderos: la vida, la familia, la honradez personal, los compromisos derivados del vínculo conyugal, del celibato sacerdotal, de la consagración religiosa (…) sin los cuales no hay verdadera pobreza de espíritu».

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