En muchos casos somos el único Evangelio que los hombres de hoy leen todavía
La Cuaresma en la opinión común «corre el riesgo de ser un sinónimo de tristeza, de la monotonía de la vida» mientras ella es, por el contrario, «tiempo fuerte y denso de significados en el camino de la Iglesia», afirmaba el Papa Emérito,  Benedicto XVI. El Papa expresó que la conversión no puede ser «superficial y transitoria», sino que se trata de «un tener atención en profundidad a los comportamientos de la consciencia, y supone un sincero propósito de arrepentimiento». Recordó lo que es una conversión «auténtica», esto es, reconocer el amor, la potencia y una misericordia regeneradora de Dios. La conversión a la cual son llamados los cristianos, no es «solamente una obra humana», sino el dinamismo del «corazón contrito, atraído y movido por la gracia para responder al amor misericordioso de Dios».

El Santo Padre expresó que los cristianos,  durante la Cuaresma, deben dar testimonio de «la fe vivida a un mundo en dificultad que necesita volver a Dios, que necesita de conversión», porque «todos pueden abrirse a la acción de Dios, a su amor; con nuestro testimonio evangélico, nosotros los cristianos, tenemos que ser un mensaje vivo, es más, en muchos casos somos el único Evangelio que los hombres de hoy leen todavía».Otro aspecto importante son las tres más fundamentales prácticas cuaresmales: la limosna, la oración y el ayuno, que son «la secuencia de la pedagogía divina». «Jesús no pide un respeto formal a una ley diferente al hombre -observa el Papa- impuesta por un legislador severo como una carga pesada, sino que invita a redescubrir estas tres obras de piedad viviéndolas de manera más profunda, no por amor propio, sino por amor a Dios, como medios en el camino de conversión a Él».

(Marzo del 2011)

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