En la Trinidad se puede entrever el modelo originario de la familia humana.

 

 …La solemnidad litúrgica de la Santísima Trinidad, que propone a nuestra contemplación el misterio de Dios, como Cristo nos lo reveló. Misterio grande, que supera nuestra mente, pero que habla profundamente a nuestro corazón, porque en su esencia es una explicitación de la densa expresión de san Juan: Dios es amor.
Precisamente porque es amor, Dios no es un ser solitario, y, siendo uno y único en su naturaleza, vive en la recíproca inhabitación de tres personas divinas. En efecto, el amor es esencialmente entrega. Dios, siendo amor infinito, es Padre que se entrega completamente en la generación del Hijo, y con Él mantiene un diálogo eterno de amor en el Espíritu Santo, vínculo personal de su unidad.

 

¡Qué gran misterio! Me agrada indicarlo sobre todo a las familias, en este año dedicado especialmente a ellas. En la Trinidad se puede entrever el modelo originario de la familia humana. Como he escrito en la Carta a las familias, el Nosotros divino constituye el modelo eterno del específico nosotros humano formado por un hombre y una mujer que se entregan recíprocamente en una comunión indisoluble y abierta a la vida (los hijos son el fruto y signo de esta unidad, cf. n. 6).
En la Eucaristía la Iglesia reconoce la fuente y el culmen de su vida. En ella revive el sacrificio redentor de Cristo y se alimenta de su cuerpo. De ella aprende el espíritu de servicio y de comunión que necesita para ser sacramento de unidad de los hombres con Dios y con los hermanos (cf. Lumen gentium, 1). Ojalá que los católicos italianos vivan profundamente este momento, tomando de Él inspiración y fuerza para su vida eclesial y su testimonio social. La santísima Virgen María ayude a cada uno a prepararse dignamente para esta cita eclesial tan singular y providencial.
San  Juan Pablo II

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