“Sólo en el silencio el hombre logra escuchar en lo íntimo de la conciencia la voz de Dios, que verdaderamente le hace libre”

Roma, 12 del 2004 (NE – eclesiales.org) “Sólo en el silencio el hombre logra escuchar en lo íntimo de la conciencia la voz de Dios, que verdaderamente le hace libre” dijo el Papa Juan Pablo II,  en la localidad de Les Combes (Introd), en los Alpes italianos, donde descansa en estos días. Inspirado por la belleza y la tranquilidad alpinas, el Papa compartió a los peregrinos: “en este oasis de tranquilidad, ante el maravilloso espectáculo de la naturaleza, se experimenta fácilmente lo provechoso que es el silencio, un bien que hoy es cada vez más raro”. “Las numerosas oportunidades de relación y de información que ofrece la sociedad moderna —advirtió— corren el riesgo en ocasiones de quitar espacio al recogimiento, hasta hacer que las personas sean incapaces de reflexionar y rezar”.

Más adelante —luego de señalar que las vacaciones o momentos de retiro son circunstancias privilegiadas para hacer silencio interior y entrar en sintonía con el propio interior y con Dios—, puso a María santísima como “modelo perfecto de escucha de Dios, que habla al corazón humano”. El Papa Juan Pablo II donó al Patriarcado ortodoxo de Moscú el icono de la Virgen de Kazan, venerada en Rusia y que pensaba regalar personalmente en ocasión de un eventual viaje a ese país. El Papa recibió este sagrado icono y fue su profundo deseo donarlo para que regrese a la veneración del pueblo ruso”, explicó. “Llegado ahora el momento propicio se ha concordado la fecha del 28 de agosto próximo, fiesta de la Dormición de la Virgen según el calendario ortodoxo, para que tenga lugar la entrega del sagrado icono”. La imagen de Kazan es un pequeño icono del siglo XVI que apareció en Kazan, capital de Tatarstán y que se hizo famosa por sus milagros. En 1904 desapareció misteriosamente, con toda probabilidad fue robada. En 1917, durante la revolución, un mercante la vendió a algún coleccionista de Gran Bretaña. En los años sesenta reapareció en los Estados Unidos, donde había pasado a formar parte de subastas de arte internacional. En este contexto, fue comprada por la Armada Azul, organización católica de devoción a la Virgen de Fátima, que en 1993 la entregó a San Juan Pablo II.

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