El Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas y los organismos especializados en Ginebra, monseñor Silvano M. Tomasi, abogó por una solución integral al drama de la esclavitud y trata de personas que cada año cobra unos tres millones de víctimas en el mundo.
En la reunión del Consejo de Derechos Humanos sobre «La esclavitud contemporánea», el arzobispo deploró el negocio de la trata de seres humanos que anualmente supone ingresos de más de treinta mil millones de dólares.
El Arzobispo deploró «la globalización de este comercio, el desarrollo de un mercado global que explota la pobreza extrema y la vulnerabilidad de muchas mujeres y menores de edad que tratan de escapar de las condiciones intolerables de miseria y violencia».
«En esta violación sistemática de los derechos humanos, en particular la mujer llega a considerarse como un objeto, una cosa, una mercancía y se ve obligada a vivir como ilegal, marginada social y cultural, vaciada por el abuso sexual de sus más profundos valores, su feminidad, autoestima y su concepto del amor y la vida».

El delegado lamentó que a pesar de las medidas adoptadas por la comunidad internacional, «la trata de seres humanos, sin embargo, no tiende a disminuir y sólo toma nuevas formas».
Monseñor Tomasi abogó por tareas de prevención como prioridad, programas de información y formación, «la eliminación de la demanda de servicios sexuales y la creación de una nueva cultura donde las relaciones interpersonales, hombre-mujer, se basen en el respeto mutuo y no en la comercialización del cuerpo».
Asimismo, pidió fortalecer «el enjuiciamiento de los traficantes a través de una aplicación justa y eficaz de la legislación».
«Para contrarrestar el flagelo de la trata de mujeres y niños con mayor determinación y resultados más concretos, es necesaria una convergencia de esfuerzos: una mentalidad que se centra en la dignidad única de cada persona, castigo para los traficantes, lucha contra la corrupción, corregir la enseñanza en las escuelas de las relaciones recíprocas entre el hombre y la mujer, y la equidad de los medios de comunicación para informar de los daños creados por el tráfico», agregó.

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