Jesús con María en el Calvario

Se empleará en conocer a Jesucristo. San Luis María recomienda que se medite lo que acerca de Él ha escrito; y así, nosotros compondremos nuestras meditaciones con fragmentos de sus dos obras, la Verdadera devoción y el Amor de la Sabiduría.

Oraciones vocales. Recomienda el Santo la oración de San Agustín; las letanías del Espíritu Santo y el Ave Maris Stella, ya señalados para las semanas precedentes, y las letanías del Nombre de Jesús.

 

ORACIONES DE LA TERCERA SEMANA

DÍA 30

Meditación breve.

KEMPIS: Bienaventurado el que conoce lo que es amor a Jesús, y despreciarse a sí mismo por Jesús. Conviene dejar un amado por otro amado, porque Jesús quiere ser amado sobre todas las cosas. El amor de la criatura es engañoso y mudable; el amor de Jesús es fiel y durable. El que se llega a la criatura, caerá con lo caedizo; el que abraza a Jesús, afirmará en Él para siempre. Ama a Jesús y tenle por amigo, que, aunque todos te desamparen, Él no te desamparará ni te dejará perecer en el fin. Tu amado es de tal condición, que no quiere consigo admitir a otro; más Él solo quiere tener tu corazón, y como rey sentarse en su propia silla. Si tú supieras bien desocuparte de toda criatura, Jesús morará de buena gana contigo. (Imitación de Cristo, libro 11, cap. 7) 

MONTFORT: He aquí algunas prácticas interiores muy propias para los que el Espíritu Santo llama a una alta perfección, que, en cuatro palabras, se reducen a ejecutar todas las acciones por María, con María, en María y para María, a fin de practicarlas más perfectamente por Jesús, con Jesús, en Jesús y para Jesús. Es menester ejecutar las acciones por María, es decir, es menester obedecer en todo a la Santísima Virgen y conducirse en todo por su espíritu, que es el espíritu de Dios. Los que son guiados por El, son hijos de Dios. Los que son guiados por el espíritu de María, son hijos de María, y por consiguiente hijos de Dios, y entre tantos devotos de la Santísima Virgen, no hay más verdaderos y fieles devotos que los que se conducen por su espíritu. Porque el espíritu de María es el espíritu de Dios, ya que Ella no se guió jamás por su propio espíritu, sino siempre por el espíritu divino, que de tal modo se hizo dueño de María, que vino a ser su propio espíritu. Qué dichosa es un alma cuando está del todo poseída y gobernada por el espíritu de María, que es un espíritu suave y fuerte, celoso y prudente, humilde e intrépido, puro y fecundo. Es necesario hacer todas nuestras obras con María; es decir: que debemos en nuestras acciones mirar a María como modelo acabado de toda virtud y perfección que el Espíritu Santo ha formado en una pura criatura, para que lo imitemos, según nuestra capacidad. Es menester, pues, que en cada acción miremos cómo María la ha hecho o la haría si estuviera en nuestro lugar. Para esto debemos examinar y meditar las grandes virtudes que Ella practicó durante su vida, particularmente: primero su fe viva, por la cual creyó sin titubear la palabra del ángel, y creyó fiel y constantemente hasta el pie de la cruz; segundo, su humildad profunda, que la ha hecho ocultarse, callarse, someterse a todo y colocarse siempre la última. (Tratado de la Verdadera Devoción…, núms. 257- 260) 

PREGUNTATE: 

. A)  ¿TE DEJAS GUIAR EN TODO POR TU REINA QUE ES MARIA COMO CRISTO SE DEJO
EN TODO LLEVAR POR ELLA?

. B)  ¿EN QUE SI? ¿EN QUE NO? ¿POR QUE?

Meditación Extendida:

Jesús con María en el Calvario

Composición de lugar. El Calvario.

Petición. “Dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí.” (San Ignacio.)

Punto I. Quién padece.

