El sacerdote se encuentra en manos de Dios, haciendo lo que Dios quiere y diciendo lo que Dios piensa.
Muchas de las tensiones que han sacudido la espiritualidad sacerdotal en los últimos tiempos provienen de considerar lo que en ella es antiguo o moderno. En consecuencia, se han presentado unos estilos o modelos sacerdotales que, a menudo, han perdido su referencia objetiva al don y misterio como clave para entender lo que en el sacerdocio es lo único necesario. Así lo escribía Juan Pablo II explicando sus vivencias con motivo del cincuenta aniversario de su sacerdocio:
¿Qué supone ser sacerdote hoy, en este escenario en continuo movimiento mientras nos encaminamos hacia el tercer milenio? No hay duda de que el sacerdote, con toda la Iglesia, camina con su tiempo, y es oyente atento y benévolo, pero a la vez crítico y vigilante, de lo que madura en la historia. El Concilio ha mostrado cómo es posible y necesaria una auténtica renovación, en plena fidelidad a la Palabra de Dios y la Tradición. Pero más allá de la debida renovación pastoral, estoy convencido de que el sacerdote no debe tener ningún miedo de estar fuera de su tiempo, porque el hoy humano de cada sacerdote está insertado en el hoy de Cristo Redentor.

La tarea más grande para cada sacerdote en cualquier época es descubrir día a día este hoy suyo sacerdotal en el hoy de Cristo, aquel hoy del que habla la Carta a los Hebreos. Este hoy de Cristo está inmerso en toda la historia, en el pasado y en el futuro del mundo, de cada hombre y de cada sacerdote. «Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre» (Hb 13,8). Así, pues, si estamos inmersos con nuestro hoy humano y sacerdotal en el hoy de Cristo, no hay peligro de quedarse en el ayer, retrasados… Cristo es la medida de todos los tiempos. En su hoy divino-humano y sacerdotal, se supera de raíz toda oposición-antes tan discutida- entre el tradicionalismo y el progresismo (cap. IX).
El sacerdote se encuentra en manos de Dios, haciendo lo que Dios quiere y diciendo lo que Dios piensa. Lo único que cuenta es la iniciativa de Dios. Como empujado por Él, sin seguir sus personales inclinaciones, obedeciendo a la inspiración de la Palabra que sabe guardar en su intimidad y entregar a sus fieles. Vive en el hoy litúrgico que le coloca en el hoy de Cristo. De ahí se comprende tanto el sentimiento de crisis como la urgencia de la misión que a menudo abruma su conciencia espiritual. Pero siempre podrá apoyarse en la satisfacción interior que le produce permanecer unido al actual sacerdocio glorioso de Cristo como imagen suya, representación sacramental, y como intérprete de la voz universal que canta la gloria de Dios y busca la salvación del hombre.
Pedro Montagut Piquet
Director del Instituto de Teología Espiritual de Barcelona

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