Considera la excelencia de la persona, que por ser infinita hace subir de punto infinitamente todo lo que sufrió en su pasión. Que si Dos hubiera enviado un serafín o un ángel de la última jerarquía, fuera sin duda cosa admirable y dignísima de eterno agradecimiento. Pues habiendo venido a dar su vida el Criador del cielo y de la tierra, el Hijo único de Dios, la Sabiduría eterna, en cuya comparación las vidas todas de todos los ángeles y todos los hombres y todas las criaturas juntas son infinitamente menos dignas de cuenta que la vida de un solo mosquito, en comparación de las de todos los monarcas del mundo, ¿quién podrá ponderar el exceso de caridad que este misterio nos descubre y cuál deberá ser nuestra admiración y nuestro reconocimiento?

Si el menor dolor del Hijo de Dios es más estimable y nos debe llegar más al alma que el de todos los ángeles y hombres, si fueran muertos y aniquilados por nosotros, ¿cuál debe ser nuestro reconocimiento y nuestro amor a Él, pues ha sufrido por nosotros cuanto sufrir se puede y con extremado cariño, sin ser a ello obligado?

P. II.  Por quiénes padece.

Por “los hombres, viles criaturas de quienes nada tiene que temer ni que esperar. Amigos hay que mueren por sus amigos; pero ¿se hallará jamás otro como el Hijo de Dios que haya muerto por sus enemigos? “Recomienda Dios su caridad con nosotros, porque murió por nosotros cuando aun éramos pecadores”, y , por consiguiente, enemigos.

P. III. Qué padece en cuanto al cuerpo…

“Su cabeza fue coronada de espinas, su barba y cabellos arrancados, sus mejillas abofeteadas, su semblante cubierto de esputos, su cuello y sus brazos apretados con cuerdas, sus espaldas molidas y desolladas por el peso de la cruz, sus manos y sus pies atravesados por los clavos, su costado y su corazón abiertos por la lanza, y todo el cuerpo rasgado sin piedad por más de cinco mil azotes, de suerte que se veían los huesos medio descarnados. Todos sus sentidos fueron anegados en ese mar de dolores.”

P. IV. Qué padece en cuanto al alma.

“Sufrió “en su honor, cargado de oprobio y llamado blasfemo, sedicioso y endemoniado, tenido por ignorante y por impostor y tratado como loco”.

“Sufrió de parte de sus discípulos: el uno le maldice y le traiciona, el primero entre todos le niega y le abandonan los demás. Sufrió de parte de toda clase de personas: reyes y gobernadores, jueces, cortesanos y soldados, pontífices y sacerdotes, eclesiásticos y seglares, judíos y gentiles. Su misma Santísima Madre fue para él terrible cúmulo de aflicciones, cuando la vio presente a su muerte, anegada en un océano de tristeza, al pie de la cruz.”

“Su alma santísima fue muy atormentada por los pecados de todos los hombres: ya por ser ultrajes hechos a su Eterno Padre, a quien infinitamente amaba; ya por ser fuente de la perdición de tantas almas, que a pesar de su muerte y pasión se habían de condenar. Y no solamente tenía él compasión de todos los hombres en general, sino también de cada uno en particular, pues distintamente les conocía. Acrecentó la duración todos estos tormentos, que fue desde el primer instante de la concepción hasta la muerte; porque con la lumbre infinita de su Sabiduría, distintamente veía y tenía presente todos los males que habían de pasar.”

“Añadamos a todos estos tormentos del alma el más cruel y espantoso de todos, que fue su desamparo en la cruz, cuando exclamaba: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

“Con razón la Santa Iglesia nos hace decir todos los días: “mundus eum non cognovit”, que no conoció el mundo a la Sabiduría Encarnada; porque hablando en razón, conocer lo que sufrió Nuestro Señor por nosotros y no amarle ardientemente, es cosa moralmente imposible.”

Terminemos con un coloquio ferviente a Nuestra Señora, para que nos dé a sentir lo que sufrió su santísimo Hijo para que nos encendamos en amor de quien tanto nos ama.


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